
En muchas ocasiones nos dejamos llevar por las últimas tendencias de forma automática. Compramos un iPhone porque es el smartphone de moda; nos apuntamos al gimnasio porque se supone que debemos hacer más ejercicio; nos vamos de vacaciones todo el mes de agosto porque es cuando todo el mundo se va; abrimos una cuenta en Twitter porque ahora lo “in” es ser “dos-punto-cero”.
Muchas de estas nuevas tendencias –o costumbres– tienen su razón de ser, y surgieron para cumplir un propósito específico. El problema viene cuando nos subimos al tren sólo porque los demás también lo hacen, sin haber pensado en serio si ello nos aportará algún beneficio. Además de que puede suponer una gran pérdida de tiempo y energía, también puede ser fuente de muchas frustraciones.
Una de esas “nuevas” tendencias de los últimos años es la de la productividad personal, y en específico el método GTD. Paradójicamente, leo muchos comentarios de gente sobre lo complicado que resulta adquirir la disciplina necesaria, o de las veces que han fracasado en el intento. Generalmente el motivo esgrimido para el fracaso suele ser la complejidad de la técnica; la realidad, en mi opinión, es muy diferente.
Cuando uno sigue una tendencia sin pensar, está asumiendo un objetivo que no es el suyo. En esas condiciones es tremendamente complicado adquirir un compromiso lo suficientemente fuerte como para mantener el esfuerzo necesario durante el tiempo que se tarda en conseguirlo.
En alguna ocasión ya he hablado de lo importante que es el compromiso para desarrollar nuevos hábitos, especialmente si esos hábitos son radicalmente opuestos a los que pretendemos sustituir. Y da la casualidad de que la productividad personal consiste básicamente en desarrollar nuevos hábitos.
Consolidar una forma productiva de trabajo, en el sentido más amplio de la palabra, requiere de un deseo genuino, no impuesto por modas, de querer mejorar nuestro rendimiento, de aumentar el grado de control sobre nuestro entorno y revisar lo que hacemos con las metas que perseguimos en mente. Procesar las bandejas de entrada todos los días, planificar los proyectos de forma natural o hacer una revisión semanal de nuestras listas, no son hábitos que puedan adquirirse sin esfuerzo. Y de hecho, requieren un altísimo grado de compromiso.
Así que antes de embarcarte en una aventura como la de implementar GTD, piensa si de verdad es algo que te motiva y te interesa en este momento. Intentarlo simplemente porque tu vecino de escritorio lo hace, o porque todo el mundo en Twitter habla de ello, y no porque has llegado al convencimiento de que de verdad es lo que quieres o necesitas, te llevará a perder el tiempo miserablemente, por no hablar de una tremenda frustración.
Sinceramente, creo que la organización y la productividad personal son habilidades importantes en el mundo que nos ha tocado vivir, y deberías hacer todo lo posible por desarrollarlas. Pero si no estás dispuesto a hacer el esfuerzo que se necesita para lograrlo, es mejor que no lo intentes. Te ahorrarás mucho tiempo y sentimientos negativos.
Y tú, ¿de verdad quieres ser más productivo? Comparte tu opinión en un comentario.
Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.
Foto por Ernst VikneSi te gusta lo que has leído, cómpartelo arriba, danos tu opinión en un comentario y considera suscribirte al blog --es gratis.
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