Revista Sociedad

Dos Españas

Publicado el 19 febrero 2013 por Abel Ros

Los discípulos de Marhuenda  pasarán de puntillas por aquellas noticias que suelten toxinas contra las cúpulas de la derecha


Dos Españas
ecía Joaquín, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Alicante, que en España aún siguen abiertas las heridas de la Guerra Civil. Decía este rojo de las aulas mediterráneas que: "si juntamos en un bar, al hijo de un republicano con el hijo de un franquista, probablemente terminen peor que el rosario de la Aurora".  Las palabras de Joaquín las he llevado siempre conmigo y, la verdad sea dicha, con los años le doy toda la razón. A día de hoy, todavía siguen vivos los bandos de la contienda. Tales bandos – rojos y azules – son los que impiden el desarrollo de una crítica objetiva con los tiempos que corren.

Las dos Españas, que decíamos atrás, se manifiestan continuamente en la prensa que cuelga en el quiosco de las mañanas. Los medios reproducen los paradigmas de los tiempos de contienda. Mientras las columnas de José María Ansón, Ussía, Alfonso Rojo, Pedro J. Ramírez… saben al aroma conservador de la Derecha. Los artículos de Gabilondo, Vicent y Sopena marcan la  pauta de sus editoriales progresistas. Es precisamente este corsé discursivo de los unos – la Caverna – y los otros – la Izquierda -, el que estrangula a la crítica y la convierte en una mercancía más del clientelismo partidista que nos gobierna.

Las portadas de ABC nunca tirarán piedras al tejado de la Monarquía. Los discípulos de Marhuenda buscarán siempre el dato que favorezca al PP y pasarán de puntillas por aquellas noticias que suelten toxinas contra las cúpulas de la Derecha. El Plural de Sopena no le llevará la contraria a las siglas de Rubalcaba. 

Si la intuición no me falla, diría que el diario de Ignacio y sus excompañeros de  Público callarán como tumbas todo aquello que manche la alfombra roja de sus clientes de pantalla. La adhesión al grupo y la etiqueta del periodista en los círculos de la derecha o en los ciclos de la izquierda impide que los lectores oigan voces discordantes con el mitinero que les seduce.

Después de cuatro años de crisis, la denuncia de los sobresueldos del PP por parte del diario de Pedro J. ha enfadado en las redes sociales a muchos fieles del Mundo o, lo que es lo mismo, seguidores de la Derecha. Leyendo tuits, antes de poner el móvil a cargar, me sorprendió uno que decía: "la portada de Ramírez es la mayor falta de ética periodística que ha existido en treinta años de democracia". Es precisamente esta confusión entre ética y crítica, la que encierra a los periódicos de la España "plural" en sus cuotas rojas y azules de mercado. Cuando el diario se sale o "contradice" su línea editorial, como expresión de su condición libre en el ejercicio de informar, la "partidocracia mediática" pone su grito en el cielo. Lo pone, confundiendo ética y libertad.

Por ello, queridos amigos y amigas, le doy la razón a Joaquín. Le digo que sí y pienso como él. En días como hoy, lamentablemente no existe una corriente de intelectuales libres e independientes con la realidad social. Hay, y mucho además, opinadores sueltos que día tras día pisan estudios de radio y platós de televisión para decir lo que se esperan que digan por parte del soberano consumidor. Ante ello, la crítica ha perdido la batalla que ganó en los tiempos de Unamuno. El intelectual – que no el opinador – es aquel que critica desde la butaca de su libertad. El intelectual – que no el opinador – cuestiona al poder y las instituciones de hoy. El intelectual – que no el opinador – defiende la individualidad, o dicho de otro modo, no vende su discurso al corsé editorial. Mientras sigamos recreando los bandos del ayer, el intelectual ha muerto en las Españas de Joaquín . Punto y seguido.

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