Revista Deportes
Arturo Macías, machito. Foto: Alberto de Jesús.
Plaza de toros de Valencia. Feria de Fallas. Tercera de abono.Menos de media entrada. Toros de Valdefresno para Juan Bautista, Arturo Macías y Miguel Tendero.
Mejor de lo esperado, que era casi nada, han salido los animales propiedad de los hermanos Fraile Mazas. El primero bueno, sin exagerar, se partió el pitón en un burladero; otros dos o tres han hecho gala de esa maldita manejabilidad y toreabilidad que hacen estremecerse a los taurinos hoy; los demás descastados. Ese era el contenido, al continente le faltaba cuajo, seriedad. La presencia vaya mucho más allá de que los toros sean grandes y cornalones como bueyes.
Juan Bautista es uno de esos toreros en los que prima ese mal endémico que atufa a la mayoría del escalafón: es técnico hasta para ir a mear. El que abría plaza, un toro con humillación y transmisión, le regaló veinticinco embestidas por abajo, de esas con las que sueñan todas las figuras: fijeza, nobleza y un puntito, un poquito para justificarse , de codicia. La receta perfecta para cosechar un triunfo fácil en feria de postín. El francés estuvo francamente vulgar y acabó aburriendo al toro, que al final de faena terminó cantando la gallina,posiblemente harto de obsequiar embestidas enclasadas que eran materia prima de primera. En el cuarto le concedieron una oreja de mercadillo ambulante por una faena irregular ante un oponente dócil y melindroso como un cachorrillo.
Arturo Macías, que se presentaba en España y al que muy pocos conocemos, salvo por ser el que le mojó la oreja a José Tomás en el coso de Insurgentes, mostró desparpajo, orgullo y una voracidad que hacen del hidrocálido un torero a seguir, por ahora. No se deja amilanar por nada ni por nadie, no perdona quites y no le hace ascos a nada. Un poco tremendista y atropellado, también. Hoy siempre por encima de sus antagonistas, que no le dieron opción a mostrar ese toreo pausado y templado que se le supone a un torero mexicano. Me figuro que con otra clase de toros, con el lote de Bautista por ejemplo, formará la de San Quintín y los gacetilleros podrán seguir alimentando sus crónicas con esa moda tontaina del tiempo, el temple y los parados relojes. Mientras tanto, y hasta que se vea con los Palhas en Sevilla, la imagen que nos llevamos del Cejas es la de un torero que camina hacia la enfermería sin vacilar, con la `pelúa´ en mano y sonrisa de oreja a oreja.
El hijo predilecto de Manuel Caballero (¡que bochorno da oír a ese hombre dar voces como un energúmeno!) se presentaba en Valencia tras su fracaso de Vistalegre con ganas de agradar, pero con muchas dudas en la cabeza. Sinceramente, gustaba más de novillero. Ahora su toreo es un pópurri de muchos estilos: así, es capaz de recibir a su primero con una mezcla de chicuelinas y verónicas, hacer un quite por chicotazos al toro de un compañero, o muletear en una misma tanda de derechazos a cuatro diferentes velocidades, como si torear fuera lo mismo que montarse en una Bultaco. Le tocó en suerte un torito un poco papanatas, de esos que justifican que en el vocablo taurino deje de llamarse engaños a los trastos de lidiar. A esta clase de bóvidos no hace falta engañarlos, ellos ya vienen requeteconvencidos de la finca de cuáles son sus obligaciones. Lo pinchó y perdió una posible oreja, que hubiera sido tan barata como la de Bautista. En el manso que cerraba plaza fue cogido aparatosamente y el francés, que era el único matador que quedaba en la plaza, se lo quitó del medio con uno de esas estocadas enteras, caídas y fulminantes que tanto aclaman los públicos hoy y que son propias de la charrasca certera de Curro Jiménez.
Mañana no hay toros en Valencia. Lo que hay es otra cosa que es mejor no ver para no herir sensibilidades.