Revista Ilustración

El día que Bob Dylan transgredió el folk

Por Davidrefoyo @drefoyo
El día que Bob Dylan transgredió el folk
Dylan absorbió el folclore tradicional americano, las esencias del blues y la música sureña, caminó bajo la lluvia y escribió, a la sombra de Walt Withmann, algunos de los himnos que marcaron el devenir de la música moderna. Dylan había hecho de la mezcla, de la fusión, su forma de trabajo, una nueva manera de entender la tradición que, como siempre, sacudió los cimientos de una sociedad que, al principio, no le comprendía.Cuando el músico norteamericano prendió fuego a New York con sus canciones, los viejos capos del blues se molestaron bastante; no podía ser que un chico blanco sin raza para el blues, que un hombre solo, acompañado únicamente por una guitarra y una armónica, pusiera patas arriba la escena musical norteamericana a mediados de los sesenta.La mecánica es sencilla. Se trata de tomar prestado el legado ancestral de la música popular, filtrar las letras y las melodías, someterlas a cambios, nuevas escalas, otras notaciones y, después, hacerlas propias para construir algo diferente que conserve la magia de esas canciones que aprendimos de nuestros abuelos.Salvando las distancias, sabiendo como sabemos que zeta no es Brooklyn, que Guardo no es Nueva Orleans y que Alberto Aliste no es Bob Dylan, descubrí que la vieja fórmula experimental del genio norteamericano seguía vigente, en plena forma, y que los resultados, cincuenta años después, pueden resultar igualmente sorprendentes.Por eso aquella noche, cuando Alberto Aliste se enfrentó al público en el Café Cambalache, solo, a pelo, sin más compañía que su guitarra acústica, reconocí los ecos de Dylan en su forma de entender la música, en el proceso seguido para construir su repertorio. Despojado del rock juvenil de su anterior formación, Alberto había conseguido abrazar otras músicas, las había hecho suyas y nos las transmitió con pasión, como un niño que enseña a su madre su último dibujo en el colegio.Sabía que Aliste trabajaba, desde hacía tiempo, con el folclore tradicional zamorano, había diluido la esencia de esas canciones en una suerte de rock & roll acústico, había modernizado el cancionero popular zamorano trayéndolo al presente, al siglo XXI, proponiendo un experimento tan viejo como el viejo Dylan y tan nuevo como las descargas en Internet o Spotify.Bob Dylan nunca visitará zeta ni escuchará la recreación del Tío Babú realizada por Alberto Aliste, pero lo que está claro es que las enseñanzas del viejo profesor permanecen. Aliste ha sabido coger de aquí y de allá para construir su discurso, para renovar su set-list, para marcar un nuevo recorrido en su ya dilatada carrera musical, marcada por el rock, por el blues, por el pop o, como en este caso, por el folclore popular.Es una suerte conocer este tipo de proyectos, músicos locales que, lejos de romper con el pasado, lo asumen como propio, lo introducen en su dinámica creativa conscientes de que no pueden obviar algo que está ahí, que llevamos dentro como parte del adn local, sólo que demuestran una valentía inusual al enfrentarse con los viejos elefantes, al decirles, amigos, estas eran vuestras canciones, ahora serán mías. Y no voy a pedir permiso para hacer con ellas lo que me dé la gana. Porque las canciones que no se adaptan a su tiempo están condenadas al olvido.________________________
Artículo publicado en Zamora News, medio digital con el que colaboro y en el que aparecerán mis artículos todos los miércoles.

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