Revista Coaching

¿Cuál es la alternativa?

Por Elgachupas

Pastillas roja y azul

A estas alturas de siglo, resulta evidente que muchos —¿la mayoría?— de los profesionales del llamado trabajo del conocimiento, tienen serios problemas de efectividad, entendida como hacer el mejor uso de los recursos que tienen disponibles en cada momento, al mismo tiempo que alcanzan los resultados que se proponen de manera sistemática. La verdad, no es un problema nuevo —existe desde hace décadas—, pero en los últimos tiempos, con el crecimiento de la sociedad de la información e internet, el asunto se ha agravado notablemente. Y no tiene visos de mejorar, más bien al contrario.

Si le preguntaras a uno de estos profesionales al azar, casi seguro tendrá una idea bastante clara de cuáles son las raíces de su problema de efectividad: la cantidad de emails que recibe, las continuas interrupciones de sus compañeros y de su jefe, la poca claridad de sus objetivos o del trabajo que tiene que hacer, y otras cosas parecidas. Pero casi nadie reconocerá voluntariamente que quizá, solo quizá —léase sarcásticamente—, su forma de hacer las cosas tenga algo que ver con esa falta de eficiencia y de eficacia aparentemente crónicas.

Pero empecemos por el principio. Nadie nos ha enseñado nunca a trabajar. Sí, nos hemos pasado seis años en Primaria, otros cuatro en Secundaria, cuatro más en Bachillerato y COU —o su equivalente en Formación Profesional—, y muchos otros tres o cuatro años de Estudios Superiores. Al final, somos unos «cracks» en lo que respecta a los asuntos técnicos de nuestras profesiones. Pero a trabajar, lo que se dice trabajar, casi nadie aprende. Porque trabajar bien, de manera efectiva, es una competencia que no se ha enseñado en la educación reglada de casi ningún país, uno tiene que aprenderlo solito.

El asunto se complica porque, incluso si tienes la suerte de caer en una de esas organizaciones que se preocupan por sus empleados, de esas que honestamente quiere enseñarte a trabajar de manera más efectiva, lo más probable es que lo haya intentado con algún curso de gestión del tiempo, y ya sabemos para qué vale la gestión del tiempo en el siglo XXI: para muy poco, y eso siendo indulgentes.

Así, no es de extrañar que muchos profesionales modernos se sientan como hormigas intentando arrastrar un elefante. El advenimiento de la globalización ha creado entornos de trabajo volátiles, inciertos, complejos y ambigüos en todo el mundo, a los que las organizaciones y los profesionales deben adaptarse, les guste o no. Y desde luego, seguir «haciendo gestión del tiempo» no es la manera de ser más efectivos en estas nuevas circunstancias. La solución pasa por aprender una forma diferente de trabajar, que implique gestionar mejor nuestra atención, para lo que ya existen nuevas metodologías, como el estardar de productividad personal Getting Things Done (GTD), o la metodología de segunda generación OPTIMA3.

Dejar de hacer algo que has estado haciendo durante años, y empezar a hacer las cosas de manera diferente, por muy convencido que estés de que es el camino correcto, cuesta mucho. Y no cuesta porque sea difícil de entender, ni siquiera porque haya que hacer cosas radicalmente nuevas, sino porque muchas veces hay que hacer las mismas cosas que ya estás haciendo, pero de una manera distinta, que en ocasiones choca con las creencias que has ido desarrollando a lo largo del tiempo. El resultado es que, a pesar de ver el valor de cambiar la forma de trabajar, algunas personas se resisten a hacerlo esgrimiendo ideas del tipo «es que mi caso es distinto», o «es que eso lleva tiempo ponerlo en práctica, y yo no tiengo tiempo».

Asumiendo que tu caso sea único —ya te lo adelanto, no es verdad—, o que no tengas tiempo —a lo mejor deberías decir que no tienes suficiente compromiso—, merece la pena que te hagas una pregunta importante: si decides no hacer nada, ¿cuál es la alternativa? ¿Seguir haciendo lo que has estado haciendo hasta ahora? Pues ya sabes lo que decía Einstein: locura es intentar conseguir resultados distintos haciendo las mismas cosas de siempre.

Si de verdad sientes que tu efectividad es mejorable, y quieres mejorarla, sólo tienes un camino: hacer cosas distintas. La buena noticia es que no partes de cero. Hay muchos cientos de miles de personas en todo el mundo que ya han pasado por el mismo sitio que tú. Y existe una alternativa viable, que empieza olvidándote de intentar gestionar el tiempo, y continúa aprendiendo a gestionar tu atención, lo que te permitirá ganar control de tu día a día, y mejorar la perspectiva sobre los resultados que quieres conseguir. Tú decides, está en tu mano.

Foto por Tom Bullock vía FLickr

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