Si el Atleti gana la Liga, y le basta un empate en el Camp Nou para lograrlo, sus aficionados serán extremadamente felices y veinte años más viejos. Porque una cosa es la emoción, sufrir un poco, y otra es esta tortura. En el minuto 95, cuando el Elche ya había logrado arrancarle al Barça ese empate que haría campeón al Atleti con un triunfo ante el Málaga, Adrián, cuya tranquilidad es innegociable para bien o para mal, se inventó una jugada maravillosa con rosca directa a la escuadra. Era el título, lo era. Pero hasta allí voló Willy Caballero, con algún dios juguetón manejando sus hilos, para con una palomita maravillosa abocar esta Liga loca, loca, loca a decidirse en una final cara a cara ante el Barcelona.
Simeone debe disipar rápido de su vestuario la sensación de oportunidad perdida pues su famoso ‘final a final’ ahora es cierto: dos partidos y dos títulos por delante. Acudan a sus médicos esta semana, su corazón necesita una revisión preventiva. Como el Atleti, por otra parte, cuyos dos últimos partidos han dejado síntomas de algún mal aún por definir: quizás agotamiento físico o mental, tal vez la presión de ser leyenda. Por fortuna, no ha roto nada. Sigue líder y ahora le toca al Cholo limpiar las heridas. Son sólo rasguños y antes sanó grandes brechas. Confíen.
Pese a que estaba virtualmente salvado (ahora ya es matemático), el Málaga perdió tiempo desde el sorteo de campos, como si el que se jugase la vida fuera él. En el minuto 51, hasta Teixeira, al que ya se sabe que siempre le cuesta un poco más saber lo que pasa en el campo, se había dado cuenta y había sacado ya dos tarjetas, a Angeleri y Eliseu, por preparar los saques de banda como si fueran tesis doctorales. En ese escenario, el Atleti nunca se sintió cómodo, demasiado afectado por las tretas visitantes, ansioso en su toma de decisiones.
Seguramente habría cambiado el panorama si el árbitro hubiera visto una mano bien clara de Eliseu tras un remate de Tiago, pero el penalti se fue al limbo y el Calderón comenzó a ponerse nervioso demasiado pronto. No actuó como tranquilizante Villa, ocupando el lugar del lesionado Diego Costa, cuando se encontró solo ante Caballero a los 12 minutos, tras una gran acción de Raúl García, que peinó lo justo un centro de Koke para regalarle el gol. Pero en estos tiempos, el Guaje ve la portería como una ratonera y, con Willy batido, remató al larguero.
Cuesta reconocer en Villa al fabuloso goleador que fue, se le ve agobiado, como si a Casanova le hicieran una vez la cobra y olvidase de golpe todo lo conquistado. Aún tiene tiempo, le quedan dos finales, pero empieza a recordar aquello de Muchachada Nui sobre Robert Smith: “Un día vi una luz alejarse y era mi talento”. Puntería, en su caso. Ojalá no.
La ocasión perdida deprimió al Atleti, que apenas generó un par de oportunidades más antes del descanso: una buena incursión de Juanfran que Kokeremató fuera por no utilizar la zurda y otro estupendo centro del lateral que generó un fenómeno paranormal, un mal cabezazo de Raúl García en posición favorable. En defensa del navarro hay que contar que Alderweireld saltó delante de él, no llegó y le tapó la pelota. Aun así, si la Cabeza Sagrada falla un gol, queda claro que el día está maldito.
El Málaga, mientras, se estiraba progresivamente aferrado a Amrabat, vistoso futbolista aunque no siempre eficiente. En el Manzanares sí logro una cosa: que la histeria latente del Atleti saliera a la luz. Sin necesidad de tirar a puerta, el Manzanares vivió con congoja cada arrancada suya y el drama pudo ser tragedia justo antes del descanso, cuando un cabezazo de Santa Cruz golpeó en la mano de Alderweireld dentro del área. Teixeira, les sorprenderá, no apreció nada.
La segunda parte comenzó con el inspector Clouseau del arbitraje considerando que un plantillazo malintencionado de Eliseu a Filipe merecía una reprimenda al brasileño por poner mala cara y continuó con otra ocasión perdida de Villa. Esta vez, desde muy cerca pero con poco ángulo, su disparo lo sacó con reflejos Willy que comenzaba a convertirse en el mejor del Barcelona esta jornada.
Y de repente, el Atleti entró en autocombustión durante diez minutos absurdos que pudieron costarle una Liga. Cada vez más ansioso, empezó a regalar balones Dice y ofrecer espacios, y el Málaga lo aprovechó. En el 60’, Courtois volvió a pasar de Clark Kent a Superman en cuestión de segundos para salir a lo pies de Santa Cruz y ganarle un mano a mano clarísimo. Dicen que cumplía 22 años, pero es probable que en Krypton maduren a otro ritmo. Uno más rápido.
Sin embargo, el belga fue responsable secundario del desastre que sucedió cinco minutos más tarde. De un saque a ninguna parte de Caballero, llegó un gol después de que Alderweireld fallase estrepitosamente y el portero saliera cuando no hacia ninguna falta. Samu, atónito ante el error en cadena que le rodeaba, logró tocar el balón dos veces: una para superar al meta y otra para marcar. Por primera vez en la temporada, el Manzanares se quedó mudo.
Al Atleti le resucitaron los cambios, con Diego asumiendo el mando con el tino que le había faltado a Arda, Sosa luciendo pegada y Adrián en su versión inspirada. El problema fue que, para inspirado, Willy Caballero, otra de esas ausencias en el Mundial que las mentes de algunos entrenadores son inescrutables. En dos minutos se lució en un tirazo de Diego y en una jugada de pizarra que volvió a dejarle cara a cara con Villa.
Pero nada pudo hacer en el 74’, cuando Alderweireld pidió perdón de la mejor manera: con un cabezazo perfecto a un córner de Sosa. Quedaba tiempo y el Elche había decidido echar una mano. La madre de todas las fiestas estaba a tiro. Un gol, sólo un gol, le hacía campeón y el Atleti se lanzó a por él con más deseo que pericia. Pudo lograrlo en una preciosa falta directa de Sosa a la que se le movió la escuadra dos centímetros y en el famoso vuelo de Caballero ante Adrián. No era el día.