Revista Política
El asalto de esta noche llevado a cabo en aguas internacionales por comandos israelíes contra la llamada "Flotilla de la libertad", constituye un acto de cuya gravedad vamos a tardar todavía un tiempo en ser plenamente conscientes. La actuación del Ejército israelí inaugura una época nueva en este tipo de "acciones preventivas", justo cuando el presidente Obama acaba de dar por finalizada la llamada "Guerra contra el Terrorismo", el despliegue imperialista mediante el cual la Administración Bush asaltó a sangre y fuego Oriente Próximo y pretendió imponer su liderazgo hegemónico en política internacional exclusivamente por la fuerza de las armas.
La flotilla, formada por media docena de barcos de mediano porte, transportaba a bordo a unos 750 activistas, parlamentarios y periodistas, fundamentalmente turcos y europeos, además de una carga de ayuda humanitaria para Gaza evaluada (un tanto fantasiosamente, pienso) en 10.000 toneladas de suministros. La intención de los navegantes era romper el bloqueo de Gaza y distribuir la ayuda. Que no iban a llegar a la Franja de Gaza lo sabía todo el mundo y seguramente los propios organizadores, ya que el gobierno y el Ejército israelíes habían reiterado hace tiempo que no lo permitirían. Y que en fin, la flotilla era un acto consciente de propaganda a favor de Hamas bastante bien diseñado y organizado, resulta evidente viendo las asociaciaciones y personas que han impulsado la iniciativa; el espectáculo tonante de esta tarde montado por el actor Willy Toledo en la rueda de prensa dada por los familiares de los tres españoles participantes en la acción, aclara las posibles dudas a quien las tuviere.
Lo que no tiene vuelta de hoja es que la brutalidad de la agresión (militar, por supuesto) llevada a cabo por las autoridades israelíes, deslegitima cualquier asomo de comprensión que alguien pudiera manifestar en relación con el inhumano boicot al que el Ejército israelí somete a los millones de palestinos que se amontonan en la Franja de Gaza. Nada puede justificar que en la oscuridad de la noche soldados entrenados y armados hasta los dientes se abalancen sobre unos barcos llenos de civiles, y se lleven por delante a tiro limpio todo lo que encontren a su paso. A estas horas sigue sin fijarse un balance oficial de muertos entre los activistas (a consecuencia del corte de comunicaciones con los barcos impuesto por los militares conquistadores), pero las cifras que circulan oscilan entre un mínimo de 10 y un máximo de 30 asesinados a tiros en el asalto más una treintena de heridos de bala, a los que hay que sumar algunos soldados con heridas ocasionadas durante la desproporcionada e inútil defensa.
Casi peor que la acción desarrollada es la cascada de mentiras posterior de los portavoces civiles y militares del gobierno de Netanyahu, con las que pretenden justificar un acto de piratería salvaje, llevado a cabo para más inri en aguas internacionales. Primero han dicho claramente que los activistas atacados opusieron resistencia armada a los soldados. Casi inmediatamente, esta misma mañana, se ha cambiado la versión afirmando que algunos activistas habían arrebatado armas reglamentarias a los soldados y les habían disparado con ellas, lo que resulta aún más increíble. Y en fin, se dice ahora que algunos activistas opusieron resistencia con palos y cuchillos; yo no descartaría que en el colmo de la resistencia, alguno de los activistas llegara a arañar a uno de los comandos. Otra idiotez propalada por portavoces militares israelíes en estas primeras horas y que francamente movería a la carcajada si el asunto no fuera tan grave, es que en los barcos iban activistas, entre otras organizaciones, de Hamas, Al Quaeda y Yihad Islámica. Otra tontería supina, pues alguien tan bien informado como los servicios de espionaje militares israelíes sabe perfectamente que estos grupos son irreconciliables entre ellos en la medida en que se disputan la misma clientela, y también que en Gaza han saldado sus diferencias a tiros, en una guerra que ganó Hamas. El desprecio por la inteligencia ajena que muestran Netanyahu y compinches esgrimiendo estas justificaciones es sobrecogedor.
Es precisamente esta adquisión del lenguaje justificativo propio de regímenes autoritarios lo más preocupante en el hoy por hoy único Estado democrático de Oriente Próximo. En las últimas décadas el Estado de Israel ha ido militarizándose y americanizándose en un proceso paralelo y convergente, en el que el culto a las ideas democráticas y socialistas de los fundadores del Estado ha sido substituido por la incorporación de los valores propios de la extrema derecha estadounidense, especialmente su apego a la fuerza bruta y al uso de las armas como razón superior a todas las demás. Nada queda de aquél Ejército que nació como agrupación de partisanos durante la guerra contra el colonialismo británico y luego por la independencia. Tampoco de aquella fuerza armada formada por chicos y chicas melenudos que se tuteaban con sus jefes y en la que los generales raramente tenían más de 40 años, que en los años 50 y 60 del pasado siglo asombraron al mundo por su entrega y eficacia en guerras fulminantes, en las que aplastaron a oponentes como mínimo tan bien armados como ellos e infinitamente más numerosos. De aquél Ejército salían dirigentes de izquierdas y soldados con conciencia cívica. Hoy el Tsahal es un ejército como cualquier otro o peor en realidad, en la medida que se ha convertido en una fábrica de autómatas imbuidos de ideas supremacistas de extrema derecha. Todo esto recuerda naturalmente aquél viejo aforismo de Nietzsche: "Quien lucha mucho tiempo contra un dragón, acaba convirtiéndose en dragón".
El regalo que el gabinete israelí acaba de hacer a la causa no ya de los palestinos y ni siquiera de Hamas, sino a la de los antisemitas y nazis de diverso pelaje del mundo entero, no tiene precio y seguramente no podían ni soñar recibirlo hace unas horas. Así se escribe la Historia, con la sangre de unos y la estupidez de otros.
En la imagen, fotografía tomada probablemente con un teléfono móvil del momento del asalto a uno de los barcos.