Revista Expatriados
Una noche de hace casi 700 años, el historiador tibetano Taranatha se sentó en su dormitorio a escribir la historia de Aryadeva. Estaba acatarrado y una hora antes se había tomado la medicina contra el resfriado. Como la noche estaba fría, pensó que no pasaría nada si tomaba un poco de licor caliente para entonarse. Lo que no sabía es que el alcohol estaba contraindicado para el medicamento que estaba tomando. Así fue como en lugar de escribir la historia hagiográfica que tenía en mente, acabó componiendo algo que bien podría ser el guión de una película de artes marciales y magia titulada “Cuando Aryadeva se dio de leches con Matrceta”.Hace muchos años vivía un brahmán muy malo que se llamaba Matrceta. Matrceta iba recorriendo la India y desafiando a los monjes budistas a los que se encontraba a debates filosóficos, a pulsos y a concursos de a ver quién meaba más lejos. A todos los derrotaba y les obligaba a que se convirtieran en servidores de Shiva.La razón de su imbatibilidad venía de que había propiciado a Shiva durante muchos años con todo tipo de oraciones y ofrendas. Convenientemente sobornado de esta manera, Shiva se le apareció en sueños y le dijo: “Pídeme algo y te lo concederé.” Matrceta le respondió: “Alárgamela lo menos diez centímetros.” Shiva replicó: “Para eso hay cantidad de direcciones en internet donde te lo pueden hacer. Pídeme otra cosa.” Resultó que después de tenerla más larga, la siguiente cosa en el mundo que más ambicionaba Matrceta era que ningún nacido de mujer pudiera derrotarle en un debate filosófico. Shiva le concedió el deseo y de propina se la alargó un par de centímetros. Matrceta se equivocó con el deseo que pidió. Me refiero con el segundo, que el primero era muy legítimo. La mitad de los grandes hombres en el budismo han nacido en una flor de loto, así que corría el peligro de encontrarse antes o después con un maestro budista que no hubiese nacido de mujer. Ese maestro fue Aryadeva.Los monjes de Nalanda estaban acojonados con Matrceta y mandaron un cuervo mensajero (sí, la historia dice cuervo. Se ve que las palomas estaban de huelga) al sabio Nagarjuna para que acudiese en su auxilio. Aryadeva estaba esos días en casa de Nagarjuna y, en cuanto se enteró de lo que pasaba, pidió a su maestro que le dejase ir. Nagarjuna le examinó y vió que estaba preparado, pero le asustó la arrogancia que notó en él. Le dejó marchar, pero le advirtió que la aventura le saldría por un ojo de la cara. Aryadeva no sabía que cuando Nagarjuna decía esas cosas, hablaba literalmente. Mientras iba hacia Nalanda, Aryadeva se encontró con una anciana que le dijo que necesitaba el ojo de un sabio. Aryadeva era donante de órganos y tenía matrícula de honor en la asignatura de generosidad en la carrera de bodhisattva. Sin dudarlo se sacó el ojo y se lo dio a la anciana, añadiendo además la pestaña de propina. Pero según se alejaba, le entró como una caquita en el ánimo y miró hacia atrás. La anciana había dado el ojo a su gato que estaba jugando con él. Aryadeva lamentó su generosidad (gilipollez dicen otras fuentes) y por eso no recuperó su ojo. Si su generosidad hubiera sido pura y sin arrepentimiento, el ojo le habría sido devuelto y no habría tenido que examinarse de generosidad de 2˚. Pero tuvo suerte después de todo; la anciana también hubiera podido pedirle un cojoncillo.Para cuando llegó a Nalanda, Matrceta ya se había convertido en el dueño de la situación. Tenía bloqueados a los monjes y no dejaba que ninguno de ellos entrara y saliera. Sólo los obreros que abastecían al monasterio podían entrar. Aryadeva se disfrazó de inspector de gas natural y le dejaron pasar. No cayeron en la cuenta de que el monasterio todavía funcionaba con butano. Cada día Matrceta contaba a los monjes tocándoles las cabezas calvas. Dado que la leyenda no menciona que estuviese ciego, uno se pregunta porqué no los ponía en fila y los contaba, que hubiese sido más rápido. Una de las mañanas, notó que había una cabeza de más. Su primera reacción fue: “Vaya, ya está el gracioso de costumbre haciéndome un calvo.” Pero palpando con más cuidado, se dio cuenta de que aquello era una cabeza genuina. “¿De dónde sale esta cabeza?”, preguntó Matrceta. “De mi cuello”, respondió Aryadeva, sorprendiéndose de la escasez de conocimientos anatómicos de Matrceta. “Gilipollas, ya lo sé. Era una pregunta retórica”, replicó Matrceta. Y luego dirigiéndose a los monjes dijo: “A ver, hacedle un hueco al capullo del tuerto, que parece que se queda a vivir con vosotros.” A Aryadeva aquello le jodió y dijo: “Mahesvara tiene tres ojos, pero no ve la realidad; Indra tiene mil ojos, pero no ve la realidad. Pero Aryadeva con su único ojo ve la realidad de los tres reinos.” “Se nos ha puesto chulo el recién llegado, ¿eh? Mañana te quiero ver en el patio, pelando patatas.” Para fortuna de Aryadeva, América aún no se había descubierto y la amenaza quedó en nada.Unos días después Matrceta y sus secuaces estaban bañándose en el río Ganges para purificarse. En esto que llega Aryadeva con un cuenco sucio y se pone a lavarlo por fuera. Matrceta le dijo” “Además de tuerto, gilipollas. ¿No ves que lo estás lavando por fuera?” Aryadeva replicó: “¿Qué utilidad tiene que laves tu cuerpo con agua del Ganges cuando por dentro estás lleno de ignorancia?” Amoscado, Matrceta respondió: “Eh que yo sólo lo había dicho por ayudar.”En otra ocasión, Matrceta convocó a los monjes y les planteó el temido enigma del gallego. Se colocó en unas escaleras y les preguntó: “¿Estoy subiendo o estoy bajando?” Aryadeva respondió: “Depende de cuál sea tu intención y ahora déjanos tranquilos que el fútbol está a punto de empezar.” Pero Matrceta, que era más de baloncesto, insistió con sus adivinanzas chorras y cogió un pájaro. “¿Voy a matar a este pájaro?” Otra vez fue Aryadeva quien dio la respuesta: “Depende de tu compasión.” La leyenda no dice si Matrceta tuvo compasión; sólo dice que aquella noche en el monasterio se cenó pajarito frito.Se llegó a un punto de ruptura. Aryadeva quería que le dejasen ver el fútbol tranquilo y no le gustaban los pajaritos fritos. Matrceta había cogido vergüenza de que le vieran bañándose en el Ganges, porque después de lo que le había dicho Aryadeva se sentía un poco gilipollas cuando lo hacía. La única manera de resolver el impasse era mediante un debate. Bueno, también lo hubieran podido arreglar a hostias, pero estamos en la India de hace dos mil años y a los indios lo de rajar les priva. Todos se congregaron en la sala capitular del monasterio para asistir al debate y de paso comer unas pastitas muy ricas que había cocinado uno de los monjes que era un virtuoso de la cocina. Comienza el debate y Matrceta materializa una pizarra que siempre da la respuesta correcta, salvo cuando se le pregunta por el horario del tren que va a Calcuta. Aryadeva responde materializando un borrador gigante. Matrceta materializa un loro que siempre acierta en sus respuestas. Aryadeva replica materializando un gato que se come al loro. Matrceta, bastante enfadado, le dice que ha cometido una mala acción. Aryadeva responde que ha dejado a un meditador en Sri Parvati para que le purifique de las malas acciones que cometa. “Anda ya. ¿Cómo puede un tercero purificarte de tus malas acciones?” “Entonces, ¿cómo puede recaer sobre mí la mala acción del gato?” Matrceta se queda callado. Punto para Aryadeva. Matrceta convoca a Pandita, la reina de los debates. Aryadeva convoca a su primo Hediondosoezkumar, que le hace una calva y una pedorreta a Pandita. Pandita se retira ofendida sin haber dicho esta boca es mía. Otro punto para Aryadeva.Matrceta convoca a Shiva para que entre en él y le dé una lección a Aryadeva. Demasiado tarde. Previendo esa jugada, Aryadeva ha colocado un zurruño de vaca detrás de Matrceta y Shiva, que es más bien delicado, pasa de bajar a la tierra. Tercer punto para Aryadeva.Matrceta se deja de tonterías y empieza el debate en serio, en el mismo momento en el que en otras latitudes habrían empezado las hostias. El debate duró horas y en cada cuestión que se planteó, Aryadeva fue quien salió ganador. Cuenta la leyenda que Matrceta tenía mal perder y al ver que lo tenía todo perdido se convirtió en un gigantesco Indra de mil ojos. Aryadeva al momento se convirtió en un gigantesco Avalokitesvara de mil brazos, que simultáneamente se pusieron a meter el dedo en el ojo a su contrincante. Matrceta se puso a escupir fuego, que según la versión censurada de la leyenda Aryadeva apagó con una bocanada de agua que expulsó de la boca. Otras versiones hablan de que apagó el fuego de una forma más heterodoxa. Viéndose derrotado, Matrceta optó por huir y salió volando. Aryadeva le siguió. “¡Dónde vas, capullo! Si sigues subiendo, llegarás donde se acaba el aire y te morirás asfixiado.” Aryadeva agarró a Matrceta y le encerró en un templo. Después de lo que había hecho es en una comisaría donde hubiera debido encerrarle. Estando encerrado en el templo, Matrceta empezó a romper todas las escrituras que encontró. Hubo una que atrajo su atención por la curiosa forma en la que estaba plegada. La cogió, la leyó y descubrió una profecía que muchos siglos antes Buda había hecho sobre él. Se arrepintió de sus malas obras y del pajarito frito que se había comido, que llevaba varias noches repitiéndosele, y empezó a estudiar el budismo bajo la guía del propio Aryadeva. Y los dos se acogieron a la Ley de Parejas de Hecho y vivieron felices y comieron perdices.