25 de Junio del 2012 | etiquetas: El clásico de la semana, Manel Carrasco
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Roslyn se encuentra en Reno, inmersa en un divorcio que aún no ha cicatrizado. Su camino se cruza con el de una galería de perdedores, almas gemelas de eterna mala suerte, tan desorientados como ella. Entre iguales, la joven parece que ha encontrado su sitio. Ni la sombra de un triángulo amoroso parece enturbiar su relación con el mecánico Guido, con la maternal Isabelle, y con Gay y Perce, dos vaqueros condenados al fracaso. Todo va bien… Hasta que Roslyn descubre lo que sus nuevos amigos pretenden hacer con una partida de caballos. Una lección de vida tierna y dura, triste y vitalista, dirigida por un monstruo del cine norteamericano llamado John Huston. Casi nada.
El hijo de Walter Huston, el padre de AnjelicaHuston (y de Dany), el compañero de farras de Humphrey Bogart… Huston ha pasado a la historia del cine por un puñado de obras maestras. Vidas rebeldes (1961) es un caso diferente. Su importancia no solo es incuestionable por lo que vemos frente a la cámara, sino por lo que se respiraba detrás. Hay películas que se impregnan hasta el tuétano de la vida de los que las hacen. Ésta es una de ellas. Una colisión frontal entre varios trenes de mercancías, descontrolados y a toda velocidad. Podría haber salido fatal, y en parte así fue. Un éxito para el mejor cine, pero un fracaso para la vida de muchos. Una película con mal fario, conocida por ser la última de Clark Gable y Marilyn Monroe:
-El fin de un matrimonio: Arthur Miller, escritor afamado, espera a que se resuelva su proceso de divorcio para poder casarse con Marilyn Monroe. La espera es insoportable y necesita ocupar su cabeza, así que empieza a escribir un cuento sobre una chica que viaja a Reno para divorciarse. Cinco años más tarde, el rodaje de ese mismo cuento los lleva a Reno, con Marilyn Monroe de protagonista. Como si un círculo se cerrase, ahora su matrimonio hace aguas, lastrado por los problemas de Monroe y el ego de Miller. Vidas rebeldes es la puntilla: la pareja se separa en enero de 1961. ¿Y por qué Miller ambientó su historia en Reno? Porque en aquella época era uno de los lugares de la geografía norteamericana donde el divorcio resultaba más fácil de llevar a cabo. Por cierto, el rodaje de la película fue documentado por unas bellísimas fotos de Inge Morath, que estaba de visita en el set junto a Henri Cartier-Bresson. Morath se casó con Arthur Miller al cabo de un tiempo, y se convirtió en su pareja para toda la vida. Marilyn no se volvió a casar jamás.
-Marilyn Monroe: La quintaesencia de la sex-symbol hollywoodiense también era una de las criaturas más inestables y torturadas de toda la historia del cine norteamericano. Nada que no se sepa ya. En 1960, Arthur Miller decidió regalarle el papel de Roslyn, como obsequio para San Valentín. La reacción de Monroe estuvo muy lejos de lo esperado: “Me podría haber escrito cualquier otra cosa, y en cambio me viene con esto”. Monroe se quedó destrozada, creyendo que Miller había moldeado a la inestable y frágil Roslyn con elementos de ella misma. Puede que tuviera razón. En cualquier caso, accedió a rodar la película, solo para encontrarse con un director despótico que la llevó al límite. Monroe llegaba tarde al rodaje, pasaba las noches obsesionada en aprender el papel junto a Paula Strasberg, y su matrimonio se hundía al mismo ritmo en que ella lo hacía en el alcohol y las drogas. John Huston tuvo que parar el rodaje en agosto de 1960, ante la imposibilidad de gestionar el estado de la actriz. Marilyn fue internada en una clínica de desintoxicación durante dos semanas. Huston, que de descensos al abismo sabía un rato, estaba convencido de que ella estaba maldita, condenada a un final trágico. Cuando la película se estrenó, Marilyn quedó muy desilusionada. Poco importó que fuera uno de sus mejores papeles, ni que actuara junto a su ídolo de infancia (Marilyn afirmaba que Clark Gable era su padre biológico), ni que la hiciera ganar un globo de oro: odiaba la película, y sobretodo se odiaba a ella misma en la pantalla. Vidas rebeldes fue la última película que acabó. Su divorcio de Arthur Miller no acalló los fantasmas que la rodeaban, y un año y medio más tarde murió de una sobredosis de barbitúricos.
-Clark Gable: El galán clásico, el bigote más famoso de la historia del celuloide, contaba 59 años cuando aceptó el papel de un vaquero golpeado por la vida. No fue una decisión fácil. El resto del reparto eran actores jóvenes, alumnos del nuevo método que propugnaba el Actor’s Studio. Gable se sentía un extraño en medio del vocabulario y de las zarandajas de esos jóvenes cachorros del nuevo cine. De hecho, era muy reacio a considerarse a sí mismo un intérprete. Lo que nadie le pudo negar era su entrega: Aburrido de esperar a Marilyn, Gable se entretenía haciendo los planos de riesgo que habitualmente rodaban los especialistas.
El papel de Gay Langland le venía como anillo al dedo. En 1960 Gable era un actor cansado, que había conseguido rehacer su vida tras la trágica muerte de CaroleLombard, pero que ya no encontraba su sitio en la industria de Hollywood tal como antes. Además, si comparamos su voz en Vidas rebeldes con la de trabajos anteriores, descubriremos un importante cambio de tono que algunos atribuyen a un cáncer de pulmón. En cualquier caso, quedó encantado con el resultado de la película. Por primera vez en su vida, según sus palabras, había sido capaz de actuar. Vidas rebeldes era la mejor película de su carrera, y su personaje solo podía compararse por importancia con el mismísimo Rhett Butler. Eso sí, en el último día de rodaje dijo de Marilyn: “Me alegro de que la película se haya acabado. Esta chica ha estado a punto de provocarme un puto infarto”. Al día siguiente sufrió una trombosis coronaria, y al cabo de poco murió en el hospital, víctima de un ataque al corazón.
-Montgomery Clift: El único actor capaz de hacer sombra a Marlon Brando. O eso decían en su época. Montgomery Clift se parecía un poco a Marilyn Monroe: Ambos eran hijos del método implantado por el Actor’s Studio, tenían mucho talento, se apreciaban mucho, y vivían en conflicto con un ejército de demonios interiores. La mayor prueba la dio la propia actriz, que consideraba que Monty era la única persona que estaba peor que ella. Si Marilyn te dice algo así, es mejor que empieces a preocuparte. Razones no le faltaban al pobre. A un carácter obsesivo y torturado había que sumar unos pacatos años 50, en los que su homosexualidad no estaba nada bien vista y chocaba con su imagen de galán. Monty era un actor de éxito, pero su vida personal era muy complicada. Las cicatrices que lo marcaban no sólo iban por dentro. En 1956 estrelló su coche contra un árbol tras una fiesta, y sólo la rápida intervención de Elizabeth Taylor pudo salvarle la vida. Su cara tuvo que ser reconstruida, y las marcas que dejó el accidente quedaron como un reflejo de sus propios traumas personales. Y con esas marcas llegó al rodaje de Vidas rebeldes. John Huston adoptó con él una actitud paternal, que se mantuvo durante todo el rodaje, y lidió con sus problemas cada vez más acuciantes con el alcohol. Sin embargo, en Freud, pasión secreta (1962), el siguiente proyecto en el que coincidieron, Huston machacó a Monty hasta lo inimaginable. Lo apreciaba mucho, pero lo tensó como una cuerda. Montgomery Clift sólo haría tres películas más tras Vidas rebeldes. En 1966, su secretario personal le comentó que pasaban la película en televisión y le preguntó si quería verla. “¡Ni hablar!”- bramó Monty. Esas fueron las últimas palabras que alguien pudo oírle. Esa misma noche murió de un infarto.
-John Huston: Un monstruo del cine norteamericano. Cualquier diccionario de directores de cine que no cuente con él solo sirve para ser reciclado en confeti. También era todo un carácter, y el rodaje de Vidas rebeldes fue una buena muestra de ello. Huston es capaz de pegarse una fiesta de campeonato por la noche, beber hasta que el cuerpo aguante, jugar hasta que la banca reviente, y al día siguiente presentarse en el set y demostrar su talento fresco como una rosa. Claro que en ocasiones se queda dormido en medio de una toma, y también es cierto que la productora tiene que cubrir sus cuantiosas pérdidas con el juego… En una escena de la película, Eli Wallach y Clark Gable están en un bar, intentando parecer sobrios pese a su evidente estado de embriaguez. Huston se acerca a ellos y les cuenta que precisamente el día anterior, en medio del rodaje, él mismo estaba borracho como una cuba, pese a que parecía perfectamente sobrio. Así es cómo deben interpretar la escena. Un genio.
-El rodaje :Arthur Miller escribe el guión, sobre su propio relato. UnitedArtists produce y John Huston dirige. Para el personaje de Gay Langland, el director quiere a Robert Mitchum. Éste recibe el guión, lo lee, y no le gusta. Huston se empeña en contar con él, así que se ponen manos a la obra para reescribirlo. Con la segunda versión lista, vuelven a contactar con Mitchum, sólo para descubrir que ya está ocupado con otro proyecto. Huston respira hondo, asume que el mundo no es perfecto, y llama a Clark Gable.Con un reparto de campanillas, un director reputado, y un dramaturgo de prestigio incontestable, las expectativas son muy altas. Hasta aquí, todo normal. Los problemas empiezan cuando el equipo se planta en el desierto de Reno y descubre los 42 grados centígrados de sol que les caen a plomo. El rodaje es una olla en ebullición, y no sólo por el calor. El equipo cuenta con un médico de guardia las 24 horas del día, únicamente para atender a Montgomery Clift y a Marilyn Monroe. Los productores no están contentos y exigen que se vuelvan a filmar algunas escenas. Gable se niega. El rodaje se alarga cada vez más, hasta interrumpirse dos semanas cuando internan a Marilyn. Tras el estreno de la película, las críticas son mayormente positivas, pero la película se descalabra en la taquilla. Incluso es considerada el mayor desastre económico del momento. Lo que nadie puede negar, salvo la propia Marilyn, es que los actores están esplendidos. Con el tiempo, el público entiende mejor Vidas rebeldes, y ésta encuentra el lugar que le corresponde en la galería de los clásicos del cine norteamericano. Una de las grandes películas de Huston, también una de las más sufridas.