Revista Cultura y Ocio

Diagnóstico

Publicado el 07 junio 2018 por Ispamaga @is_ma_ga
Esta historia es enteramente verdad porque yo la he imaginado de principio a fin.
   -Boris Vian-

Nací el 31 de enero de 1985. Es decir: el día en el que el Papa vino por primera vez a Ecuador. Algo, si se quiere, digno de ser conmemorado. Pero, aparte de eso, nada de memorable hubo en mi nacimiento.

Muévete que tenemos que salir. En la calle había aumentado la gente que trataba de subir en los buses que los llevaría a la Alborada. Él movió la cabeza con desgano. Mejor anda sola.

Se fue en medio de la pequeña turba que agitaba las manos entre los buses. La lluvia y el lodo no era impedimento para asistir a un evento tan importante. Él estaba en el cuarto, grande y desordenado, miraba las paredes rajadas y con manchas de goma amarilla, la cama sin hacer. Yo no pienso arreglar esto. Se levantó, bebió un trago y salió a la calle para acompañarla. Llegó el Papa, llegué yo.

Hoy, 33 años después, estaba revolviendo los “papeles importantes” de la casa en el cajón donde flotan — entre neblinas de recuerdos — las dudas, los problemas, los orgullos, la historia de vida de ocho personas. Manoseo todo, las fotos, los primeros dientes, el carnet de salud; palpo sin querer, un hueso de muerto.

Sonrío.

¿Qué haces en mi cuarto? Nada, estoy buscando un certificado del pago de los predios urbanos y no lo encuentro. Estira su mano, me mira confuso y me da una carpeta que dice: Municipio de Guayaquil, alcaldía de Martha Bucaram de Roldós. Entre polvo y polillas encuentro lo que buscaba. Me llevo con apuro algunos documentos.

Durante toda mi infancia odié la expresión «hazlo tú sola, tú puedes, mira cómo te las arreglas». A pesar de todo, no había inferioridad, yo era un ser más. Mi madre me trataba con ruido, fuerza, amor e ira. Quería hacer de mí una persona valerosa. Lo consiguió. Siempre que yo salía, ella se quedaba parada en la puerta, estiraba el cuello para ver cómo me iba, luego se echaba a llorar, serena, con una sonrisa hermosa.

Canto con voz suave un tema de Carmencita Lara que suena en el taller. La tonada se mezcla con el olor de caña manaba, el ladrido de los perros y el tufillo de las hojas que tengo en mis manos. Esta escena se parece a una foto que está pegada en la pared, entre guachitos e imágenes de la Narcisita de Jesús, pero, en lugar de tener unas hojas, tenía un zapato.

De pies a cabeza yo soy más bonitaDiagnóstico: paciente de 1 año con manifestaciones de 20 días de evolución, que empezó con fiebre, cefalea, inestabilidad para la marcha, dificultad para mantenerse en pie. A la exploración física del cuello: miembros superiores y tronco aparentemente conservado, ligera debilidad de musculatura abdominal. La canción decía que yo tenía 1 año y estaba en calzón caminando por el taller, el papel decía que yo tenía un año y estaba inválida, para siempre, según los médicos.

Mijita, encontraste lo que buscabas. Sí, mire lo que encontré. Un suspiro profundo le salió del alma, una batalla que venció se le escapaba de su cuerpo como recordando el grito latente que acumula en su cuarto todos los días. Voy a escribir de esto, lo digo tan despacito, casi en secreto a una página en blanco que siempre está muda. El perro ladró.

Aquí tenías un año. El mundo es pequeño pronto nos veremos. Cuando te despertaste te dolía el cuello, la cabeza, la espalda, estabas empapada de sudor y de lágrimas. Fui a la cocina, te di un vaso de agua que lo tomaste sorbito a sorbito, hubiera querido ser yo. Tu mamá te llevó al Hospital del Niño, me quedé con tus hermanos, preocupado porque en ese tiempo no teníamos teléfono. Aunque cociné, no comí nada en toda la noche. Ese día me fumé un cigarrillo con tanto gusto que empecé con otro y otro y así hasta que tuviste 12 años, ahí tu mamá me mandó a fumar al baño.

Buenas noches, entra me da un beso y me pregunta qué pasa, lo ignoro porque me duelen los recuerdos en el pecho.

¿Y la niña? Tiene polio. Diagnóstico: paciente de 1 año… El 08 de Septiembre del 86 él se levanta violentamente, y a grandes pasos se dirige al cuarto, coge sus zapatos negros, se los pone, y acompaña a su esposa al hospital.  Los días siguientes fueron una pesadilla, no teníamos miedo, solo estábamos angustiados en medio de otras familias que sufrían por el mismo diagnóstico. Unos lloraban, otros se peleaban, yo culpaba a tu mamá, tu mamá culpaba a mi mamá, como siempre.

Les ruego que me escuchen. Como ya lo mencionamos anoche, el diagnóstico de sus hijos e hijas indica que su cuadro clínico es compatible con Poliomielitis. Para quienes no conocen del tema, la Poliomielitis es una enfermedad viral que puede afectar los nervios y llevar a parálisis total o parcial de los miembros. Este virus se propaga por contacto directo con la persona infectada, contacto con moco o flema infectados de la nariz o de la boca. Sus hijos se quedarán aquí en cuarentena, hasta ver el avance y los resultados.

Todos empezamos a ponernos nerviosos, me entró el miedo, como a cualquier padre. Era el único hombre que estaba ahí, me dieron unos guantes y una mascarilla empapada de alcohol para que te cargue hasta una habitación que tenía cinco camas. Saliendo de ahí, tuve que cargar a dos jóvenes que estaban en la misma condición que tú. El Hospital del Niño no estaba adecuado para ti pero yo no tenía plata y esas enfermeras hijueputas no se querían acercar porque tenían miedo y cada día, éramos los padres quienes teníamos que atenderlos a ustedes.

Diagnóstico: con manifestaciones de 20 días de evolución. Andre, Camila, Miltón, y Albita compartían la habitación contigo. En menos de un mes ya nos conocíamos todos. El papá de Camila tenía plata, él venía de Cuenca, la llevaron a Cuba a ver si la podían curar, pero se murió en el camino. De todos los que cayeron con la enfermedad tú eres la única que sobrevivió; aunque no podías alzar la cabeza ni hablar, manteníamos la esperanza de que salgas de ahí con vida. Tu mamá y yo nos turnábamos para cuidarte y cuidar a tus hermanos. No hubo ayuda de la familia solo éramos ella y yo y aquí estás preguntando por primera vez en tu vida sobre tu problemita.

Después de los cuarenta días que estuviste en el hospital, fui a casa de mi mamá, le dije lo que te pasaba, lloró y empezó a culpar a tu mamá, como siempre. Me acompañó al Hospital —porque te dieron de alta— y tuve que alquilar una silla de ruedas, eras pequeñísima. Diagnóstico: inestabilidad para la marcha. Cuando saliste, los doctores se pusieron de pie y te abrazaron, tú ya estabas sana, menos de la pierna derecha que no se movía y no sentía.

Mire, y aquí ya tenía la enfermedad o no. No, ahí no. En esa foto tenías 1 año y 4 meses, estabas jodiendo por toda la casa. Esta foto de acá es de cuando te dio la polio, estas sentadita porque no te parabas.

Los días fueron duros, tu papá tenía que trabajar, el taller se le llenaba de trabajo y no podíamos atenderte a ti y atender el trabajo al mismo tiempo, yo ya te quería traer a casa porque en el hospital no podía dormir, me cabreaba la actitud de las enfermeras y, además, tener que recibir a tus tías que decían “que pena, pobrecita”, me ponía de mal humor. Siempre les dije que a mí no me compadezcan que ya es suficiente con sobrellevar el problema. En todo me limitaba a responder sí o no.

Pregunto: cómo caminé, qué pasó, cómo fue ese día. Ahora ando sola y mis padres no han olvidado mis primeros 12 años, nunca lo hablamos pero no importa, es como si nunca haya pasado. Cada foto que les muestro traen recuerdos buenos, lo más interesante es que no me cuentan lo que hay en la foto, me cuentan lo que pasaba fuera de la foto. Ellos habían peleado; él se había ido a emborrachar, ella estaba cansada; él estaba en la gallera, ella cocinado; él haciendo unos zapatos, ella acompañándome a la escuela; él cocinando, ella durmiendo; él con sus amigos, ella con el periódico…

La vecina me dijo que te lleve a donde los chinos de las 4 manzanas y te haga acupuntura, te llevé. Busqué de todo para que camines, hasta me hice evangélico, eso nos ayudó muchísimo, pero después tu mamá decía que no sea pendejo que Dios no escucha. Te llevé a hacer acupuntura, no funcionaba. Corriente galvánica, tampoco. Tenía ganas de tirarte al piso a ver si te parabas sola, pero no lo hice. Tu abuela me dijo que vaya a Nobol, que lleve una foto tuya, una patita de cabra, tenía que ser de plata sino no funcionaba, una foto de tu mamá y una foto mía, lo hice. En Nobol estaba la Narcisita de Jesús había muchísima gente queriendo hacer «el ritual de la foto del milagro» y me metí entre unas viejas lloronas y logré poner la fundita con todo ese amarre  y entre golpes e insultos, salí satisfecho.

Diagnóstico: dificultad para mantenerse en pie. Dos días después, te paraste sola de la silla y entraste al taller a decirme que tenías hambre, desde ahí botamos la silla y tu mamá se sintió libre. Milagro, no lo sé, quizás solo fue fe.

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