Número 1 en la taquilla americana. Ese dato, que a mí personalmente me deja indiferente, es su carta de presentación. Tras ver la película pienso que es algo más que eso, es un thriller que mezcla "Viven" con "Depredador"" y que sabe salir airoso del envite. Joe Carnahan, director del film, consigue uno de sus mejores trabajos, sólo comparable a la acción trepidante de "Ases calientes".
Un grupo de trabajadores de una refinería en Alaska se ven involucrados en un accidente aéreo. No llega a la decena el número de supervivientes y Ottway (Liam Neeson) toma las riendas del grupo. Al frío, el hambre y la sed se suma un grupo de lobos sedientos de sangre. Sobrevivir será casi imposible, pero ¿qué otra cosa pueden hacer?
Liam Neeson repite con Joe Carnahan tras "El equipo A", y vuelve a afrontar el reto de ser líder de un grupo de personas. Su personaje, Ottway, cuenta con la ventaja de quien no tiene miedo a morir, en realidad hasta lo desearía. Su vida es un fracaso emocional, con recuerdos que le atormentan y que aún no ha conseguido superar.
"Infierno blanco" es coherente con su objetivo. Puro entretenimiento con las herramientas habituales de los thriller corales de acción, es decir, grupo que pierde miembros a lo largo de todo el metraje, algún sustillo inesperado, personajes al límite física y emocionalmente, unión y desunión continuas... Y con los lobos de protagonistas. Animales sin corazón, despiadados, ansiosos por marcar su territorio.
Aunque al principio comentaba que me recordaba en muchos aspectos a "Viven" y "Depredador", se aleja sustancialmente de ellas en evitar el dramatismo desaforado de la primera y en el planteamiento extraterrestre y militar de la segunda. Por tanto, nos encontramos ante un título más terrenal pero que evita en todo momento plantear dilemas morales ó cuestiones de supervivencia.
El principal problema del film es su reiteración en algunas escenas. Sin apenas aportar más información, el metraje se alarga sin necesidad, devaluando el resultado final. Aunque su parte final vuelve a recuperar el dinamismo inicial, ciertas fases excesivamente lentas evitan alcanzar el ritmo vertiginoso que el film demanda.
La gélida ambientación y los implacables lobos, junto al siempre efectivo Liam Neeson, son las mejores bazas de esta película. Poco riesgo aunque se echa en falta algo más "marca de la casa" por parte de Joe Carnahan, al que todavía le queda mucho camino para desarrollar un estilo personal.
José Daniel Díaz
Revista Cine
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