Una de las grandes ironías del amor: encontrar a la persona que se ajusta a todas tus expectativas y no ser capaz de quererla. Empiezas con dudas y de repente, te has plantado en una relación de pareja con alguien que no te apasiona demasiado, preguntándote si con el tiempo a lo mejor algún día sentirás lo que tienes que sentir.
Todos conocemos lo que es desear con todas nuestras fuerzas dejar de querer a una persona inadecuada o que no nos corresponde. Pero a veces, nos podemos encontrar en el otro lado y sentir la impotencia de no poder querer a la persona adecuada, sabiendo con nuestra mente que si hiciéramos funcionar a nuestro terco corazón, todo sería perfecto.
Esto se traduce en una lucha callada y bipolar en la que algunas veces te apetece estar con esa persona y no te planteas un futuro sin ella y otras te ahogas y quisieras salir pitando a Pernambuco o mejor a Australia, que está aún más lejos. Pero te consuelas (temporalmente) recordando lo que te contaban de nuestros abuelos y nuestros padres...las relaciones se construyen día a día…al principio no nos aguantábamos y ahora estamos felices…
Independientemente de lo que hiciesen los abuelos, el problema aparece cuando tu corazón está empezando a decidir, por su cuenta y riesgo que al contrario que tú, vive en el presente y quiere ser feliz ahora mismo.
A lo mejor has iniciado esta relación en la que ahora estás medio a gusto, medio atrapado/a, en una etapa en que necesitabas cariño. O a alguien estable, que te tratase bien. O quizás llevabas una larga temporada de desengaños y te apetecía una relación fácil, en la que fuera el otro quien se esmerase por ti. Sea cual sea la razón, el caso es que no sabes qué hacer. Si sientes que te falta algo, si tienes tantas dudas y estás a la expectativa de sentir lo que no estás sintiendo ahora, todo indica que seguirás sintiéndote igual más adelante o todavía más allá. Salvo excepciones, si no te gusta el cocido, por más que te empaches a cocido, rara vez ocurrirá que acabe gustándote. Más bien tenderás a aborrecerlo.
Puedes seguir adelante con una relación que no te entusiasma demasiado pero tampoco te disgusta, pensando que, a lo mejor, algún día suena la flauta y aparecen los sentimientos ansiados, pero lo más probable (y habitual) es que en algún momento aparezca quien sí te haga sentir…y empezará el conflicto contrario.
Si has llegado al punto en que necesitas tomar una decisión, es posible que el miedo y la tristeza te paralicen. Nos resulta mucho más difícil renunciar a lo que necesitamos que a lo que queremos. No es un síntoma de amor, sino de dependencia a esa persona y a lo que te proporciona. Evalúa todas tus alternativas, visualízate en soledad, trabajando por mejorar tu vida, por incorporar metas, por probar otras alternativas. Elige entre lo deseado o lo deseable. Si lo que te pide el cuerpo, el alma y el corazón es amar, si deseas una relación en plenitud, te tocará saltar al vacío. Y renunciar al paracaídas.
Recuerda que nadie te puede dar lo que necesitas si antes no eres capaz de dártelo tú. ¿Crees que mereces ser feliz? Pues tendrás que actuar en consecuencia, pues quizás esa relación hoy por hoy es un obstáculo para conseguirlo. Decidas lo que decidas, es tu camino y tu aprendizaje. No lo temas: la única manera de saber a dónde te dirigen tus pasos es andando el camino.