Este mes de octubre empezó de una gran manera, ya que aprovechando la excusa de ver a U2 en el Palau Sant Jordi en Barcelona , pasé unos días fantásticos en Sitges, de donde me traje un par de botellas de su malvasía , procedentes de las peculiares viñas rodeadas de edificios, dentro del Hospital San Juan Bautista de Sitges (pero estos vinos tendrán su momento en el blog una vez probados). Hoy os cuento la historia que me pasó en la comida dominical, en un restaurante al final del paseo marítimo de Sitges ; sus especialidades viajan desde el marisco a los arroces, pasando por algunos platos populares de la gastronomía local. Domingo y calor, pues obviamente restaurante lleno , terraza a reventar aunque afortunadamente tenía reserva ; el caso es que a nuestro lado , en la mesa contigua, se sentó una pareja de mediana edad , que por como hablaban, procedían de la gran ciudad.
La primera impresión que me dio fue que no eran matrimonio, sino seguramente furtivos amantes ; él parecía habitual del restaurante, y conocía el nombre de alguno de los camareros ; tras pedir algún plato típico de entrante, y alguna rareza (debe ser habitual en la zona el arroz sin nada ) , llegó el turno del vino .
Traigame la carta de vinos…
Que los dioses me lleven si miento, pero ella, llamémosla Carme, le comenta a él , llamémosle Albert, que elija el vino que quiera, con ese soniquete que ilumina vuestros ojos en este momento, como si te hiciesen lanzar un penalty tras haberte deshinchado el balón ; Albert pidió un vino de Bodegas Gramona , un Moustillant Blanc Brut , que el camarero sirvió correctamente y con celeridad ; Carme , entendida en vino parece, dijo a Albert que no le apetecía un vino con aguja , mientras él bebía con solaz , disfrutándolo . Albert intentaba convencer a Carme de las bondades del vino, pero Carme solo ponía caras raras mientras se tomaba sus calamares fritos.
Carme por fin se arma de valor, y le suelta a Albert que ella hubiera pedido un Viña Sol de Torres ; Albert se quedó tan blanco como yo, y suelta un “¿qué quieres, que me pegue un tiro?” ; viendo en peligro su posición favorable para la posterior coyunda con Carme, decide llamar al camarero, y con media botella bebida, decirle que el vino está imbebible, con estas palabras literales . El camarero, sin siquiera comprobar el problema del vino, sin duda inexistente, habla con Albert, y le dice que por supuesto les cambia de vino, trayendo bajo el brazo , un par de minutos después el ansiado afrodisíaco del Viña Sol para Carme.
Albert le echó mucha jeta, y el camarero no quiso entrar en líos, supongo que porque era un comensal habitual ; el Viña Sol regó placenteramente el arroz sin nada que tomaron ; durante el postre, Albert recibe una llamada, creo de su señora esposa, y hace llamar al camarero, soltándole un rollo para que le trajese la cuenta lo mas rápido posible, ya que le ha surgido un “imprevisto”. Oí el recibo de la cuenta, parecido a la mía propia, que me confirmó que la segunda botella , corrió de cuenta del restaurante ; mientras Carme y Albert se perdían entre las callejuelas de Sitges, tuve que revisar el nombre del vino desechado, para poder escribir esta entrada.
Albert pudo quedar como un señor, invitando a Carme al vino que ella deseaba, pero alegar un problema en el vino para cambiarlo es de mala persona, y además de un cutre cutre ; espero que después tuviera su justo castigo de vuelta a casa , ya que tampoco dejó propina.
R.
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