Corría el mes de noviembre de 2013 cuando los ánimos de algunos y las aficiones propias, quizá largamente reprimidas, me decicieron a iniciar esta aventurilla de escribir un blog de gastronomía; sin un rumbo determinado más allá que el que los ánimos y las experiencias fuesen marcando.
Había que elegir un nombre para el recién nacido, tarea siempre difícil. Quiso la casualidad que por aquellos días estuviese leyendo una novela de Benito Pérez Galdós: Tormento. Y un diálogo de la novela me regaló el ansiado título: el cocidito de siempre.
“Cada vez que entro en mi casa se me caen las alas del corazón. ¡qué desorden! Esto parece una leonera, ninguna cosa en su sitio. Eres una desastrada… Dios mío, ¡Qué cocina! Tú no piensas más que en componerte. ¿Qué has puesto para comer?
-¡Oh! No te apures… El cocidito de siempre…”
Se me antojaba que Galdós en ese diálogo rendía una suerte de tributo a ese puchero que ha sido sustento, a veces casi único, de tantas familias españolas durante no sabría decir cuánto tiempo. No te apures, hay cocido, todo está bien: no nos falta el cocido.
Hablar de cocido en el blog del cocidito de siempre es como volver a las raices. Y en este mismo sentido se expresaba magistralmente Felisa Zamorano en Valencia del Ventoso en su discurso después de ser galardonada con el Garbanzo de Oro: Felisa narró con hondura de sentimiento los recuerdos de infancia y juventud que le traían los aromas que exhalaban las ollas que se alineaban bajo la frondosa arboleda que circunda las instalaciones de la piscina municipal.
Hablar de cocido es volver a las raices, para este blog y para muchos más. Mi padre recuerda siete años de internado a golpe de cocido diario, excepto los jueves y los domingos; mis tías rememoran el cocido de todos los días en el pueblo. Y es que para muchos extremeños, para muchos españoles, el cocido con más o menos sacramentos, presas o avíos, según se pudiese, fue el guiso diario durante muchas décadas, quizá centurias. Y para otras generaciones que no vivimos ese codido diario, los olores de la olla de garbanzos nos traen recuerdos de niñez, de madres y de abuelas, de mañanas neblinosas de invierno, de cocinas de azulejos blancos que se empañan de vapores que huelen a garbanzo y a tocino añejo.
“El niño contempla el milagro
Que su abuela realiza, sin prisa,
en calma de limbo familiar
mientras el pote del cocido
madura al fuego.
Guiso, bondad, cariño de abuela
que hila y cocina…”
Mirada Blanca. Entre niebla y sentimiento.
Carlos Casado Cuevas
La carretera discurre entre dehesas, algunos viñedos y olivares, baldíos y otros campos de cultivo. Llegamos a Valencia del Ventoso y no tardamos en localizar la piscina municipal. Una frondosa arboleda, un ambiente festivo, una hilera de hogueras con sus ollas humeantes y una cálida bienvenida de los responsables municipales auguraban una jornada prometedora.
Había sido invitado para participar en el jurado del Concurso de la Feria Gastronómica del Garbanzo, compartiría deliberaciones y sensaciones con Felisa Zamorano, Matías Macías y Fernando Valenzuela de la Cofradía Extremeña de Gastronomía; Juan Pedro Plaza de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo; Soledad Ortega, que representaba a Slow Food Extremadura y Pepe Valadés de la Asociación de Cocineros y Reposteros de Extremadura. Un honor compartir mesa con este jurado, uno se se siente pequeño entre tanto saber sobre el sabor.
Un carpa albergaba una feria de muestras con representación de municipios y productos de la comarca, nos explican que es el primer año que se celebra: no cabe duda de la voluntad municipal de consolidar la Feria del Garbanzo como un hito señalado en el calendario festivo y gastronómico y no cabe duda de que están en la senda acertada. Desde hace veintinueve años se celebra el Día del Garbanzo y desde hace seis, la Feria Gastronómica. Valencia del Ventoso ha sabido dar el protagonismo que merecen sus excelentes garbanzos. Algunas fuentes escritas y la tradición oral dan fe de la antigüedad del cultivo y la calidad del garbanzo de Valencia. Sus feraces tierras son propicias para el sembrado de la sabrosa legumbre, pero son el trabajo, el saber y la bonhomía de los valencianos los que hacen posible este regalo de sabor y textura.
En el acto de inauguración los discrusos institucionales precedieron a la entrega del Garbazo de Oro a Felisa Zamorano. Felisa rememoró cocidos de infancia y a mí me vienen a la memoria páginas de la Cofradía Extremeña de Gastronomía de otros tiempos: inolvidables unos gazpachos que elaboró y glosó con maestría en el patio de su casa, en Llerena, hace ya bastantes años, porque Felisa fue maestra en la escuela y maestra en los saberes culinarios. Merecido galardón: ¡enhorabuena, Felisa!
Un paseo entre las ollas de las peñas concursantes: humos de leña de encina, vapores que escapan de las ollas portando aromas de tradición, borbotones de un día festivo que presagiaba una ardua labor para el jurado. Diecinueve cocidos, diceinueve peñas dispuestas a ponernos las cosas difíciles. De entre tantas sensaciones placenteras, una me reconforta especialmente: por si alguien un día ha podido pensar que el cocido pertenece a una cocina antañona y demodé, la juventud de los miembros de muchas peñas allí estaba corroborando la vigencia de un guiso de siempre, un guiso con historia, con pasado pero con mucho presente y más futuro.
Llegada la hora de la verdad, dicienueve cocidos: diecinueve platos de garbanzos y diecinueve platos de presas desfilaron por la mesa e impregnaron nuestros paladares de sabores y aromas que evocaban tierras fértiles labradas con esmero, chacinas sabiamente curadas y tiempo, mucho tiempo: cocina pausada, hospitalaria, entrañable, cálida. Dicienueve cocidos, todos con esencias de tradición, cada uno con su personalidad, una verdura más, una verdura menos, alguna hierba, una chacina que predomina más que otra… No es tarea fácil pero hay bastante unanimidad en el veredicto. Y sobre todo, unanimidad en desear una larga andadura a esta Feria de del Garbanzo.
Muchas gracias por habernos permitido compartir y disfrutar esta jornada que, sin duda, quedará entre las que se recuerdan con afecto.