Derrota tus miedos para alcanzar tus sueños. Parece fácil ¿no? Un mantra común entre coaches, terapeutas, libros de autoayuda, filosofías diversas y gurús de la orientación espiritual, tan sencillo de decir, como complejo de interiorizar.
En esta premisa se dan dos dificultades distintas. La primera, averiguar que, en efecto, tienes miedo y de qué lo tienes. La segunda, saber exactamente cuáles son tus sueños. Que es otra peliaguda cuestión. Y todo eso aún es la teoría. Ya no hablemos de la práctica.
Cuando uno vive en la sensación de estar profundamente atrapado en una zona de confort que al mismo tiempo le protege y le ahoga, un lema como éste – ¡lucha contra el miedo! -, dista mucho de resultar estimulante. El efecto, en realidad, es el contrario. Es como tener a un padre animándote enérgicamente a estudiar una carrera cuando todavía no sabes si quieres ser médico, ingeniero, poeta o elfo silvano. ¿Resultado? Bloquearse, dilatarlo y finalmente, que cualquier elija por nosotros.
El miedo esencial no es el miedo a equivocarse; no es el miedo a perder algo o alguien; no es el miedo a vivir. Ni siquiera es el miedo al miedo.
En realidad el dios universal de todos los miedos es el miedo a cambiar.
El fallo de planteamiento que provoca que sigamos recluidos en lo que conocemos es la idea de que debemos hacer un gran cambio, una gran decisión o un gran paso adelante. De aquí saltamos muchas veces a hacer cosas que en realidad no deseábamos hacer, sólo para demostrarnos a nosotros mismos que hemos evolucionado, pero desde dentro, seguimos siendo ese hámster dando vueltas en la misma rueda de los mismos miedos.
Pero cuando nos bloqueamos, en muchas ocasiones no es posible tomar resoluciones tan fuertes. Precisamente esta incapacidad es la que está generando el bloqueo. Hay algunas situaciones en las que, nos guste o no, va a ser blanco o negro. O lo haces o no lo haces. Sin embargo, otras vivencias nos permitirán un margen en el que probar con avances más asequibles.
El arte de combatir contra el miedo puede iniciarse simplemente, con conocer y aceptar el miedo. Uno no puede cambiar aquello que no conoce. Y aquello que no conoces sueles ser tú mismo. De ahí es sencillo empezar a conocer a todo lo que te rodea. El conocimiento es el enemigo natural del miedo.
Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla (Sun Tzu, El arte de la guerra).
No rechaces lo que sientes. ¿Eres humano? Pues experimentas ansiedad, rabia, frustración, dolor y, por supuesto, mucho miedo; y alegría, satisfacción, realización y plenitud. Unos y otros están entretejidos como los hilos de un telar: no hay buenos y malos hilos. No hay malas y buenas emociones. Sólo reacciones naturales al reto de estar viviendo.
Tus limitaciones, sean las que sean, están contigo hoy. A veces un problema concreto es más grande que nosotros. No importa: estamos en expansión constante. Ya creceremos.
Quizás te aterre este paso ahora mismo. Da pasos más pequeños.
Identifica tus miedos más concretos. Un ejemplo: ¿tienes miedo a decir que no? Pues practica los noes de riesgo mínimo. No, no quiero esa marca, prefiero esta otra. No, no me apetece salir a tomar nada. No, prefiero no darte mi teléfono.
¿Tienes miedo al rechazo? Exponte a pequeños rechazos que sólo arañen tu ego.
¿Tienes miedo al compromiso? Toma decisiones a corto plazo que no acarreen grandes consecuencias.
No es necesario despojarte de la armadura por completo y lanzarte al campo de batalla con un cuchillo entre los dientes. El arte de combatir el miedo no va siempre de ímprobas y agotadores hazañas. Consiste, más bien, en las pequeñas apuestas personales de cada día. Como decía Gandalf, son los detalles cotidianos, los gestos de la gente corriente los que mantienen al mal a raya, los actos sencillos de amor. Lo mismo con el miedo.
Quién sabe si lo más valiente que hagas hoy sea apagar el teléfono móvil un rato y salir a dar un paseo.
Puede que hoy saludes a un vecino con el que jamás intercambiaste una palabra o una mirada.
A lo mejor hoy decides reservar ese viaje que siempre quisiste hacer y nunca te atreviste a intentar.
O más sencillo todavía.
Quizás hoy es el día en que reconozcas sin vergüenzas y sin ambages que tienes miedo.