Los diarios nos cuentan todos los días, algunas veces con más tino que otras, sobre los enemigos invisibles que nos acosan desde el momento en que nos levantamos y hasta el mismo instante en que nos acostamos otra vez.
Estos contaminantes que nos rodean pasan desapercibidos, son silenciosos, casi como si estuviesen diseñados para erguir su espada del mal sin que nosotros nos demos la más mínima de las cuentas. Y es así, incluso son capaces de engañar a más de uno con la idea que si una actividad es realizada por el hombre y para el hombre -antropogénica que le dicen- justifica la generación, transformación o movilización indiscriminada de uno de estos típicos villanos.
Claro, el problema es que antes o después, todos -y cuando digo todos… es todos- nos vamos a encontrar cara a cara con ellos, y nadie ni nada va a poder evitar las consecuencias. Así que bien, dicho esto a modo de introducción, es un buen momento para hablar de uno de estos villanos, que no siempre fue villano (Iron Man Style) y que, incluso hoy con todo lo que se sabe de sus efectos negativos en la salud humana, sigue insistiendo que una parte de él aún no se entregó a las miserables garras del mal.
Vení, acá está… es el arsénico, un metaloide
Créditos: adaptado de Adrià Ariste Santacreu/Flickr
Es uno de los contaminantes más comunes de la tierra, no solo por su generalizada presencia (de América a Oceanía, de oriente a occidente, ni la Antártida se salva) sino por el hecho que es altamente soluble en agua, lo que hace que se distribuya fácilmente y alcance a todos los organismos vivos. Hasta el año 2009 existían registros del arsénico en más de 70 países afectando a más de 226 millones de personas en todo el mundo (datos del 2012) a través del agua de bebida, inclusive Argentina (4 millones de personas expuestas), India, Chile, China, México, y Estados Unidos entre tantos otros. Hay numerosas fuentes de arsénico, naturales y antropogénicas -un término que ahora lo manejamos muy bien-, que incluyen plantas productoras de energía a base de carbón, minería, quema de vegetación, actividades volcánicas y actividades microbianas, por ejemplo. Su amplia distribución se debe a que la misma ocurre por procesos de percolación (lixiviación: desplazamiento de sustancias solubles), o por volatilización asociada a partículas del aire que son esparcidas por acción del viento y que en algún momento se vuelven a depositar en la tierra.
¿Héroe o villano?
Lucrezia Borgia. Fuente: Wikimedia Commons
La historia del arsénico se remonta a la antigüedad y sus usos han sido de los más variados, de los más sublimes a los más perversos. El arsénico era conocido como el Veneno de los Reyes, Nerón (Emperador de Roma en el año 54 D.C.) lo utilizó para matar a su medio hermano, Britannicus, y así llegar al poder. También fue muy utilizado en el 1500 D.C. por la familia Borgia (aristócratas italianos con una extensa historia criminal), en particular por Lucrezia, quien para llevar adelante sus lúgubres planes recurría a la daga y a un compuesto de arsénico que tenía nombre y todo, la famosa Cantarella. Mucho antes, Hipócrates (el padre de la medicina moderna nacido en el año 460 A.C.) utilizaba una solución arsenical para el tratamiento de ulceras y abscesos.
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Complejo arsenical en obleas. The Cosmopolitan Magazine, febrero de 1896 . Créditos: Nesster/Flickr
En el 1786, Thomas Fowler, un físico británico, desarrolló la “Solución de Fowler” –Autoreferencial, muy común en la ciencia- que contenía un 1% de arsenito de sodio (NaAsO2) en solución y que era utilizado en el tratamiento de enfermedades como la malaria, la sífilis, el asma, etc… En 1878, en Boston, la “Solución de Fowler” fue utilizada para el tratamiento de la leucemia mieloide crónica, siendo reconocida como tratamiento hasta el año 1931, cuando fue remplazada, debido a sus efectos negativos, por la radioterapia y otras drogas quimioterapéuticas. Incluso fue reconocido como agente embellecedor.
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Dr. Paul Ehrlich and Sahachiro Hata. Fuente: Wikimedia Commons
Algunas de sus aplicaciones más benévolas, al menos en la intención, incluían la agricultura ya que se utilizaba como plaguicida, preservador de la madera, etc…Alrededor del 1900 (1912 para ser exactos) un físico alemán llamado Paul Echrlich desarrollo el Neo-Salvarsan a partir del Salvarsan que era un producto que ya se encontraba en el mercado y que había sido desarrollado también gracias a él y sus primeros estudios sobre el arsénico. Tanto el Salvarsan como el Neo-Salvarsan fueron incluidos en el año 1914 en el “American Medical Association’s Handbook of Useful Drugs” para el tratamiento de estas enfermedades. Incluso, llego a ser utilizado junto con el mercurio a quien, quizá en algún momento dediquemos unas palabras. Esto convirtió al Neo-Salvarsan en la reconocida “bala de plata” para el tratamiento de la sífilis hasta que se discontinuo su uso en 1940 debido al descubrimiento de la penicilina, y a que ya se había comenzado a reconocer al arsénico como potencialmente peligroso. Lo curioso es que ya en el siglo XIX existían registros de los peligros de la exposición crónica (continuada en el tiempo, incluso a bajas dosis) y aguda (exposición puntual a una dosis considerable) al arsénico.
¿Dónde estamos hoy?
La comunidad académica y médica reconoce al arsénico como un elemento tóxico capaz de promover todo tipo de enfermedades en los seres humanos, afectando a prácticamente todos los sistemas. Se le reconocen efectos en el sistema reproductivo, nervioso, cardiovascular, hepático, endócrino, respiratorio, entre otros, y dese 1980 se lo ha asociado con varios tipos de cáncer (de piel, vejiga, etc…). Hoy en día la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) lo clasifica, junto a algunos primos hermanos (compuestos de arsénico), dentro del Grupo 1: Carcinogénico para los Seres Humanos. Incluso así, hoy existen formas de arsénico (como el trióxido de arsénico) que se investigan como posibles tratamientos para algunos tipos de cáncer combinados con otras drogas, en las nuevas terapias multi-drogas con el fin de detener el crecimiento de las células neoplásicas (tumorales). Hay en el mercado drogas basadas en este principio como el Trisenox, que hoy es utilizado en enfermos cuyo cáncer (Leucemia Aguda Promielocítica, APL) es recurrente y que no han respondido a otros tratamientos.
Bonus track: En la medicina tradicional China diferentes formas de arsénico son utilizadas, e incluso, han sido reconocidas en el año 2005 como medicamentos orales por el Comité de Farmacopea China.
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*www.med.stanford.edu
Bióloga y Doctora en Química Biológica, trabajando actualmente en Ciencias Biomédicas. Amante de la innovación, fiel creyente de la educación y militante de la ciencia colaborativa.
Verónica Sotomayor @Vero_Sotomayor
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