Revista Cultura y Ocio

El día que descubrí...

Publicado el 25 junio 2014 por Molinos @molinos1282
El día que descubrí..."Yo tendría 7  o 9 años. Pero dije mi nombre - Richard Ford - exclamó: “Ah si, tu madre es esa señora de pelo negro, bajita, mona, que vive más arriba de esta calle.” Aquello me afectó y me afecta todavía. Creo que fue la primera imagen que tuve de mi madre como de otra persona, como alguien a quien los otros veían y describían: una mujer mona, no. (...) Sin embargo, recuerdo aquello como un momento significativo de mi vida. Breve pero importante (...) Desde entonces creo que nunca pensé en ella de otro modo, como Edna Ford, una persona que era mi madre y que también era alguien más.” ( Mi madre in memorian. Richard Ford) 

Tenía 5 años. Llevaba un vestidito verde, sandalias y el pelo corto, casi como lo llevo ahora. Pobrehermano tenía 4 y llevaba un pantalón de peto verde igual que mi vestido. Nos pasamos casi toda nuestra infancia vestidos iguales. Era un domingo de verano. Sé que era domingo porque mi padre trabajaba toda la semana y llegaba siempre por la noche cuando estábamos a punto de acostarnos o incluso dormidos. Podíamos pasar varios días sin verle, sabíamos que estaba en casa porque le oíamos por la mañana en el baño de "El cuartucho" preparándose para irse y porque olíamos su tabaco en la casa. Mi padre tendría 34 ó 35 años por entonces (más joven de lo que soy yo ahora) y le gustaba mucho montar en moto de trial por el campo. Tenía una pandilla de amigos con los que salía los domingos perfectamente equipado: las botas con mil tiras que me fascinaban,  los guantes enormes en los que mi minimano no llegaba siquiera a la zona de los dedos y una chupa gordísima que me gustaba ponerme y arrastrarla por el suelo como un fantasma negro. Lo mejor, sin embargo, era el casco, eso era lo que más nos fascinaba. El casco pesaba una tonelada y mi padre nos dejaba ponérnoslo cuando volvía de montar en moto. Estaba caliente y sudado, olía a él y nos moríamos de la risa con nuestras pequeñas cabecitas metidas en ese casco con las gafas de cristales ahumados a través de los cuales todo se veía amarillo.  A esa pandilla de amigos de mi padre los llamábamos y los seguimos llamando "los motorileros". Entre ellos había uno, el más joven al que llamaban "El Indio" porque había nacido en Bolivia.  A mi me pareció durante toda mi infancia y adolescencia un señor guapísimo y muy atractivo (no con 5 años claro... más adelante). Algunos de esos amigos han muerto ya aunque mi padre fue el primero. Otros siguen vivos y los vemos de vez en cuanto, de hecho "El Indio" apareció por casa hace unos días, ahora tiene 59 años y sigue siendo atractivo pero ha perdido el halo de "misterio" que tenía cuando yo tenía 15. (Querido "Indio" si algún día llegas a leer esto, no vale aprovecharse. Y un saludo a tu querida esposa) Ese día de verano del que me acuerdo hoy, en el que tengo 5 años, mi padre nos llevó a los dos a Cercedilla a ver una carrera de motocross que se celebraba allí. Mi madre se había quedado en casa de mis abuelos, en La Rosaleda con Molihermana que tenía dos años escasos. Supongo que no era plan para una niña tan pequeña o que nosotros nos empeñamos en que nos llevara o que mi madre estaba harta de los tres y le puso un ultimatum a mi padre para que se ocupara de nosotros. Puede que fuera una sabia combinación de esos tres elementos. Mi padre aceptó el plan, nos metió en su Seat 131 y nos fuimos los tres. No recuerdo el viaje en coche ni si iba contenta, asustada, feliz o llorando.  Lo siguiente que recuerdo es estar en medio de la carrera, del trazado por el monte, caminos de polvo marcados con cinta amarilla por los que pasaban motos que se parecían mucho a la de mi padre y que hacían muchísimo ruido. Mi padre a mi izquierda y Pobrehermano a mi derecha, los tres detrás de la cinta viendo las motos, escuchando los motores en medio de una nube de polvo increíble y con calor y luz amarilla de verano. Seguro que mi padre fumaba. Las motos me fascinaron. Creo que más que las motos, el hecho de estar en un plan de mayores, la competición, el peligro, la novedad, el ruido... me tenían completamente abstraída y supongo que asustada. Cuando me giré para decirle algo a mi padre, descubrí que el señor que estaba a mi izquierda ya no era mi padre. Mire hacia arriba y no era mi padre. Mire alrededor y no le vi. Había ruido, motos, mucha gente y nosotros, Pobrehermano y yo, de la mano. Pero mi padre había desaparecido. No se como, supongo que alguien nos encontró perdidos, nos llevó a donde estaba la megafonía. - ¿Cómo os llamáis?-  Nos hemos perdido. Hemos venido con nuestro padre y ya no está. - ¿Cómo se llama vuestro padre?Justo en ese momento, justo en ese momento pensé "Se llama Papá"... pero reaccioné y dije "Se llama Jesús y va vestido de caqui". Para mi la palabra "caqui" era tan exótica como extraterreste, era una palabra de mayores y no sabía muy bien a qué se refería. Por la mañana, y como hacía e hizo todos los días hasta que murió mi padre, Molimadre le sacaba la ropa que tenía que ponerse. Él decía que era daltónico y no sabía combinar la ropa. No sé si era daltónico o no, pero le encantaba no tener qué pensar qué ponerse. Aquella mañana, desde mi cama, yo había escuchado a  mi madre decir: - Jesús te he sacado los pantalones y la camisa caqui para que te lo pongas hoy. Ahí pensé que mi padre no solo era papá... era un señor que se llamaba Jesús y vestía "de caqui". Y que "caqui" era la palabra que me salvaría, había tenido suerte de escucharla por la mañana. Llamaron por megafonia "tenemos dos niños perdidos, su padre se llama Jesús por favor que pase a recogerlos". Mi padre no se había dado cuenta de que nos había perdido, pensaba que íbamos tras él o puede que incluso se olvidara de que estábamos con él. Mi padre siempre nos trató como si fuéramos sus iguales, como si fuéramos mayores, daba igual que tuviéramos 5 o 23. Por esa razón si ibas con él a algún sitio, jamás pensaba en que te perderías o te pasaría cualquier cosa, eras adulto y sabías comportarte. Aquel día pensó que iríamos detrás de él, que no le perderíamos el rastro. No nos llevaba de paseo, íbamos de paseo los 3 juntos. Tardó un rato en atender a la megafonía, y otro rato en percatarse de que los niños perdidos eran sus hijos. Supongo que alguien le avisó pensando que ese tío de "caqui" podía ser al que llamaban o porque alguno de los "motorileros" le dijo ¿Dónde están tus hijos? ¿No habías venido con ellos? Finalmente apareció, tranquilo y sonriente, con su cigarro en la mano.  Nos recogió y me compró un Mortadelo. 
"Mi padre se llama Jesús y va vestido de caqui". ¿En qué momento las princezaz se habrán dado cuenta de que no soy sólo "mamá"? ¿Qué fue lo que les hizo clic para descubrirme como persona más allá de ser su madre? ¿Lo recordarán como recuerdo yo aquel día? 

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