Termina el partido, recoges tu botellita de agua, te secas por última vez con la toalla, te despides de los postes si es que ese día jugaron a tu favor y agradeces a tu defensa los servicios prestados de haber hecho algo más que romper el fuera de juego. Te encaminas al centro de campo a realizar esa rutina respetuosa, casi de carácter burocrático podríamos llegar a decir, que supone despedirte del equipo contrario y de una figura en particular. Esta vez sin guantes, la complicidad con aquel individuo que se situaba a más de 100 metros de distancia de ti se nota en el ambiente, una cómplice sonrisa y una palmadita en la espalda por parte del ganador. Con nadie habías hablado durante los 90 minutos salvo por gritos correctores y esta vez llego el momento, intercambiamos unas palabras, nos guiñamos el ojo como muestra de respeto mutuo y marchamos con nuestros respectivos equipos sin poder olvidar que una vez más, pusimos la cara donde el resto puso los pies.
Siempre se ha dicho que para ser portero hay que estar loco. Tus acompañantes son la soledad, un trabajo específico y una responsabilidad llamada perfección. Cada fallo que cometas se compensará con recoger el balón de tus redes. Además si todo esto fuese poco, como premio, más a menudo de lo que desearías te colocan bajo el larguero cual fusilado fueses. Y para que no pases desapercibido te visten de otro color para crear distinción. Distinguido como Juan Valdivieso. El espejo de otros muchos que llevaron vestida su cuerda locura.
Disputó su primer Mundial en 1930 y participó en los JJ.OO de Berlín en 1936. Alterno los campos de fútbol con su oficio, el de ebanista. Leyenda del mítico, Alianza de Lima, dominó el continente sudamericano defendiendo los palos del rodillo negro. Su participación bajo la sombre del largo resultaría siempre fundamental en aquellos partidos tal y como relató su hija en una entrevista para la República de Perú. Pero lo que pocos saben de él es el récord que ostenta. 7 goles en un partido frente al Sportivo Unión, cuando tuvo que jugar como delantero.
‘El Mago’, como así lo conocían, rechazó en múltiples ocasiones las ofertas que le llegaban desde Alemania o Francia para que diera el salto a Europa. Todos los clubes europeos pusieron sus ojos en él tras la gira del Combinado del Pacífico, en el que los mejores futbolistas peruanos y chilenos se unificaron bajo una misma zamarra. Una gira que duró casi ocho meses y en la que se disputaron 39 partidos, donde los técnicos de Inglaterra, Escocia, Holanda, Checoslovaquia, España, Francia, Italia o Alemania quedaron obnubilados del Mago. Él, no obstante, siguió fiel al Alianza. Y como premio, el Karma, Dios o el destino, como quiera que se llame, le premio cuando defendía a su país alzando la inolvidable Copa América del 39.