¿Te enganchas a personas que te ofrecen amores de película y luego huyen o se enfrían? ¿Estás harto/a de ir rogando cariño a personas que te enganchan y después pasan de ti? Antes de seguir culpando al mundo de ser tan cruel o creerte tan especial que el destino te ha escogido para castigarte, descubre qué es lo que estás haciendo mal.
De ser tu alma gemela, a ser un extraño o una extraña que raciona su afecto y su tiempo contigo. De considerarle tu pareja, a empezar a sospechar que eres su amigo con derechos camuflado/a. De prometerte la luna a largarse a la luna. Si estás viviendo esta situación y tu necesidad de cariño es muy superior a tu autoestima, seguramente te habrás enganchado a este doble juego de pasión/indiferencia, con tu mente aún idealizando a la persona que te prometió amores eternos al principio de la relación.
Esta idealización se traduce en un: no puedo dejarlo, le necesito, no concibo mi vida sin esta persona, le quiero con locura, etcétera…
¿Parecidos razonables? Si alguna vez has dejado una adicción, como por ejemplo, el tabaco, compara tus pensamientos de ahora con los que tuviste durante el síndrome de abstinencia. Es muy probable que sean prácticamente los mismos que tienes ahora.
Porque a veces confundimos amor con una mera adicción a las limosnas de afecto que nos profesa una persona que, al igual que nosotros, no nos quiere, pero necesita tenernos ahí.
Antes de plantearte nada, sé sincero/a contigo misma: ¿realmente admiras sus virtudes, sus valores y su personalidad o sólo aguantas en espera de llegue a darte tu dosis?
Si una persona pasa del fuego al hielo contigo puede ser por dos razones:
- Quizás se haya enamorado realmente. Pero muchos enamoramientos no pasan de eso: idealización, atracción sexual y necesidad de ser amado. Que en plena explosión hormonal te hayan ofrecido hasta ponerte un piso en la Castellana queda fantástico y espectacular, pero es tan auténtico como la delantera de Pamela Anderson. Por enamorarnos, podemos enamorarnos de cualquiera que nos cuadre un poco, pero para amar hace falta una base, un conocimiento y una afinidad real. Cuando las pasiones físicas se apagan, muchas veces evolucionan al amor o a la simple indiferencia.
- Lo que viste fue un espectáculo de magia: las personas no cambian radicalmente de personalidad en unos meses. Si quien conociste al principio no tiene nada que ver con quien es ahora, no significa que le haya poseído un ultracuerpo, significa que al principio te la estaban colando con una forma de ser inexistente concebida para engancharte.
¿Porqué caes en este tipo de relaciones?
En el mercado sentimental basado en dependencias y carencias, todo se mueve por las constantes transacciones de afectos pasajeros regidos por la ley de la oferta y la demanda.
Y en este mercado hay muchas personas necesitadas de que las quieran. Para las cuales cada muestra de afecto es como una recompensa que tienen que ganarse duramente a costa de pagar con autoestima, dignidad y hasta salud física y emocional. Si nos dan aquello que tanto ansiamos, nos desbordamos como un manantial, dándolo todo, entregándonos al máximo y no entendiendo porqué si nos estamos portando tan bien, esa persona amada no nos quiere dar el premio.
Creemos que el amor es como el colegio, que basta con estudiar mucho para sacar sobresalientes y nos frustramos y hundimos cuando debemos afrontar que las reglas aquí son muy distintas. Si no nos aman por lo que somos, tampoco nos amarán por lo que demos.
Para el indiferente, ya te has situado en un nivel tan sólo un poco superior al felpudo de la entrada de su casa. Un auténtico chollo: alguien que se deja usar, traga con todo y a quien sólo necesita engrasar de vez en cuando con dos palabras bonitas para mantener la maquinaria de la dependencia a pleno funcionamiento.
No es que sea malvado. O que sus acciones estén maquiavélicamente calculadas para hacerte daño. Sólo es otro dependiente y en tu historia, es a quien le ha tocado el papel de la oferta, mientras tú representas el de la demanda. Tanto tú como él o ella necesitáis lo que el otro os da. Uno paga con dignidad y otro paga con su libertad y el resultado del negocio es el mismo: tropezarse tantas veces con la misma piedra que tengas que arriesgarte a tomar otro camino. No hay víctimas o verdugos. Sólo personas que buscan en los demás lo que no se atreven a afrontar en ellos.
Si esta es la tónica general de tus relaciones, recuerda que te seguirán queriendo mal si no aprendes a quererte más.