Revista Sociedad
Nunca he entendido bien el proceso mental por el cual un deportista de élite asume que porque metía muchos goles, será capaz de gobernar un país. Aún entiendo menos el proceso por el cual sus antiguos fans llegan a convencerse de lo mismo y de fans se convierten en electores del sujeto. El último ejemplo de este curioso fenómeno lo tenemos en Pakistán con la estrella retirada del cricket Imran Khan Niazi.
Imran Khan está hecho de la materia de la que se hacen los ídolos populares. De buena familia, guapo, con fama de ligón cuando era más joven (incluso se le ha llegado a atribuir un romance tórrido de juventud con Benazir Bhutto), una fiera del cricket (fue capitán del equipo pakistaní de 1982 a 1992)…Cuando se retiró del deporte, dedicó parte de sus esfuerzos y su dinero a la lucha contra el cáncer. Fue un poco más tarde, en 1996, cuando descubrió que la política es más divertida que la beneficencia y ahí que se lanzó de cabeza.
En 1996 fundó un partido político, el Pakistan Tehreek-e-Insaf, el Movimiento por la Justicia de Pakistán. El PTI trató de capitalizar el disgusto de muchos pakistaníes con los políticos tradicionales. Se presentó más como un movimiento que como un partido político al uso e hizo de la lucha contra la corrupción y contra la mala gestión su bandera. También enarboló el recuerdo de Jinnah, el fundador del país, y su sueño de una sociedad armoniosa y pacífica. Dado el nefasto papel que jugó Jinnah en la partición de la India y su habilidad para despertar los odios étnicos, pienso que cuanto menos se le recuerde, mejor. Me da la impresión de que en la fundación del PTI el populismo fácil, la ingenuidad y el buenismo se conjugaron. El lema del partido era: “Justicia, Humanidad y Autoestima”. Eso parece el título de un libro de autoayuda más que el eslogan de un partido político.
El PTI concurrió a las elecciones de febrero de 1997 con la bandera de la lucha contra la corrupción y en favor de una nueva manera de hacer política. Sufrió un durísimo varapalo: sólo consiguió 300.000 votos, el 1,7% del total, y no obtuvo ningún escaño. Fue víctima de la novedad, de su pequeñez y de carecer de una poderosa maquinaria para conseguir votos. Porque sí, en Pakistán ayuda tener muñidores con acceso a bolsas de votos cautivos.
Con esos resultados, otro se habría vuelto al pueblo, Pero Imran Khan es mucho Imran Khan. En sus memorias cuenta cómo llevó al equipo pakistaní de cricket a la victoria en la Copa del Mundo de 1992, cuando todo parecía perdido. Su sistema es perderle el miedo al fracaso. Vamos que el PTI no podía hacerlo mucho peor que en 1997. Pues sí, podía, pero de eso hablaremos luego.
En octubre de 1999 el General Pervez Musharraf dio un golpe de estado, lo que en Pakistán no representa ninguna novedad. Imran Khan fue de los que se congratularon con el golpe y pensaron que Musharraf sería “el cirujano de hierro” que necesitaba el país. Vistos los diez años largos que los dos principales políticos pakistaníes, Benazir Bhutto y Nawaz Sharif, llevaban tirándose los trastos a la cabeza, se entiende la reacción de Imran y se le puede excusar.
El PTI volvió a concurrir a las elecciones de octubre de 2002 y visto los resultados, lo de 1997 casi pareció un paseo triunfal. En 2002 el PTI sólo consiguió 160.000 votos, algo más de la mitad de los obtenidos en 1997, equivalentes al 0,62% de los emitidos. Lo deprimente es que la participación había descendido. Lo único positivo es que el PTI consiguió un escaño en la Asamblea Nacional. El de Imran Khan.
Imran Khan apoyó el referéndum de 2002 por el que Musharraf se autorregaló siete años más montado en el machito. También apoyó consistentemente su política económica. Imran Khan afirma que el aprecio era tan mutuo que Musharraf le ofreció en 2002 ser Primer Ministro y él rechazó la oferta. En una entrevista en 2010 Musharraf más o menos que vino a preguntarse qué era lo que había fumado Imran Khan para soñar que él le había hecho esa oferta.
En los años siguientes Imran Khan se distanciaría de Musharraf por juzgarlo demasiado pro-norteamericano y pro-occidental, especialmente en su apoyo al esfuerzo de EEUU en Afghanistán. En parte la crítica es injusta: cualquiera le decía a Bush que no le ayudaba a darle capones a bin Laden justo después del 11-S. Lo que sí se le puede echar en cara es la manera en que utilizó en su favor la situación geopolítica para mantenerse en el poder, convenciendo a los norteamericanos de que era el hombre indispensable en la región.
En 2007 se formó el Movimiento Democrático de Todos los Partidos en el que participó el PTI. Imran Khan resignó a su escaño junto con otros 85 parlamentarios para protestar contra la elección presidencial que Musharraf había organizado y a la que se iba a presentar sin hacer dimitido de sus cargos militares. Khan fue colocado bajo arresto domiciliario y poco después, cuando Musharraf proclamó el estado de emergencia, pidió la pena de muerte para el dictador por “traición”. Sí, Imran Khan es un poco peliculero y la boca se le calienta rápido.
El PTI optó por no participar en las elecciones de febrero de 2008, ante el temor de que no fueran limpias y justas. Lo fueron y la Pakistan Muslim League (Q) que apoyaba a Musharraf fue duramente derrotada. La verdad es que casi mejor que el PTI no se presentara, porque para hacer el mismo ridículo que en 1997 y 2002…
La política pakistaní de los últimos tres años ha sido complicadilla… incluso para los estándares del país. Tan complicada que de repente, la gente se ha empezado a fijar en ese ex-capitán de cricket tan guapo y al que a veces se le calienta la boca y dice cosas un poco chocantes. Pienso que a Pakistán también ha llegado el hartazgo con la clase política tradicional y el deseo de caras nuevas que no tengan nada que ver con la mierda conocida.
El pasado 30 de octubre organizó un mitin en Lahore que convocó a 100.000 personas. A ese mitin han seguido otros y algunos ya han empezado a subirse a su carro pensando que podría ser el próximo Primer Ministro. Los que le conocen dicen que aún tiene que refinar un poco su discurso, que a veces se sale de madre, como cuando le preguntaron en cierta ocasión por la situación de la mujer en Pakistán y dijo que había prioridades más importantes y que en todo caso era una cuestión a ser regulada por las tradiciones y costumbres islámicas.
Incluso con esas salidas, entiendo que Imran Khan entusiasme. Visto cómo lo han hecho los políticos tradicionales en los últimos treinta años en Pakistán, ¿por qué no darle la oportunidad a un deportista?