Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo dentro del espectro de reality shows (acá, acá, acá, acá, acá, acá, acá, acá y acá), el zapping se detiene en Mundo Fox y nos revela la existencia de Dance your ass off. La propuesta, cuyos participantes “bajan de peso de una manera divertida”, apuesta a la competencia entre obesos no sólo determinados a adelgazar (como en el programa que Andrea Politti condujo en Argentina) sino a probar su condición de bailarines natos. La experiencia es casi-casi pornográfica.
Este programa replica el formato de antecesores y pares. Muestra, por un lado, los entretelones del concurso (ensayos de coreografías, entrevistas con nutricionistas, escenas de convivencia entre rivales) y, por otro lado, la instancia de prueba donde tres miembros de un jurado ignoto (al menos para los habitantes de estas tierras) reparten sentencias y notas del 1 al 10 (sin el histrionismo de los evaluadores de Bailando por un sueño).
Después de cada número de baile, los participantes suben a una balanza cuyo dictamen permite determinar cuánto bajaron desde la última performance y desde el inicio de la competencia. El porcentaje de adelgazamiento y el puntaje de los expertos ubican a los gordos en la tabla de posiciones con un codiciado y fluctuante primer lugar.
Los participantes bailan y se pesan ante un público presente, además del que observa por televisión. Dentro y fuera del estudio, los espectadores asistimos a movimientos y vestuarios que exponen los colgajos de grasa sobrante y al sufrimiento de los partenaires de anatomía modesta que levantan, sacuden y hacen girar a las estrellas.
Obscenidad y voyeurismo vuelven a conjugarse cuando las cámaras filman los testimonios de quienes flaquean ante la rigurosidad de las dietas, o de quienes reconocen que el cuerpo no les responde como quisieran. También cuando registran los roces y peleas durante la difícil convivencia.
Por supuesto, Dance your ass off respeta ciertos dictámenes de corrección política. Por ejemplo, la encargada de anunciar el peso y el promedio de puntos alcanzados no es una sílfide precisamente. Por su parte, los miembros del jurado jamás hacen alusión al sobrepeso de los bailarines contrincantes.
Quién sabe… Quizás los productores de este mismo engendro ya están pensando en una variante con anoréxicos. La competencia también se dividiría en dos partes: la primera los obligaría a retomar una dieta sana; la segunda los invitaría a modelar sus cuerpos desnutridos en una pasarela digna de la haute coûture y de televidentes interesados en esqueletos pornográficos.