Revista Cine

Cyrus

Publicado el 24 febrero 2011 por Diezmartinez
Cyrus
Los pendientes se acumulan. No termino de revisar la cartelera cuando ya tengo encima el material de Ambulante 2011, la retrospectiva de "Joe" en el FICUNAM 2011, un fin de semana de Oscares y, en un mes, Guadalajara. Pero, bueno, hay que ir cumpliendo hasta donde se pueda. Por lo mismo, permítanme rescatar una cinta de la que no escribí cuando se estrenó, hace ya unos meses.Me refiero a Cyrus (Ídem, EU, 2010), el tercer largometraje de los hermanos Jay y Mark Duplass, quienes se hicieron de cierto nombre en el cine festivalero/independiente americano con sus dos anteriores cintas, The Puffy Chair (2005) y Baghead (2008), nunca estrenadas comercialmente en México y, hasta donde entiendo, incluso inéditas en el mercado de vídeo nacional.Los Duplass son representantes de un movimiento -¿o lo tendríamos que llamar fórmula?- conocido como “mumblecore”, nacido a mediados de la década pasada y caracterizado por la realización de películas con bajo presupuesto, actores desconocidos, guiones improvisados, y cuyas sencillísimas tramas están centradas en veinteañeros más o menos alienados, no exitosos y poco articulados –de ahí el término “mumble”: balbuceo.No he visto las anteriores películas de los Duplass pero Cyrus, su primer filme industrial propiamente dicho, sigue el formato de cualquier “mumblecore-movie”, con todo y que fue producida por Ridley y Tony Scott, que se ve un presupuesto decente y que está interpretada por un cuarteto de actores famosos, de prestigio y nominados al Oscar. Dicho de otra manera, aunque los Duplass contaron con muchos más recursos en su tercer largometraje, su estilo visual/narrativo no ha cambiado gran cosa.El Cyrus del título es Jonah Hill, un obeso joven de 21 años que vive con su aún guapa mamá(cita), Molly (Marisa Tomei), quien no ha tenido una relación con ningún hombre desde el nacimiento del susodicho ni-ni. Entra al escenario el patético, fracasado y deprimido cuarentón John (John C. Reilly), que no ha podido recuperarse de su divorcio de la comprensiva Jamie (Catherine Keener), que sigue siendo su jefa y, para rizar el rizo, su mejor amiga y confidente.La trama es mínima y predecible –el recién llegado John romperá la rutina familiar dominada por el manipulador Cyrus-, pero los Duplass mantienen el interés tanto por su puesta en imágenes falsamente documental –cámara inquieta, uso constante del zoom, foco que se pierde y se ajusta continuamente- como por el trío de actores protagónicos, que logran transmitir las fallas y mezquindades de sus personajes sin perder su humanidad.El guión -¿qué tan improvisado?- de los propios Duplass se mueve entre los atisbos de una comedia masculina de la fórmula Apatow –la aparición de Hill y del propio Reilly apuntan hacia ello- y de un drama familiar y de pareja un poco más sofisticado. De hecho, aunque el desenlace puede parecer un forzado final feliz, la realidad es que, en sentido estricto, los Duplass no garantizan en ningún momento que la paz y la tranquilidad reinarán en las vidas de John, Molly y Cyrus.

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