Revista Pareja

Diario de cuarentena: el Valor del chocolate

Por Cristina Lago @CrisMalago

Diario de cuarentena: el Valor del chocolate

Querido diario,

Hoy vengo a contar la noticia más deliciosa (en todos los sentidos) de los últimos meses. La crisis multiplica las ventas de dulces y Chocolates Valor sube el sueldo un 20% a los empleados. En esta extraña guerra que estamos librando contra lo invisible, no necesitamos armas: necesitamos chocolate. Sin duda, esto debe ser una señal de la evolución de la especie humana. Darwin estaría contento.

Con el paso del tiempo me pasa una cosa muy curiosa. El día en sí se me hace muy largo, pero si lo observo de semana en semana, se me ha pasado rapidísimo. Por lo que parece, estaremos confinado un par de meses en total. En realidad, no es mucho, aunque hay que reconocer que le estamos sacando todo el drama posible a la situación. A mí me fascina lo de enviarnos mensajes con los amigos para decirles la ilusión con la que ansiamos verlos y abrazarlos, que pareciera que fuésemos amantes rusos separados por la guerra en la época del Doctor Zhivago y no gente que se estaba yendo de copas hace mes y medio. ¡Cosas del apocalipsis!.

Y a propósito de los toqueteos entre congéneres: parece que tendremos que evitarlos durante un tiempo, y también esos dos besos preceptivos que son el buque insignia del efusivo saludo español, y una auténtica tortura para las personas que tenemos la desgracia de poseer un olfato más fino que un perro de la Brigada Antidrogas (podría haberme tocado un excelente oído o una vista de halcón, pero no). Si todo quedase en casa y entre amigos, allegados y seres queridos, sería fantástico, pero es que resulta que somos tan cariñosos que también tenemos que dárselos a personas que no conocemos de nada. Y por ahí ya no paso.

Después de toda una vida tratando de esquivar este tipo de saludo con todo tipo de añagazas y excusas (desde que tenía un catarro sumamente contagioso, hasta que había hecho un voto de castidad), resulta que ahora ya tengo la excusa perfecta para evitarlos, como mínimo, durante todo este año. Estoy que no quepo en mí de gozo.

Para goce, el de poder decirle a nuestros niños que pronto podrán darse un paseo con sus bicis y patinetes al aire libre. Es la última medida anunciada por el Gobierno, que además ha pedido perdón a los infantes por marearlos con el esto sí, esto no, esto me gusta, me lo como yo. Lo de pedir perdón al ciudadano medio no es que sea muy común por estos lares y en teoría debería significar que la nueva resolución es la buena y la que vale, pero aun con eso, no descartamos unos cuantos cambios bipolares más en el transcurso del fin de semana, sólo para darle emoción al asunto (y poder generar 1.000.000 de memes más).

Porque si algo hacemos muy bien en nuestra tierra, es poner al mal tiempo buena cara y nuestra especialidad es ese humor de supervivencia que, al contrario de lo que algunos creen, no desvaloriza las muertes, no rebaja la tragedia ni minusvalora las pérdidas. Es un humor, el que tenemos en estos tiempos, de me río por no llorar. Habrá tiempo para recordar a los que se fueron, habrá tiempo de vivir los duelos, de tomar consciencia de lo que ha sucedido, de enterrar a los muertos, pero mientras la incertidumbre nos rodee y el miedo arrecie, necesitamos el humor. Y el chocolate.

Hoy seguimos preparando nuestro proyecto de sábana reivindicativa, pero como suele pasar, los planes con niños de 3 años que implican manualidades, nunca salen exactamente como estaban planeados desde un inicio. Todavía no entiendo muy bien cómo hemos pasado de empezar a hacer un cartel protesta a realizar un castillo de cartón super barroco que ríete tú de la obra del Escorial, pero ese es el principal encanto de esta vida: que es imprevisible.

Imprevisible también el clima de esta primavera, que nos va regalando un día gris, un día de sol, con una alternancia tan salomónica, que parece hecha aposta por algún diosecillo juguetón con ganas de marcha.

Yo ya me voy a acostumbrando a casi todo, aunque espero que el día que nos  toque salir por fin, sea como en las películas y salga un sol tan radiante como la mirada de un niño que el 27 de abril, pise por primera vez la calle.

Nos vemos en los balcones

Continuará…

ó

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