Revista Opinión

El engañoso foco de atención

Publicado el 31 octubre 2017 por Vigilis @vigilis
«¿No comprendes que tus planes se derrumban, no ves que ya tu conjura ha sido sofocada por el hecho mismo de que todos la conocen? ¿Quién de entre nosotros piensas que no sabe lo que has puesto en práctica la noche pasada y la anterior, dónde has estado, a quiénes has reunido y qué suerte de planes has ideado?».
El engañoso foco de atención
El último entremés de los camisas negras de la butifarra comenzó como farsa, pretendió ser fábula, lo vimos como burlesque y terminó en astracanada. Toda la movilización, todos los grititos, todos los gestitos de cara a la galería han terminado con las organizaciones sediciosas comiendo con ganas el engrudo de las elecciones autonómicas convocadas por el gobierno y con los cabecillas huyendo del país como meros delincuentes prófugos de la justicia (o bien como niños incapaces de asumir su responsabilidad como adultos).
Por el camino, tras el maquillaje y los efectos especiales de este teatro, el número de los convencidos no ha variado. En ese bando hay vasos comunicantes internos pero no hay nuevos convencidos desde hace décadas.

El engañoso foco de atención

El voto nacionalista (y luego independentista) no se ha movido desde hace 18 años | El País

Un viaje que comenzó como proyecto particular de un partido político cuya aspiración era convertirse en partido-régimen para robar sin piedad a la población general. Un proyecto que todos sabemos que pasa por el control de la educación y de los medios de comunicación públicos (y privados mediante subvenciones). Esto no tiene nada de particular: todo movimiento de construcción nacional siempre ha sido dirigido por una reducida élite y siempre ha consistido en inventarse la nación. Fuera de las naciones canónicas, el resto de naciones siempre son producto de un proyecto particularista, reduccionista, irredentista y normalmente relacionado con el mantenimiento de privilegios que una élite ve en peligro. Todo esto sin sentido del ridículo (ahí tenemos lo de "fomentar el trasfondo mítico de las fiestas populares", es decir, estamos luchando contra la magia. Ellos no ocultan que defienden la magia, la superstición, la lectura de entrañas).
Lo que hace ciento veinte años se interpretaba como los últimos coletazos del Antiguo Régimen contra el pujante estado liberal y sus ferrocarriles, guardias nacionales y escuelas públicas, hoy podríamos contextualizarlo en el llamado síndrome de la globalización. A nadie llama la atención que los sediciosos catalanes cuenten entre sus únicos amigos a grupúsculos de extrema derecha opuestos a la construcción europea, opuestos a la inmigración y negacionistas del incomparable avance en prosperidad y calidad de vida de las últimas décadas.
Sin embargo en este espectáculo, cansado de la función de los de siempre, han comenzado a interesarme más otros actores. Yo siempre os recuerdo un buen ejercicio ante cualquier escena: cuando haya quien nos enseñe algo lo que tenemos que hacer es preguntarnos qué falta ahí. Si vemos un cuadro nos preguntaremos qué hay detrás del punto de vista del pintor (por eso Las Meninas o el retrato del matrimonio Arnolfini me gustan tanto: son obras filosóficas), en una sala deberíamos de pensar en qué objetos echamos de menos, en Stonehenge imaginarnos el techo, etc. Aplicando este ejercicio al sainete golpista vemos que todo se centra en la parida diaria de los malos pero detrás de esa parida diaria están los otros.
Nunca había visto tantas banderas españolas colgadas de los balcones, nunca había visto manifestaciones tan multitudinarias en defensa de la nación, nunca había visto a tanta gente hablando de la ley y de la Constitución. Mi punto es que la campaña separatista no ha sumado un solo fanático más a su causa pero la respuesta que provocó ha convencido más de la importancia de este asunto a los que no están de acuerdo.
Creo que esto se da por el doble debate que se ha producido: por un lado, los de la fanfarria ridícula plantearon siempre la conversación en términos de separación mientras que el resto nunca hemos llegado a aceptar ese debate. Nosotros hablamos de cumplir la ley. En un ejercicio de retrospectiva intento recordar si he llegado a debatir alguna vez sobre la secesión en estos últimos meses. No lo he hecho. En cualquier intercambio con un traidor mis respuestas casi siempre remitían a cumplir la ley (otras eran una mera descripción de la realidad o, si queréis, una traducción etic de una idea emic).
Es por tanto lo que ha cambiado entre los no separatistas de Cataluña y en el resto de España a lo que creo que hay que prestar más atención a partir de ahora. Los cambios sucedidos van a tener una traducción política y esto afecta tanto a la correlación de fuerzas como a las políticas públicas que se deriven de la nueva correlación.

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