Reproduzco a continuación este artículo por el interés que para mí contiene, al tratarse de un negocio de elaboración de pan y por desarrollarse en un momento de crisis, por todos conocida, y por amplios sectores de la población sufrida.
@Patricia Villarruel– publicado en www.cotizalia.com del día 01/10/2010
Hace tres años queFranklin Guayta(ecuatoriano, 42 años) dejó de amasar pan en la nave de 600 metros que compró en el polígono industrial de San José de Valderas, en Leganés (Madrid). Ahora sólo supervisa la elaboración de lasdiez mil unidades que cada día salen de los hornos de Ecuapan.La empresa abastece la demanda de un centenar de clientes. Locutorios, restaurantes, tiendas y panaderías, étnicas y las de toda la vida, esas que en sus ventanales anuncian que en el interior “se vende pan ecuatoriano”.
Ecuapan es en España un icono del denominado “mercado de la nostalgia”, que creció al calor de la llegada de miles de inmigrantes (según las últimas estadísticas del INE, de los 5,7 millones de extranjeros, 395.069 son ecuatorianos –más de cien mil han obtenido la nacionalidad española en los últimos años-).
Franklin Guayta, metro sesenta, sonrisa afable y mirada nostálgica, comenzó el negocio en un local de 70 metros en pleno corazón del distrito madrileño de Pueblo Nuevo.Un horno de cuatro bandejas, cien panes diarios y 40 euros de ganancias.Corría 2004. Más de 12.000 ecuatorianos residían por ese entonces en la denominada “Pequeña Quito”. Funcionó el boca a boca y ayudó la aparición del establecimiento en un reportaje en el programa “Ecuador Latitud Cero”, de Localia. Seis meses después, cada tarde, medio centenar de personas aguardaban en fila para llevarse a casa el pan con “sabor a su tierra”.
Fue el primer pico de éxito. Luego vino lo natural, la expansión. “Al principio creía que bastaría con hacer pan para una tienda pero sin pensarlo nos vimos desbordados”, comenta parapetado en su timidez andina. En la actualidad hay una treintena de panaderías de la cadena Ecuapan repartidas por todo el territorio español.
Víctor Manuel Paladinesapostó en 2005 por la enseña. Inauguró la primera tienda franquiciada en el barrio madrileño de Cuatro Caminos (hay 16 locales bajo este modelo). La apertura de una segunda está en camino y no descarta probar suerte en Inglaterra. En un “buen día” puede ganar hasta dos mil euros.
¿Qué secreto esconde el pan ecuatoriano? “Es totalmente artesanal y se prepara con aceite, margarina, huevo, harina, agua y sal; el español, sólo con harina, agua y sal. Nuestras tartas tienen más bizcocho; las otras, más nata”, explica Guayta.
Meses atrás, Ecuapan amplió su catálogo de productos para atender la añoranza gastronómica de otras colonias de inmigrantes, la colombiana y la boliviana. A los cachitos (cruasanes), las trenzas de dulce, las melvas (galletas bañadas en chocolate), los enrollados (las napolitanas) se sumaron el pan de bono (se elabora con harina de maíz, almidón de yuca, queso y huevo), la papa rellena, los buñuelos, las salteñas (empanadas) y el pan araní (pan rústico con queso).
Guayta factura alrededor de 1.600.000 euros anuales aunque vende un 30 por ciento menos desde que estalló la crisis.No ha prescindido de ninguno de sus 30 empleados. Cuando se redujo la demanda de panes, este autónomo (4.435 ecuatorianos trabajan por cuenta propia) montó una fábrica de helados de frutas tropicales. Llegó a vender 4.000 en un día. No es un hombre rico (o eso dice). Conduce un coche de segunda mano y vive solo en un piso modesto. Huye de los lujos. Se compró una casa en Seseña. Ha invertido en Ecuador. Su ex esposa y su primogénita están al frente de dos de las doce panaderías de su propiedad. De su segundo hijo apenas habla. Lo vio crecer en foto. Hay poca química entre ellos. Es la cara y cruz de la inmigración.
Aprendió el oficio con 10 años, en la panadería de sus padres en Santo Domingo (una ciudad de medio millón de habitantes, a 133 kilómetros de Quito). Migró cuando colapsó el sistema financiero ecuatoriano, a finales de los noventa. Cuidó ancianos en Galapagar. Trabajó en pastelerías, en Villalba y Las Rozas, hasta que decidió montar una propia.Jamás necesitó recurrir a la banca.Para empezar con un capital de 10.000 euros vendió un piso. Los últimos 600.000 euros que invirtió en la ampliación de los hornos de Madrid y Barcelona salieron de su bolsillo.
Unos cierran, él sigue abriendo tiendas (la siguiente en Palma de Mallorca). Piensa en expandir el negocio. En volver a los orígenes, a su Ecuador, con una línea de barras de pan precocido. Ahora la idea la exporta desde España.