La sensación de déja vu que le invade a uno al ver Hipócrates no deja de ser curiosa porque se refiere más a lo conceptual que a lo literal de su temática. La cabeza ha rebobinado hasta una proyección de Fama, de Alan Parker, en un cine de reposición al que el incipiente cinéfilo adolescente acudía alentado por el éxito de su adaptación televisiva y recibió un puñetazo de realidad mucho más profundo que el glamour y la ligereza de las andanzas catódicas de aquellos ilusionados estudiantes de arte. En el caso que nos ocupa lo que vamos a encontrarnos se aleja bastante de la espectacularidad y lo artificioso de series como House, a la que la película hace referencia directa, para centrarse en el día a día de la medicina de hospital, lo que permite una reflexión más lúcida y directa de la situación actual de la sanidad en tiempos de crisis, ante la carencia de medios y la creciente tentación de convertirla en un negocio, anteponiendo las cifras al hecho de que los pacientes reciban un tratamiento adecuado.
El supuesto parentesco con la pequeña pantalla habría que encontrarlo en el paralelismo entre John Carter, el voluntarioso estudiante novato de Urgencias, y Benjamin Barois (Vincent Lacoste), el joven residente que inicia seis meses de prácticas en una unidad del hospital donde trabaja su padre. La medicina no es un trabajo, es una maldición, le espeta su más experimentado compañero argelino (magnífico Reda Kateb), refiriéndose a que se trata de una vocación a la que no se puede renunciar incluso en medio de la zozobra más absoluta, la que va a experimentar este bisoño aspirante a doctor cuando se dé de bruces con la cruda realidad. El filme va a relatar este periodo de aprendizaje, feroz y desalentador en ocasiones.
Al igual que en el serial de George Clooney, lo más interesante de este drama con toques de comedia se centra, eterno dilema del médico primerizo, en la actitud que va a tomar el protagonista en la relación con sus pacientes. ¿Hasta qué punto es bueno implicarse y empatizar con ellos? ¿perjudica ese hecho el poder diagnosticarles y tratarles de la forma más satisfactoria posible?, o por el contrario, ¿el guardar cierta distancia y frialdad sirve como mecanismo de preservación de la estabilidad psicológica del profesional y no disturba su capacidad de raciocinio en beneficio de la salud de las personas a su cargo?
Sin dejar de resultar impactante esta disquisición y amén del discurso crítico sobre el funcionamiento de los hospitales, las jerarquías y los supuestos códigos de protección endogámicos, al segundo trabajo de Thomas Lilti, médico francés reconvertido en cineasta, le falta algo de brío a pesar de hablar de algo que conoce profundamente. Es correcto, sí; no aburre, pero adolece por momentos de cierta laxitud y no termina de atrapar al espectador. Utilizando el símil clínico, la línea de interés de esta cinta evoluciona como un electroencefalograma plano, sin valles negativos pero sin picos de intensidad.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © 31 Juin Films, Le Pacte, Canal +. Cortesía de Caramel Films. Reservados todos los derechos.
Hipócrates
Dirección: Thomas Lilti
Guión: Thomas Lilti, Baya Kasmi, Pierre Chosson, Julien Lilti
Intérpretes: Vincent Lacoste, Reda Kateb, Jacques Gamblin
Fotografía: Nicolas Guarin
Duración: 102 min.
Francia, 2014
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