Revista Pareja

Diario de cuarentena: Primavera non è piú

Por Cristina Lago @CrisMalago

Diario de cuarentena: Primavera non è piú

Querido diario,

Hemos estrenado el día 21 de cuarentena. En poco más de una semana, habremos estado confinados durante un mes. No sabemos cuánto queda todavía para salir.

La pandemia ha alcanzado números de vértigo y ahora todos tenemos familiares, amigos y conocidos que están contagiados o que están muriendo a causa del virus. La magnitud de todo esto parece tan enorme que es difícil asimilarla de golpe y hay que desmenuzarla en trocitos de información que almacenamos en nuestros cerebros como los frutos secos que guardan los roedores para sobrevivir al invierno. A veces dan ganas de ser como Felipito, el personaje de Mafalda y decir aquello de: Apenas la realidad se ponga linda, me avisan.

En el exterior, la primavera se desenrolla como una alfombra persa, llamando a salir a un mundo de puertas cerradas: pareciese más verde, más feral que nunca, aunque puede ser que mi percepción esté distorsionada por mis ganas de salir afuera y (ahora mismo) rebozarme entre margaritas y doparme ansiosamente con el olor de la hierba verde recién cortada. En los interiores, se instaura la apatía y se diluyen muchos de los buenos propósitos de los inicios.  Nada más salir del Mercadona, en torno a un cubo de basura enorme, destinado a los guantes de plástico, se ven los ídems tirados por el suelo. Increíble en el contexto de una pandemia que empieza por echarle el diente a un murciélago en un mercado guarro.

Añoramos los viejos vicios, compramos más chocolate, abandonamos nuestros nuevos deportes, nos vamos hartando de los House Party y las llamadas interminables. Los tranquilos caen en un sopor apático en el que no les apetece más que estar todo el día en cama. Los obsesivo-compulsivos pierden el interés por las limpiezas generales. Los Masterchef, vuelven a los guisos de siempre, cansados de experimentos de pronóstico reservado. Los niños empiezan a no adaptarse tan bien al confinamiento. Las pequeñas transgresiones, los paseos clandestinos, se multiplican. La gente vuelve a preocuparse por sus problemas previos al coronavirus. Los autónomos recibimos puntualmente la cuota de fin de mes y evaluamos si cortarnos las venas o dejárnoslas largas.

Le he cortado el flequillo a mi hijo y él me ha cortado el pelo a mí. Ahora él parece un Beatle y yo un personaje de anime, pero no importa ¿quién nos va a ver? Hacemos manualidades para el colegio, las enviamos por correo. La profesora nos llama, nos dice que le hablemos al niño de ella, para que no la olvide y se me pone un nudo en la garganta y me entran ganas de llorar por enésima vez esta semana.

Tras llevar tanto tiempo acompañando a personas en sus duelos, estudiando este proceso y sus etapas, intentando entenderlo e interiorizarlo, sé que esta es una fase normal. Nos ha caído encima un gigantesco proceso de duelo a nivel planetario: estamos atravesando por una crisis, por muchas pérdidas y sobre todo, con la confrontación del ying y el yang del ser humano en todo su esplendor. El oportunismo y la solidaridad, el egoísmo y la generosidad, lo heroico y lo mezquino, la caza de brujas y las redes de ayuda, los aplausos en los balcones y las incompetencias administrativas…Esta especie, con sus luces y sus sombras, tan desconcertante en todas sus paradojas, como merecedora de salvarse a pesar de todo.

Si mi previsión sobre las fases del duelo está siendo acertada, todavía nos queda un largo trecho. No sólo el que va desde hoy hasta el día en que salgamos de casa o volvamos a hacer vida normal, sino todas las consecuencias sociales, económicas y emocionales de lo que hemos vivido. Mi mente, que siempre tiende a pensar en futuro, se anticipa y prevee un panorama de muchos desafíos y enormes posibilidades de crecimiento, y a su vez, nuestra ancestral tendencia de volver corriendo a los brazos de Papá Estado a ver si el presidente inútil de turno resuelve nuestros problemas. Me pregunto qué fuerza mayor ganará esta vez.

Pero en esta parte de la historia, os puedo decir que ya deberíamos empezar a dejar de preguntarnos ¿cuándo saldremos? y empezar a plantearnos ¿qué haremos cuándo salgamos?.

Disfrutemos mucho de la primavera, aunque sea por la ventana.

Hoy aplaudiré especialmente por todo el profesorado, que tienen que bregar estos días con padres sobrepasados y una Consejería de Educación empeñada en lo imposible y aun con todo, tienen el detalle y el cariño de preocuparse de si sus alumnos están bien y se acuerdan de ellos.

Nos vemos en los balcones.

ó

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