La lucha más oscura no se gana sobre la lona
Nota: 8
Lo mejor: el duelo interpretativo Carell-Tatum.
Lo peor: que no toda la audiencia sabrá conectar con el film.
Con cinco nominaciones a los Oscar, incluyendo los de mejor director y actor principal, ha llegado esta semana a nuestros cines una de las películas más esperadas del año, Foxcatcher, que, desde luego, consiguió llamar nuestra atención desde su primer avance promocional gracias, en parte, a la llamativa caracterización de un Steve Carell irreconocible y, por supuesto, a la intriga que genera el trabajo del actor en un papel dramático de tal envergadura.
Bennett Miller ya venía avalado por Moneyball y Capote, dos películas notables que, sin embargo, no terminaron de cuajar del todo en la audiencia y en la crítica, pero con Foxcatcher parece que el realizador ha dado la campanada y en Cannes ya logró alzarse con el premio al Mejor Director, además del acento que pusieron los medios especializados en la labor de los intérpretes principales -entre ellos, el que ya no sólo es el ídolo de las adolescentes, Channing Tatum- en el tercer largometraje del director, basado en las memorias del campeón de lucha olímpica Mark Schultz.
Como seguidor incondicional de The Office, confieso que tengo debilidad por Steve Carell; sin embargo, me cuesta disfrutar de él en la gran pantalla y es que, si no es en la piel de ese jefe mamón que es Michael Scott, no consigo encontrarle la gracia y mucho menos en esa película que acabó convirtiéndose en todo un odioso fenómeno fan: Crazy Stupid Love.
Al margen de las ocasiones en las que Carell ha tenido que recurrir a su registro dramático en la serie de la NBC, la faceta más trágica del intérprete, a excepción de su papel secundario en Pequeña Miss Sunshine, nos era prácticamente desconocida, hasta ahora. La estrella de The Office se mete de lleno en la piel de John Du Pont, un multimillonario caprichoso que crea un campo de entrenamiento de lucha de alto nivel donde acoge a los hermanos Schultz y entabla con ellos una peculiar y tortuosa relación.
El cásting de Foxcatcher ha determinado, sin duda, el éxito de la misma y una vez visto el resultado, puee decirse que es una de las claves sobre las que se sustenta el film. Tras la elección de Carell, fichar a Channing Tatum como co-protagonista era tan arriesgado como dar un papel relevante a Matthew McConaughey cuando aún se le acumulaban los razzies por desastres como Sáhara o Los Fantasmas de Mis ex Novias. Tatum, que cuenta con un buen repertorio de bodrios en su filmografía sin nada que envidiar a los de Colin Farrel, ha sabido reconducir su carrera, demostrando sobradamente que tras tanto músculo puede haber un gran actor. Y es que, una vez que da comienzo Foxcatcher, todos los prejuicios que podíamos albergar hacia el joven intérprete se van desmontando, porque su Mark Schulz es capaz de apoderarse del metraje sin ser eclipsado por la presencia de Carell.
El protagonista de Magic Mike lleva a cabo un trabajo colosal donde sus silencios hablan más que sus palabras frente a un Carell que encarna a un psicópata digno de cualquier película de Hitchcock, un burgués de alta cuna cuyos éxitos ya venían forjados con el apellido Du Pont.
No hay que olvidar tampoco al tercer miembro del equipo, un igualmente espléndido Mark Ruffalo, cuyo peso en el relato adquiere mayor importancia conforme la trama avanza.
No es el reparto la única virtud de Foxcatcher y es que, el film nos atrapa desde el primer minuto gracias a una atmósfera sombría donde la factura técnica es sobresaliente. La narración viene marcada por la estrecha relación que Du Pont y Mark van adoptando a medida que el excéntrico aristócrata da rienda suelta a sus caprichos.
Cierto es, como se han empeñado en criticar algunos medios, que la historia ha podido ser magnificada. Incluso se ha acusado a Miller de dar un enfoque excesivamente shakesperiano a unos hechos sin demasiada trascendencia, pero uno no entra en la sala de cine dispuesto a ver los hechos reales que le sucedieron a Mark Schulz, al que, en mi caso particular, poco o nada conocía antes del visionado, sino que acude a ver el relato que el director Bennett Miller está dispuesto a narrarnos, porque ya sabemos que la historia es lo de menos, lo realmente importante es cómo te la cuenten y, en este caso, el realizador lo hace a través de una estructura extraña, pero hipnótica a rabia que, eso sí, puede no ser satisfactoria para aquel público que no sepa conectar con el mundo creado por el cineasta.
Para los que hemos logrado meternos de lleno en la historia, Foxcatcher es, sin duda alguna, el mejor trabajo de Miller, una película que ha sabido extraer lo mejor de sus actores y que puede presumir de una factura impecable que actúa como acertado complemento a trama con tintes de cine negro, cuya genialidad radica también en el esbozo de un desequilibrado John Du Pont y de un melancólico y manipulable Mark Schulz que los guionistas E. Max Frye y Dan Futterman dibujan, aportando además un prisma crítico acerca del patriotismo, el éxito y la clase alta americana como colofón amargo