Revista Cine

Cuéntamela otra vez/XXX

Publicado el 30 julio 2013 por Diezmartinez
Cuéntamela otra vez/XXX Ante el inminente estreno de Antes de la Medianoche -cuya crítica podrá usted leer este viernes en el Primera Fila de Reforma-, me di a la tarea de volver a ver las dos anteriores cintas de la trilogía y a rescatar lo que escribí, en el momento del estreno, hace ya casi 20 años, de Antes del Amanecer. Mi crítica de Antes del Atardecer, por cierto, ya la había rescatado por acá. Antes del Amanecer (Before Sunrise, EU, 1995), tercer largometraje del joven cineasta tejano Richard Linklater (Slacker/1991, Rebeldes y Confundidos/1993) es de ese tipo de cintas que caminan por el filo de la navaja. Jesse (Ethan Hawke) es un joven americano viajando por Europa. Céline (Julie Delpy) es una muchacha francesa que se dirige a París. Los dos se encuentran en un tren, se caen bien y deciden bajarse en Viena, pasar esa tarde y esa noche juntos paseando por la ciudad, platicando, bebiendo, jugando, pues al día siguiente Jesse volará hacia Estados Unidos y Céline continuará su camino hacia París. Por supuesto, estamos ante una comedia romántica más cercana a la sensibilidad y cinematografía europeas (cf. Rohmer, Rivette) que a la comedia americana clásica (cf. Hawks, Capra, Stevens). Es decir, lo que se dice y lo que se piensa importa más que lo que se hace. Predomina, pues, la razón sobre la acción. Durante toda la película Jesse y Céline hablan, hablan, hablan y vuelven a hablar, desnudándose verbalmente frente al otro, confesando sus amores, fracasos, miedos, fobias, sueños... Los dos parecen estar convencidos que lo que importa es lo que están compartiendo en esos instantes, "antes del amanecer", pues al día siguiente se irá cada quien por su lado. No son dos enamorados ingenuos; están conscientes -tal vez demasiado- de las dificultades del amor y de sus trampas. Una película así puede resultar fascinante o insoportable dependiendo de dos cosas: de la calidad de los diálogos y de la química existente entre los actores. En todo caso, depende también de la sensibilidad del director, que debe saber cuándo cortar un diálogo, cuándo alargarlo, cuándo hacer que los personajes se besen, cuándo que bailen, cuándo que hagan el amor... En este sentido, Antes del Amanecer no tiene un solo momento irritante. Los diálogos -del mismo Linklater escritos al alimón con la colaboradora habitual Kim Krizan- son ingeniosos y divertidos. Por su parte, Hawke y Delpy son un magnífico par de protagonistas: naturales, agradables, verosímiles. La larguísima escena en donde ellos intercambian ideas sin descanso frente a la cámara estática (y sin corte alguno), sentados en el interior de un camión urbano vienés, es un momento privilegiado del filme y de sus actores. El esfuerzo por agradarnos no se nota por ninguna parte: Hawke y Delpy nos caen bien desde el inicio y, antes que nos demos cuenta, ya nos atraparon en su interminable verborrea mitad romántica, mitad cínica. El mayor logro de Linklater se encuentra precisamente en lo anterior. En volver verosímil la relación entre sus dos protagonistas, con todo y su repetición de temas, sus pasos en falso, sus lagunas. Es el formato del filme lo que hace real la interacción de los personajes. Si al público ha gustado tanto de esta singular comedia romántica no es solamente porque le recuerda los primeros pasos dados en cualquier relación amorosa; también porque al público le gustaría haber dado esos primeros pasos como los dieron Jesse y Céline. 

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