(Werner Deichmann Juan, Jefe de proyectos biotecnológicos de Orenore Polska)
Imagina que llevas tu ordenador portátil bajo el brazo mientras caminas por los pasillos de tu trabajo. Un compañero pasa a tu lado y se tropieza contigo. El ordenador cae al suelo. Tu te ríes y le dices a ese compañero mientras te agachas a recogerlo que mire mejor por donde va. Lo vuelves a poner bajo tu brazo y sigues caminando. No te preocupa en lo más mínimo que se pueda haber roto, no porque no sea tuyo, es simplemente que no se puede romper porque todos sus circuitos están hechos de grafeno. En realidad lo llevas enrollado bajo el brazo como una revista.
La palabra grafeno puede que a muchos les suene a algo. Últimamente se oye hablar de ello pero no parece decirse nada concreto. Se trata de un material supermoderno que fue inventado por un par de rusos expatriados que trabajan e investigan en la universidad de Manchester. Lo sorprendente es que el grafeno en realidad es sólo grafito (el de los lápices) en una lámina de un espesor menor a diez átomos. Es decir que si le sacamos la mina al lápiz y (suponiendo que no contenga impurezas, que ya es suponer) fuéramos capaces de cortarlo en láminas de menos de diez átomos (no es tan difícil, tiene su truco), podríamos fabricar grafeno. El límite de diez átomos de espesor es clave, tiene que ver con las capacidades de conducción del material que se pierden con espesores mayores y son óptimas cuanto más delgada. Lo curioso es que ese material es extraordinariamente resistente y elástico, nada que ver con el grafito que conocemos, rígido y delicado. La diferencia tan grande entre el grafeno y el grafito se debe a que las leyes de la física que dominan el mundo de lo grande y que conocemos son muy diferentes a las que dominan el mundo de lo pequeño, a ese nivel reina la física cuántica.
El truco para fabricar láminas de grafeno es tan burdo que a nadie se le había ocurrido hasta hace varios años. Lo que los dos físicos hicieron en el año 2004 fue básicamente pegar celo en una lámina de grafito y despegarlo, después apretar el celo contra un cristal y al despegarlo, voilà, ahí estaba el grafeno. Es para echarse a llorar que nadie lo hubiera pensado antes. El caso es que hasta hace bien poco se pensaba que el grafeno no podía existir, que debía ser inestable y de una forma tan sibilina los dos científicos rusos no solo demostraron que sí era estable sino que comenzaron una revolución que ha absorbido los esfuerzos de una gran parte de la comunidad científica.
Mucho de lo que se ha escuchado sobre las posibilidades del grafeno son cosas bastante banales como que se podrán fabricar ordenadores del espesor de una hoja de papel, pantalla incluida, que los aparatos eléctricos serán flexibles y resistentes, e incluso que conduce la electricidad diez veces más rápido que el cobre.
La revolución del grafeno podría ser tan importante como en los años 70 lo fue la de los microchips y las razones van mucho más allá de lo que se ha dicho hasta ahora.
Cuando uno tiene un accidente y se cae yendo en bici puede romperse un brazo pero al cabo de unos meses de escayola y reposo está como nuevo. Si ese brazo fuera una prótesis ultramoderna, que las hay, con componentes electrónicos y sistemas hidráulicos para que funcione casi como uno de verdad, tras un accidente así el brazo estaría para tirar.
El grafeno permitirá hacer prótesis con componentes eléctricos tan resistentes como nuestros nervios y tan flexibles como los músculos. El hecho de que sea elástico supone que se podrán fabricar implantes ahora imposibles con circuitos rígidos, como retinas artificiales, conexiones nerviosas con músculos trasplantados, objetos hasta ahora imposibles como ropa inteligente, robots capaces de cambiar de forma para, por ejemplo entrar en zonas de derrumbes o terremotos donde ningún humano o robot de proporciones rígidas entraría, etc.
La revolución que supondrá el grafeno es que los aparatos eléctricos serán casi orgánicos, de hecho parecerán tan naturales que podrán formar parte de nosotros de formas que ahora no somos capaces de imaginar, supliendo nuestros defectos, potenciando nuestras capacidades.
Quizás a alguno le asuste imaginar un futuro en el que la humanidad esté tan íntimamente unida a la electrónica. Alguien podría pensar que seremos más artificiales que humanos. Baste a esa persona reflexionar un poco para darse cuenta de que eso ya está pasando, que hace apenas veinte años había que ir a coger el teléfono cuando llamaban y que la música que le gustaba a uno la escuchaba sólo de vez en cuando. Ahora el teléfono lo tenemos bien pegadito al cuerpo, en el bolso o en el bolsillo. Muchos no salen de casa sin su mp3 y la cámara digital y los hay tan pegados a su móvil que hasta se lo colocan bajo la almohada para dormir. Si esa persona considera que los cambios que ha traído acercar la electrónica a su cuerpo, hacerla una parte indispensable de su vida, han sido buenos, lo que vendrá con el grafeno será mucho mejor.
El descubrimiento del equipo del profesor Jacek Baranowski del Instituto ITME de Varsovia supone que lo que parecía imposible hace años esté mucho más cerca de ser una realidad. Fabricar grafeno con celo no era un sistema que se pudiera llevar a cabo de forma industrial. El sistema que ellos han patentado permitirá crear todos esos aparatos, prótesis, etc que hasta ahora existían sólo en la mente de los escritores de ciencia ficción.