Revista Cine

El cliché que yo ya vi/LXXXVII

Publicado el 26 septiembre 2011 por Diezmartinez
El cliché que yo ya vi/LXXXVII
Abraham Sánchez Espinoza (@Buster_Chaplin en twitter) propone el cliché:
Sympathy for the Devil: I went down to the crossroad, fell down on my knees. En el clímax de Crossroads, Ralph 'Karate Kid' Macchio debe librar un duelo con el guitarrista del demonio, interpretado por el virtuoso Steve Vai. El duelo toma lugar en el cruce de caminos donde cuenta la leyenda que el cantante Robert Johnson vendió su alma al diablo para convertirse en uno de los primeros virtuosos del blues, por lo que el ganador del duelo determinará si Macchio puede regresar del infierno (que no es sino un bar de mala muerte) con su alma intacta y de paso salvar a su amigo Willie Brown que, como cuenta la canción de Johnson, es testigo de que en esa encrucijada uno puede canjear su alma por fama y fortuna.
No es casualidad que el duelo termine con un solo mano a mano en el estilo de metal neoclásico emulando uno de los caprichos de Paganini, pues éste, considerado como el primer músico de heavy metal por algunos, fue un famoso violinista cuya leyenda también contaba que había vendido su alma al diablo con tal de ser capaz de tocar más de 800 notas por minuto. No mencionaremos al ganador, pero éste es un buen ejemplo de que el demonio tiene simpatía por el rock , el metal y sus derivados. La escena se repetiría con menos gracia pero con más humor años más tarde en Tenacious D: The Pick of Destiny, con Satanás rockeando para reclamar el alma de Jack Black y su fiel amigo Kyle Gass.
Es una circunstancia que se presta muy bien para películas con cierta temática religiosa, lo cual nos lleva a Angel Caído (imagine algo así como el Señor de los Anillos protagonizado por Harry Potter), donde un séfiro llamado Liut es seducido por una suculenta mujer demonio, quien lo invita a una fiesta donde por supuesto que habrá un grupo de headbangers que azotan la cabeza al ritmo del heavy metal interpretado por un grupo de demonios en una escena que terminará con la mujer demonio encamada con el séfiro, ella tratando de robarle a él los secretos de la espada que conduce al reino de los cielos.
Nuevamente el reino de los demonios como un antro de mala muerte en medio de un sótano medieval con música estruendosa, pues si Iron Maiden cantaba que 666 es el número de la bestia, el rock es la música del diablo. Algunas madres anticuadas son fervientes creyentes de este cliché. Quizá por ello éste nunca había sido mejor ejemplificado como en Poema de Salvación, donde un niño al cual su madre le enseña a tocar música religiosa, es seducido por el demonio mismo para tocar nü-metal latino (imagine algo asi como la versión argentina del grupo Resorte). La histérica madre pide a gritos que su hijo deje de escuchar y tocar esa música del diablo, pues lo llevará a la perdición. Lo extraordinario del caso viene cuando el joven músico de plano le mienta la madre a su propia progenitora y le compone una canción llamada “Madre”, donde básicamente le dice a su mamá que deje de estar chingando. Sónicamente la canción es una joya, pero en el contexto de la película resulta bastante perturbadora, pues la cinta se basa en la vida del cantante Pablo Olivares, por lo que la mentada es o fue completamente real y contundente.
Dicha cinta también termina en un duelo Ángel vs Demonio, pues luego de que Pablo sea secuestrado mientras da un concierto en México (¿donde más?), el diablo lucha por reclamar el alma de Pablo mientras el Ángel lucha por rescatarla de las llamas del infierno en un montaje paralelo a través del cual vemos la batalla entre estos dos ángeles mientras los secuestradores ven si se escabechan o no a Pablito al tiempo que vemos a su santa madre orando en Argentina para que su hijo regrese al redil, oséase al cristianismo. Ya sea que usted imite a Pablo y le valga lo que opine su mamá o que le entre con fervor religioso a la onda cristiana y crea que el rock es música del diablo, el cliché seguirá dando de que hablar en el cine. Yo mientras tanto le sugiero que comparta algún otro ejemplo de este cliché y azote la cabeza al ritmo de su disco preferido de heavy metal, eso si, sin mentar madres.

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