Juan Diego Mora (@Juandi_mora)
La luz lucía detrás mio. Como un presagio, como un monstruo que amenaza tras de mi.
Yo corrí. Miraba al suelo. Baldosa, baldosa, baldosa, baldosa. Y un sonido. Un meeec! La luz me había alcanzado. Me había vencido. Mi continuación de zancadas capitaneadas por unas zapatillas marrones no era suficiente. El 33 relucía. Me llevaba a casa. Yo había luchado por llegar a tiempo. Mi unión alma cuerpo perdía previsiblemente, ante el enemigo motorizado. Incluso la derrota era necesaria.
Sí, el número 33 de la línea Tuzsa me llevó a casa. Sano y salvo. Pagando, y subirá su precio. Pero mi persona se ejercitó, luchó, e incluso dejó todo su carne en el asador, donostiarra o no, como rebelde ecológico, deportista y concienciando con el cambio climático anti petroleo que es.
Puto capitalismo como diría aquel. Ballenas de la carretera como se referiría un buen amigo. Vencedor al fin y al cabo. Un euro de cobardía, un billete de derrota. Una carrera sin sustancia.