O porqué siempre repetimos el mismo tipo de relaciones y no sabemos porqué…
¿Os habéis fijado en un detalle curioso? Imagino que la mayoría de los aquí lectores, habréis pasado alguna vez por una página de contactos e incluso tenido relaciones de pareja a través de ellas. Seguramente hayáis leído en más de un ocasión perfiles como estos: “Soy fulanito/a, me gusta el deporte, pasear, salir a tomar cañas y busco a alguien que quiera compromiso serio/que tenga las ideas claras/que no esté como una regadera”, etc…
Detrás de estos textos, hay una pista de cómo ha sido la relación anterior de estos usuarios. Y otra pista adicional de que esas personas no están preparadas para ninguna relación, aunque crean sinceramente que sí.
¿Qué son las parejas clones? Dícese de esas relaciones que al principio parecen algo nuevo para ir derivando progresivamente en el mismo tipo de experiencia que ya hemos vivido con anterioridad. O dicho de otra manera: las típicas experiencias que indefectiblemente acaban con un todos/as son iguales.
Como somos muchos millones de personas y estadísticamente es imposible que todos seamos iguales, vamos a ser más listos que los tópicos y a preguntarnos porqué estamos repitiendo patrones.
Los patrones. Las personas podemos educarnos con patrones relacionales muy determinados. Por ejemplo, la ausencia del padre o la madre en la infancia a menudo deriva en relaciones adultas marcadas por el abandono, la imposibilidad y la distancia (un clásico). La relación con un progenitor ambivalente en el afecto, nos conduce con facilidad a relaciones muy ambivalentes. Hasta ahí, todo más o menos sencillo y fácil, como de primero de Primaria de inteligencia emocional.
De adultos, los patrones se complican, porque además de lo vivido en nuestros años mozos, añadimos toda la carga de experiencias sentimentales de la vida de pareja adulta. Lo jodido de estos patrones es que nos cuesta mucho más identificarlos. Sin embargo, en el momento en el que nos encontramos sumando décadas y con un puñado de relaciones casi clónicas, ha llegado el momento de parar en seco y preguntar qué demonios estamos haciendo.
Cuando tenemos relaciones clónicas -siempre que no hablemos de relaciones satisfactorias, sino de vínculos más o menos tóxicos – estamos recibiendo una valiosísima señal de nuestro inconsciente que nos está gritando que ya de una vez empecemos a hacerle caso.
Las relaciones clónicas nos avisan de que tenemos algo pendiente que resolver y hasta que consigamos hacerlo, algo nos retendrá en ese día de la marmota amoroso, una y otra vez. Y si lo ignoramos y seguimos exactamente los mismos procesos que en anteriores experiencias, ahí seguiremos ad aeternum.
Y no. No es tu ex number 1, ni tu ex number 2, ni tu ex number 3, ni tampoco el 4, ni el 5. Eres tú.
Las buenas noticias es que existe una causa muy concreta para las relaciones clónicas. Por aquí citaremos este caso:
Hola Cris,
Hace tres años conseguí terminar una relación muy tóxica con una persona de la que estuve muy enamorada. Lo pasé muy mal. No comía, no dormía, no quería vivir.
A los cuatro meses, empecé a estar un poco mejor y a querer salir y hacer planes.
Desde entonces han pasado varias personas por mi vida, diría que he tenido unos 15 intentos, pero siempre me pasa lo mismo. O bien soy yo quien salgo huyendo y me cargo la relación, o bien me muestro demasiado necesitada y dependiente y el otro pierde el interés. No sé qué es lo que hago mal, si debería encontrar un equilibrio entre ser intensa o despreocupada, o qué.
Gracias, Rebeca.
Querida Rebeca:
No consigo imaginarme siquiera cómo puede ser soportable perder a 15 personas que has querido (más o menos) en 3 años. No se me ocurre un ser humano mínimamente normal que haciendo eso, no acabe como una regadera.
Coge la máquina del tiempo y vuelve a todo el proceso que dejaste a medias hace 3 años y ya verás que la cosa cambia.
¡Un abrazo!
Pues así es, queridos lectores. Los duelos no afrontados nos congelan en el tiempo, obligándonos a permanecer en una vivencia negada que se resiste a marcharse. Lo que hacemos cuando no enfrentamos una pérdida, es que nos lanzaremos a la búsqueda de sustituir, una y otra vez, a esa persona cuya ausencia no aceptamos: y por eso tenemos los Tinders y los POF’s (y la vida real) llenos de gente buscando otra gente que sea como su ex, pero en una versión cada vez más mejorada, como si cada nueva persona fuera un Mr.Potato al que poder quitar lo que no gusta y añadir esas cosas que le faltaban al anterior modelo.
No hace falta decir que toda esa búsqueda de clones es un pasaporte para el fracaso seguro y aunque sabemos que siempre encontrar un buen amor es cosa complicada en los tiempos que corren, no os quepa duda de que haciendo esto pasa de ser complicado a Mission: Impossible.
Es un gran (y muy común) error, creer que la clave de nuestra vida amorosa va de que te caiga encima, en plan Euromillón, tu media naranja ideal sin que tú tengas que hacer nada al respecto.
Si ni siquiera somos capaces de mirar al otro como alguien único, especial, no un remedo de nuestros otros ex, ni su versión 3.0, no esperemos un amor único y especial. Como mucho uno de oficio que ya si eso nos hará el apaño.
Esperemos, por supuesto, dependencia, esperemos esas toxicidades que tanto abundan y por supuesto, esperemos ir por la vida con una coraza del grosor del Potemkin. Coraza en la que nos apoltronaremos con mucha comodidad a ver si hay suerte y aterriza alguien con el martillo de Thor, porque de otro modo, lo tenemos crudo.
No somos culpables de las acciones y decisiones ajenas: somos enteramente responsables de cómo gestionamos nuestras propias emociones, duelos y procesos. Es entendible que no queramos meternos en esos fregaos, es comprensible que vaguemos perdidos y es esperable que no siempre podamos afrontar todos los duelos según vienen, porque de eso va ser persona y no nacer con el manual de instrucciones. El duelo remueve emociones que nos incomodan. Nos obliga a encararnos con el oscuro pasajero. Y para más inri, queremos vivir a toda velocidad y estos son procesos que requieren tiempo, calma, meditación y paz, que son el equivalente emocional a ponerse a hacer ejercicio y dieta sana. Esas cosas que sabemos que tendríamos que hacer pero que no hacemos hasta que nos da el infarto.
Pero no significa todo esto que debas dedicarte eternamente a sufrir por cada vivencia que ocurra. Al contrario. Te deseo que disfrutes y seas lo más feliz posible durante la mayor cantidad de tiempo posible. Pero si tu vida amorosa se ha convertido en el ataque de las parejas clon, piensa que a veces, hace falta pasar un tiempo mal, para el resto del tiempo, estar bien. Tómalo como una inversión.
En el momento en que tomemos plena consciencia de que no pasa nada por bajarse del mundo un rato para dejarnos sentir, estaremos más cerca del amor de lo que jamás hayamos estado nunca.
Todos cometemos los mismos errores. Huir de nuestros fantasmas en lugar de aprender a vivir con ellos. Valérie Tong Cuong
(Para saber un poco más sobre este tema del duelo reprimido, os recomiendo la estupenda “The Babadook“)
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