Emulando al título de su opera prima, Dani de la Torre ha pasado de ser un completo desconocido para el gran público a ser uno de los directores de referencia en el panorama nacional (e internacional). Y todo gracias a El desconocido (2015), impresionante debut tras la cámara de un realizador que parece que lleva media vida rodando películas de acción. El cineasta, responsable de la miniserie para televisión más vista de la historia de las cadenas autonómicas de España: Mar libre (2010), confirma con este trabajo que algunas operas primas pueden tener el empaque y la fibra suficiente para hacernos creer que han sido firmadas por un director de reconocido prestigio y larga trayectoria en lugar de por un director novel. Bienvenida sea, pues, El desconocido, cinta que desde su estreno ha cosechado un gran éxito de público y crítica en nuestro país. Viéndola a uno no le queda más que admitir que todos y cada uno de los elogios que ha leído o escuchado sobre ella están más que justificados: la nueva producción de Atresmedia Cine es un thriller urbano con tintes de road-movie que engancha de principio a fin; no hay ni un segundo de respiro en una película con la virtud de tenernos en tensión a lo largo de sus portentosos 102 minutos, llenos de adrenalina y tensión.
De la Torre bebe de la estética de Tony Scott (a quien dedica la película), de Michael Mann o del Alfonso Cuarón de Hijos de los hombres (2006) para alumbrar un trabajo que gira en torno a Carlos (Luis Tosar) un alto ejecutivo de banca que arranca la mañana como cualquier otro día: llevando a sus hijos en coche al colegio. Pero la paz se esfumará cuando el protagonista reciba una llamada de teléfono de un desconocido que le amenaza con volar el coche por los aires si no le proporciona urgentemente una alta cantidad de dinero. Escrita por Alberto Marini -guionista de películas como Romasanta (Paco Plaza, 2004) o Mientras Duermes (Jaume Balagueró, 2011)-, El Desconocido coge parte de la premisa de Speed (Jan de Bont, 1994) para convertirse en uno de los grandes thrillers españoles de los últimos años, a la altura de El niño(Daniel Monzón, 2014) o La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014). Técnicamente irreprochable, De la Torre acierta al otorgar una gran importancia a la puesta en escena, manejando los escenarios donde transcurre la acción (y a sus personajes) con una facilidad pasmosa. Sus responsables hacen uso de todo tipo de alardes técnicos -helicópteros, cámaras en el interior del coche, steadyCam…- para conseguir una película visualmente atractiva, siendo el ya mítico plano secuencia de 6 minutos, correspondiente a la presentación del personaje encarnado por Elvira Mínguez, el mejor ejemplo de esa explosión tecnológica de primer nivel.
Uno de los grandes aciertos de la película, junto a su inteligente dosificación de la acción que da como resultado un espectáculo equilibrado y con los puntos de inflexión argumentales muy bien distribuidos, es el exquisito gusto del director por prescindir del morbo y de aspectos desagradables. Así, por ejemplo, se agradece que no se explote el dolor y la angustia de la madre (Goya Toledo) o el no recrearse excesivamente en los aspectos más sórdidos, algo que hubiera acotado el target al que va dirigida. Al final lo que queda es un producto comercial hasta la médula: El Desconocido es de esas películas con todas las bazas para gustar a todo tipo de público, sin que ellos suponga renunciar a la calidad. Y no hay que dejar pasar por alto el trabajo de sus intérpretes, especialmente de un Luis Tosar sobre el que recaen la mayor parte de escenas del film y que se enfrentó a la dificultad añadida de la escasez de movilidad de su personaje. Digna de destacar es también la labor de la pequeña Paula del Río, una de las adolescentes más creíbles de los últimos años.
Rodada en la Coruña, es una lástima que la película no termine de ser perfecta por algunos detalles del guión que trascienden los márgenes de la verosimilitud -¿por qué la niña no hace uso de un programa de mensajería instantánea para informar a su madre, por ejemplo?- y por ese epílogo tan innecesario como entrecortado -es una pena que la película no baje el telón en la escena del abrazo, el cénit de emotividad de una cinta que destaca además por su extraordinario manejo de las relaciones humanas- pero no cabe duda que estamos ante una obra firmada por alguien con una prodigiosa forma de entender el cine de acción. Y lanza, para no quedarse únicamente en el mero entretenimiento, una aguda reflexión fruto de su lapidaria crítica social: hasta dónde puede llegar la desesperación de aquellos que lo han perdido todo. Porque al final, aunque duela reconocerlo, ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos.