Eligió un banco bien alejado de la algarabía de los niños de la plaza. Allí se sentó y comenzó a darle vueltas al sobre blanco que contenía los resultados de los análisis que le había pedido el médico después de que...
Aquel día no leyó el periódico, ni arrojó maíz a las palomas, ni acarició al perro vagabundo, ni se sentó a jugar a las cartas con los otros jubilados. En su dedo anular brillaban dos alianzas y mucha nostalgia, se quedó jugueteando con ellas por horas, cada giro era un recuerdo de otros tiempos, de otra vida. Lloró, rió, en fin: arrojó el sobre cerrado al cesto de basura y se fue, silbando bajito, convencido de que a la realidad no le interesa autoplagiarse.