Revista Vino
Haber nacido en uno de los pueblos de referencia de una DO (la de Terra Alta, en este caso) no te da ventajas especiales. Haber mamado desde los primeros dientes esto del vino, tampoco. Puedes encontrar tu camino con mayor o menor dificultad, los dioses tienen que darte talento, sensibilidad, suerte y buenos compañeros de viaje. Y, además, en términos de algo tan complejo como es embotellar el espíritu de tu tierra con las variedades que le son más naturales, diez años suena casi a diez millones de años para la adaptación de la lámpara de la luciérnaga (que muestra una eficiencia del 95%: todo un cuerpo dedicado a dar luz casi sin consumo...). Edetària, Joan Àngel Llaberia y sus socios, empezaron a hacer vino en 2003 en Gandesa y embotellaron su primera cosecha en 2004. Este viernes celebramos, con unos amigos, su décimo cumpleaños. Lo dicho: en términos veterotestamentarios o en términos darwinianos, diez años es un mínimo guiño de ojos de Baco que parece estar diciendo "estoy empezando a pensar si les doy algo a estos..."
Les ha dado, vaya si les ha dado...La Terra Alta es, en mi humilde opinión, una zona de Catalunya que tiene que despojarse del mal sueño que significan sus hermanos (DO y DOQ) del norte y el este; es una DO que tiene que encontrar sus señas de identidad, no tanto en uvas que sean muy minoritarias y de las que existan pocas Ha (así es fácil ganar un poco de notoriedad entre los locos del asunto), sino en uvas que sean, realmente, las que dieron forma a la conciencia vitivinícola de la zona, uvas mayoritarias y plantadas en los diferentes terruños de la zona, en las zonas de panal, en las zonas más de arcilla, en las canteras calcáreas...Ahí es, precisamente, donde el trabajo de Joan Àngel y Edetària está dando un salto exponencial. Si los primeros Edetària selecció blanco ofrecían una selección y variedad de uvas (y hay que confesar que el 2005 y el 2011 me parecen soberbios vinos, con una capacidad de envejecimiento impresionante), el Edetària Selecció Blanc 2012 ya es monovarietal de garnacha blanca, que es lo que hay que saber trabajar bien en la zona.
Maderas de mayor capacidad, mucha mayor reflexión en los tostados y en cómo se hacen, menos cantidad de fermentaciones agresivas, más libertad y volumen para la fruta...este 2012, que todavía es un vino que tiene que pulirse en botella, muestra el nuevo camino de Edetària, no tanto una evolución, cuanto una "retrovolución " (y que me perdone José Manuel Blecua): volver a la esencia de las uvas de la zona con métodos más de la zona y mayor comprensión de la capacidad de esas uvas. Miel de romero, acidez y tensión en camino de redondearse con el reposo, mineralidad suave, frescura natural a pesar del grado, intensidad matizada, flor de tilo, membrillo crudo.
El nuevo Via Edetana Negre 2012 es el otro ejemplo que quería proponer del "menos es más" y de la retrovolución: garnachas peluda y fina, con cariñena, este vino potencia la fruta negra que está en su corazón (moras en su punto), tanto como la roja (arándanos), menos madera, volúmenes mayores de madera también, y una sutil y muy bien trenzada reflexión sobre el trabajo que las lías tienen que jugar en la pervivencia y disfrute de una garnacha. Algo que los viejos del lugar quizá recuerden: lías que dan volumen y profundidad y complejidad a un mosto que no va sobrado de según qué cosas...taninos que procedían más del raspón que de la madera donde maduraba el vino. Vino para un disfrute cercano, quizá, vino que otorga a esas extraordinarias garnachas la luz, el volumen y la frutosidad que merecen.
Podría haber dedicado este texto a hablar de vinos que todo el mundo conoce y ha disfrutado (Edetària Selecció Blanc 2005 ó 2011, que son, sin más, dos de los mejores vinos blancos del Levante) o de vinos que casi nadie va a conocer ni disfrutar (1100 botellas de una cariñena monovarietal salida de un viñedo en una cantera, de 80 años: algo para beber y callar este Les Pedrisses 2011, realmente un vino muy especial). Me ha parecido de mayor interés intentar describir (con dos vinos) la evolución de Edetària en estos diez años (ocho de los cuales, pasados por Joan Àngel en compañía de su ángel comunicador, en la foto inferior: un homenaje a una historia que, también, está haciendo que la bodega vaya siendo otra cosa). En ellos, el contador de historias amable y de probada bonhomía, educado y seductor, hospitalario y campechano, Joan Àngel Llaberia, está reencontrando el origen de sus raíces, está expresando cada vez mejor la esencia de su tierra. Es muy buena noticia: Joan Àngel sigue en movimiento, siempre inquieto y progresando, buscando y pensando, es consciente de los pasos que da y está ya encontrando la forma de contarnos una nueva historia de la Terra Alta en sus botellas.