Entre el 7 y el 8 de Noviembre de 1610, tuvo lugar en Logroño (La Rioja) uno de los procesos más sonados y más importantes de los llevados a cabo por la Inquisición contra la brujería en España: el Auto de Fe de Logroño, también conocido como el proceso de las brujas de Zugarramurdi.
Una vez más la Inquisición asesinaba y condenaba a gente por ser diferente a lo establecido por el dogma católico, o simplemente por haber sido acusados, sin pruebas, de actos que iban en contra de lo marcado por su interpretación de la religión cristiana.
Pues bien, 31 personas provenientes de pueblos de Navarra (Urdax, Zugarramurdi, Lesaca...) y de Rentería en Guipúzcoa fueron condenados por brujería a diversas penas que iban desde la confiscación de bienes, el azotamiento, el escarnio público inherente a la condena... a la temida muerte en la hoguera.
Pero volvamos la vista atrás para intentar resolver una pregunta clave: ¿Cómo se llegó a este punto?
Las brujas de Zugarramurdi
En el comienzo de todo el suceso podríamos destacar dos figuras: la de María de Ximildegui y la del abad de Urdax.
La primera era una joven vecina de Zugarramurdi, que tras volver de la vecina Francia donde había estado trabajando, contó de su participación en aquelarres y acusó a gente del pueblo de haber participado en ellos, ya que ella les había visto allí.
Comenzó así el típico cruce de acusaciones entre los vecinos que culminó con unas 50 personas acusadas. Éstos admitieron su culpa, porque les aseguraron que con la admisión de sus supuestos actos brujeriles y su posterior reconciliación con la fe cristiana en la propia iglesia del pueblo el tema acabaría allí.
Aquí es donde entra la otra figura clave en el comienzo de esta historia, la del abad de Urdax, personaje que quería vengarse de los vecinos de estas comunidades por los continuos roces que con él tenían, así que hizo llegar el asunto a los oídos de la Inquisición, y a partir de ahí comenzó la vorágine de acontecimientos.
La persecución de los supuestos brujos y brujas es un suceso acaecido por toda Europa, y pensamos en la Inquisición española como una de las más brutales (que sin duda fue brutal), pero en cuanto a condenas por brujería y su persecución, Alemania se lleva la palma con unas 20.000 personas condenadas a muerte bajo esta acusación. Un claro ejemplo es el sucedido en Trier (Alemania) donde se quemó en la hoguera a 368 personas en 7 años a finales del siglo XVI.
Volviendo al tema de Zugarramurdi, ninguna prueba había de los actos de brujería, solo acusaciones y confesiones de gente que pensaba que así se librarían del proceso inquisitorial, cosa que por supuesto no fue así. 10 personas fueron trasladadas a la cárcel de Logroño bajo la acusación de brujería.
Logroño, el proceso y los inquisidores
Algunos de nuestros lectores se preguntarán: ¿Pero por qué se juzga a gente navarra y vasca en Logroño? y ¿por qué sin pruebas se puede arrestar y condenar a una persona?
Pues bien, en respuesta a la primera pregunta resulta que los territorios de Navarra, Guipúzcoa, Álava, Vizcaya, parte de Cantabria y otros territorios castellanos dependían de la Sede de Calahorra (La Rioja), la cual es trasladada a Logroño en 1570, convirtiéndose en un importante lugar para la administración de la justicia inquisitorial en el norte de España.
Adquiriendo para su sede el Hospital de Roqueamador (hoy Hospital Provincial) y la casa de la Mancebía utilizada como Casa de Penitencia (hoy Centro Cultural Ibercaja), y fijando el Tribunal de la Inquisición en un edificio frente al Cubo del Revellín (hoy aparcamiento junto al Parque del Ebro).
Y para responder a la segunda pregunta, tenemos que decir que bastaba con una denuncia para detener al acusado, al cual se le hacía confesar mediante tortura si no declaraba su herejía, si bien podía confesar su culpa antes de ser torturado, en ambos casos lo confesaba fuera o no verdad. Más tarde veremos lo que les ocurría a los que no aceptaban sus cargos y no confesaban su supuesta culpabilidad.
Tres fueron los inquisidores designados para juzgar este caso: Juan del Valle Alvarado y Alonso De Becerra Holguín, ambos inquisidores teólogos y un tercero llamado Alonso de Salazar y Frías, licenciado en derecho canónico, hombre gracias al cual se marcaría un antes y un después en los procedimientos y actuaciones en los futuros casos de brujería.
El inquisidor Valle fue el primero que visitó la zona afectada, y siguiendo los preceptos y las actuaciones típicas de la gente de mente cerrada y dogmática como él, fueron acusadas de brujería otras 21 personas y otras 20 de otros cargos. Sin pruebas, solo basándose en denuncias y confesiones de vecinos que pensaban que serían perdonados si abjuraban de su supuesta brujería y se reconciliaban con la Iglesia.
El caso es que 31 personas serían juzgadas por brujería en el conocido como Auto de Fe de Logroño, 21 detenidos ahora más los 10 que ya habían sido detenidos la primera vez y estaban en Logroño.
Entre el 7 y el 8 de Noviembre de 1610 se llevó a cabo el vergonzante e ignominioso Auto de Fe de Logroño. En la Plaza del Mercado de Logroño se dictó sentencia, por la cual los 31 acusados de brujería fueron encontrados culpables y condenados a diferentes penas. 11 personas fueron condenadas a la muerte en la hoguera, con el voto favorable de los inquisidores Valle y Becerra, y el voto en contra de Salazar que alegaba que no había pruebas contra los acusados.
Ese triste día en Logroño, ardieron en la hoguera: María de Arburu, Petri de Juangorena, Graciana Xarra, Domingo de Xubildegui, María Baztán de Borda y María de Echatute, consumidos por las llamas prendidas por la intolerancia y la miseria moral de la Inquisición española.
Los otros cinco restantes condenados a la hoguera fueron quemados en efigie, ya que habían muerto en la cárcel. Éstos eran: María de Echalecu, Estevanía de Petrisancena, Juanes de Echegui, Juanes de Odia y María de Zozaya.
Tras el Auto de Fe. El recrudecimiento del brote de brujería y la gran actuación del inquisidor Salazar
Quizás la Inquisición pensó que tras el ejemplarizante Auto de Fe se acabaría el problema, pero nada más lejos de la realidad, el brote de brujería continuó y las delaciones y acusaciones entre los vecinos de muchos pueblos navarros y vascos aumentaron, creándose una psicosis enorme.
Esta vez el encargado de visitar la zona fue Alonso de Salazar y Frías, que obró de manera muy diferente a la anterior visita de Juan del Valle. De Salazar son las siguientes palabras:
"¿Hemos de creer que en tal o cual ocasión determinada hubo brujería porque los brujos así lo dicen? No, naturalmente, no debemos creer a los brujos, y los inquisidores creo que no deberían juzgar a nadie a menos que los crímenes puedan ser documentados con pruebas concretas y objetivas."
Salazar, adelantado para su época, pero inquisidor católico (no lo olvidemos), reconoce que el demonio está detrás de la brujería, pero también reconoce que sin pruebas que lo corroboren no se puede condenar a la gente que es acusada.
Según Gustav Henningsen (autor de "El abogado de las brujas"):
"Salazar se había dado cuenta de que tan pronto se comenzaba a hablar de brujas, surgían brotes de brujería por todas partes; y en cuanto el asunto perdía interés, las brujas desaparecían sin más."
Al contrario que Valle, Salazar, que traía con él un edicto de gracia, realizó actos de reconciliación en las iglesias de los lugares que visitaba, sin elevar la causa a los tribunales de la Inquisición.
Y fue Salazar quien redactó una guía de instrucciones para actuar en supuestos casos de brujería, que influenció de manera muy notable al Edicto de Silencio, documento en el cual la Inquisición reconocía los errores en el proceso contra las brujas de Zugarramurdi y sentaba las bases para las actuaciones de los inquisidores en los casos de brujería, aconsejándoles precaución y búsqueda de pruebas, y rechazando las confesiones y acusaciones por este tema.
Cabe destacar la existencia de dos ejemplares impresos poco después del Auto de Fe, que recogen y describen lo sucedido allí. Uno es el de Juan Bautista Varesio impreso en Burgos y otro (más conocido) el de Juan de Mongastón impreso en Logroño.
Tras este lamentable Auto de Fe, la Inquisición prohíbe la pena de muerte en la hoguera por casos de brujería, aunque seguirá juzgando estos casos, pero de manera diferente.
Investigaciones antropológicas revelan que tanto en la zona afectada, como en muchas otras de España y de toda Europa, siempre ha existido una cultura de conocimiento de hierbas, pociones, de los astros, de la naturaleza...así como rituales considerados mágicos, cosas que la Iglesia rechazaba e hizo todo lo posible por erradicar.
Concluyendo podemos decir que aunque existieran este tipo de situaciones, que siempre han estado presentes en la cultura popular provenientes del paganismo y de tradiciones antiguas, la Iglesia no era quién para juzgarlos y condenarlos. Y fue el dogmatismo de la Iglesia y de la Inquisición la que mató de forma horrible e injustificada a esa gente y a mucha otra.
Gente como Salazar cambió un poco algunas actuaciones. Por ejemplo gracias a él se produjo la inclusión de más juristas en los tribunales inquisitoriales en vez de tantos teólogos. Pero aun así, la Inquisición fue un instrumento deplorable y abusivo, siendo un lastre para la sociedad, la cultura y la investigación.
Los condenados en el proceso de las brujas de Zugarramurdi nunca debieron serlo.
Fuentes:
-El abogado de las brujas. Gustav Henningsen.
-Brujas, Inquisición, Auto de Fe. Editado por el Ayuntamiento de Logroño.
-Diario La Rioja.
-Diario El Correo.
-Archivo Histórico Nacional.