El 23 de marzo de 1475, Jueves Santo, el niño Simón, de dos años y medio de edad (había nacido a fines de noviembre de 1472) e hijo de un curtidor de nombre Andrés, fue raptado. Se inició su búsqueda, y fue hallado muerto el Domingo de Pascua, día 26. El cuerpecito apareció en una zanja que pasaba por debajo de la casa del chico, y que atravesaba la judería (y media ciudad). Tenía señales de violencia, mutilaciones y desangramiento. Fue hallado por Buenaventura, un judío cocinero de Samuel, uno de los judíos más influyentes de la ciudad. El primer médico que reconoció al niño fue un judío llamado Tobías, el cual firmó que la muerte había sido por ahogamiento, los golpes observados a causa de los choques con piedras y pilares de madera que sujetaban las casas y estaban a lo largo de la zanja. Además, detalló que una herida observada en el pene del niño se debía a un desgarramiento tal vez por un hierro en las aguas de la zanja, que era un vertedero de todas las casas). Se avisó al alcalde, Juan Salis de Brescia, el cual llamó a médicos que certificaron la muerte violenta, no por ahogamiento, pues no había casi agua en los pulmones, además, notaron que los golpes eran semejantes todos, como dados con el mismo instrumento. Pero, además, la herida de su miembro la sellaron como una circuncisión. Esto último, sobre todo, desató que el pueblo culpara a los judíos de la ciudad de la muerte violenta del niño, viendo un crimen ritual en la muerte de Simón.
Varios judíos fueron apresados e investigados por orden del príncipe-obispo de Trento, Juan de Hinderbach. Se llamó como testigo a Juan de Feltre, judío converso, que narró con pelos y señales, los tormentos "a los que los judíos sometían a los niños cristianos en Pascua, para burlarse de Cristo". Dijo que él mismo los había cometido cuando era judío, y por ello había pagado, siendo condenado por la Inquisición a siete años de galeras. Así que entre delaciones, falsos testigos y torturas, los implicados fueron “confesando” cosas como que con la sangre amasaban panes para sus rituales de Pascua, que la vendían a otros judíos a altos precios por ser sangre de inocente cristiano. Israel, hijo del rabino Samuel, dio detalles (como que cortaron la mandíbula, un trozo de pierna derechay del brazo izquierdo al niño y que por esos sitios le sacaron la sangre), nombres, acusó a varios judíos prominentes, los cuales fueron apresados. Treinta en total. El papa Sixto IV y el archiduque de Tirol, Sigmund, invocaron misericordia para los “culpables”, pues dudaban de la legalidad del juicio, pero el príncipe-obispo no les escuchó. Luego de varios meses, quince de los apresados fueron condenados a muerte, luego de serles confiscados los bienes y convertidas forzosamente sus familias.
Reproducción del "martirio" del niño Simón.
Para entender algo de este tema complejo, hay que recordar que el “libelo de sangre” fue un mito que corría de un lado a otro, narrando crímenes de infantes que se sucedían en la Europa medieval. Todo asesinato cruel contra los niños era achacado a los judíos, por motivos religiosos, pero lo cierto es que crímenes execrables ha habido siempre, y los culpables han sido de todo tipo de condición: cristianos, judíos, ateos o musulmanes. En el caso de Trento, hay que decir que un factor determinante en la aversión a los judíos fue la predicación del Beato Bernardino de Feltre (28 de septiembre). Este religioso era muy duro con la usura judía, contra la cual luchó fundando el “Monte de Piedad”, para prestar dinero a bajísimo o escaso interés. Conocemos un sermón que predicó contra estos en Trento, que podemos leer en el Acta Sanctorum, y del que extraigo:“…de los judíos, voy a decir aquí lo que digo en todas las demás ciudades: es decir, que nadie, por lo aprecie su alma, puede dañar a los judíos en persona, o en las posesiones, o de otra manera. Ya que incluso con los judíos tiene que utilizar la justicia y la caridad cristiana, siendo ellos de nuestra naturaleza humana (...) Pero también es cierto que las leyes canónicas prohíben expresamente la familiaridad con los pérfidos judíos; no utilizarlos como médicos; no ir a sus fiestas. Y, sin embargo; he aquí que en [la ciudad de] Crema el judío León dio un banquete durante ocho días por la boda de su hijo y muchos [cristianos] se precipitaron a su mesa, su baile y sus juegos. E incluso ahora todos los enfermos se apresuran a buscar el tratamiento de los médicos judíos. ¿Cómo puedo predicar la verdad y encubrir estos delitos contra Dios y el derecho canónico? (…) La usura de los judíos (…) es indignante, hace a los ricos, pobres, y a los pobres, mendigos.
Y no hay que olvidar que los “humanistas”, que hoy consideramos “padres de Europa” fueron profundamente antisemitas, Erasmo de Rotterdam, entre ellos. Los escritos de estos “avanzados” también tocaron el tema de la “maldad natural en el pueblo deicida”. Tampoco quedaron libres de prejuicios los llamados reformadores protestantes. Los herejes luteranos y calvinistas, aún sin venerar como santos a estos niños, en el siglo XVI removieron y airearon estos casos para promover su antisemitismo, probablemente más furibundo que el existente en el mundo católico. Lo curioso de este caso es el interés particular de un obispo por darle culto, cuando los anteriores son casos sobre los que hubo recelos por parte de la Iglesia en cuanto al culto que debía tributárseles, salvo en España, donde aún hoy se venera a San Cristóbal de la Guardia (31 de marzo) y a Santo Domingo del Val (31 de agosto).
Reproducción de como de veía
el cuerpo expuesto a la veneración,
con los instrumentos de su Pasión.
En el siglo XVI las prohibiciones habían quedado en el olvido, los judíos seguían siendo “culpables” y el culto a Simón de Trento se consolidó. En 1584 el cardenal Baronio incluyó a San Simón de Trento en el martirologio romano, y cuatro años más tarde el papa Sixto V concedió a Trento celebrar la misa y oficio litúrgico propios, lo cual es una beatificación equivalente (aunque normalmente se le llama "san"). Durante siglos, el culto continuó y se estableció. Cada diez años, se celebraba una procesión con el cuerpecito del santito y los instrumentos de su martirio. Hasta que el sentido común fue imponiéndose, y ya desde el siglo XIX, y sobre todo a principios del siglo XX el clero y muchos fieles eran reticentes a aquel culto, que se comenzó a considerar impostado y artificial. En 1955 fue la última procesión, y luego de esto el cuerpo fue sepultado. En 1965 la Iglesia pidió perdón por aquello, exoneró a los judíos que habían sido condenados, y suprimió oficialmente el culto a San Simón de Trento, con condenas explícitas a quien lo promoviese. En 2001, la Iglesia de Trento promovió nuevas investigaciones y volvió a pedir perdón por aquello.
Fuentes:
-“La imagen del judío en la España medieval: el conflicto entre cristianismo y judaísmo en las artes visuales góticas”. PAULINO RODRÍGUEZ BARRAL. Barcelona, 2009.
-“Acta Sanctorum”. Volumen VII. 1657.
-“Ristretto della vita e martirio di S. Simone fanciullo di Trento”. R.P FRANCESCO ROVIRA BONET. 1757.