Revista Cine

El Hombre Invisible (The Invisible Man, 1933)

Publicado el 13 septiembre 2019 por Nestor74
El Hombre Invisible (The Invisible Man, 1933)
Un enigmático forastero llega a Iping, un pequeño pueblecito en el que ninguno de sus habitantes duda en girarse y mirar de reojo al extraño que ha llegado con el rostro vendado en mitad de una de las ventiscas más fuertes de los últimos años, solicitando una habitación en la que nadie lo moleste. Mientras tanto, en la ciudad, Flora Cranley está preocupada por su novio, Jack Griffin, del que nadie sabe nada desde hace un mes, pero todos le dicen que debe estar enfrascado en uno de sus experimentos… Los mismos que efectúa el hombre de los vendajes en Iping, al que los posaderos ya no soportan después de semanas sin pagar; con lo que no cuentan cuando van a capturarlo, es que el hombre se desvanecerá frente a sus ojos al quitarse la ropa, revelando que es invisible, y sembrará el caos en el pueblo. Mientras tanto, sus colegas seguirán su rastro y comprenderán que los experimentos que Griffin se traía entre manos eran más peligrosos de lo que se podría esperar de él, con resultados nefastos tanto física como mentalmente.
Basada en la novela de H. G. Wells —aunque con algunas diferencias respecto al original, al que hizo notar el propio autor, que vio como su protagonista pasaba de ser un gran científico a un loco que solo anhelaba poder… y no es para menos, ya que hay ciertos momentos en los que vemos que Griffin ha perdido la cabeza—, El Hombre Invisible fue dirigida por el mismo hombre que se hizo cargo de El Doctor Frankenstein, James Whale, y una vez más demostró que tanto él como su productor, Carl Laemmle Jr., no se equivocaban, ya que rápidamente pasó a ser un icono del cine y de la cultura, uniéndose a la fama de otros personajes como Drácula o el monstruo de Frankenstein.
Lo más sorprendente de la película que tenemos ahora entre manos es todo lo que se hizo para crear la ilusión de que había un ser invisible en la pantalla. Hoy en día esto se podría hacer con facilidad con cromas, captura de movimientos y mucho CGI. Sin embargo, estamos hablando de principios de los años treinta, por lo que estamos ante un portento en el apartado técnico. Mediante cables, stop motion o la doble exposición se logró el efecto, pero también vistiendo al protagonista con terciopelo negro y rodándolo frente a un fondo del mismo color, para después sobreponerlo a los fotogramas apropiados… todo por el bien del espectáculo. Si solo nos fijamos en la escena final, en la que el hombre invisible se materializa, veremos que hay un auténtico deseo para resultar realista y no solo contar un hecho, sino que el público pueda llegar a creérselo.
Pero algo que también sabemos en la actualidad es que no solo se puede sustentar una película en los efectos especiales, sino que también tiene que haber un apartado artístico a la altura. Aunque Carl Laemmle Jr. quería contar con Boris Karloff para interpretar a Jack Griffin, éste no estaba de acuerdo con la reducción de su salario, por lo que, a petición del director, el escogido fue Claude Rains. El actor británico se estrenó como protagonista de una película y triunfo con su brillante interpretación, al conseguir transmitir los sentimientos del hombre invisible sin mostrar su rostro —que solo aparece por poco tiempo en el tramo final de la cinta—, algo que fue suficiente para ser el primer paso de una carrera en la que se incluyen títulos como Casablanca, Encadenados y Lawrence de Arabia.
Aunque pueda resultar reiterativo, el único defecto —ya que no se le puede atribuir ningún otro— de El Hombre Invisible es el mismo que tenían otras entregas monstruosas de la Universal, y es el paso del tiempo, ya que hoy en día muchas de sus líneas o de sus situaciones nos pueden resultar un poco ridículas… aunque hay algunas muy ingeniosas. Por ejemplo, hay algún chascarrillo que, salvando todas las distancias, podrían ser de cualquier peli mainstream de hoy en día —al fin y al cabo, éstas eran el tipo de películas que llenaban las salas—; o ciertas situaciones que rompen un poco con la trascendencia de la historia, como la secuencia en la que varias personas se ponen en contacto con la policía para explicarles cómo pueden capturar al hombre invisible, pero solo hay unos pocos hombres dispuestos a luchar contra él, o los despavoridos gritos de la posadera.

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