Revista Sociedad

El hombre que combatía el sectarismo

Publicado el 21 enero 2010 por Manuelsegura @manuelsegura

 

El hombre que combatía el sectarismo

En su A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, el periodista Manuel Chaves Nogales, considerada una de las plumas más relevantes de la profesión en la primera mitad del siglo pasado, dictamina que en nuestro país siempre existió el “miedo de los sectarios al hombre libre e independiente”. Se refería a los entresijos e intestinos de la Guerra Civil, escrutando que “la causa de la libertad entonces en España no había quien la defendiera”. Se coloca siempre a esta publicación –que vio la luz en Chile, en 1937– como ejemplo de crítica ejemplarizante sobre los horrores de un conflicto por parte de uno y otro bando.

Chaves Nogales nunca renunció a sus convicciones de hombre de izquierdas, cercano a un moderado Manuel Azaña, comprometido con la causa republicana, pero observador sin corsés de la realidad que le circundaba y, por tanto, lejos de los conceptos del sectarismo al que con tanta energía combatió. Por eso, quizá, fue un escritor maldito, tan incomprendido por los totalitarios fascistas como por los comunistas. De los primeros, huyó primero de España para refugiarse en Francia, y luego de ahí a Inglaterra donde la sobrevino la muerte a la siempre temprana edad de los 47 años. De los segundos, ya se impregnó de su impronta en primera persona cuando, por sus veleidades aeronáuticas, voló a finales de la década de los años veinte a la URSS, tras lo que publicaría dos libros alusivos al tema. 

Cuando muchos periodistas están por despuntar, Chaves Nogales ya había conseguido a los 30 años uno de los premios de mayor solera en España: el Mariano de Cavia. Andrés Triapello lo ha definido, sin ambages, como el mejor periodista español junto a Larra. Estos días disfruto con la lectura de su obra más consolidada: la biografía de Juan Belmonte, matador de toros. Un libro escrito por alguien que no se tenía por taurófilo, pero que entendió como nadie los entresijos del arte de Cúchares que le transmitió aquel chaval sevillano que jugaba y soñaba a ser torero en el Altozano trianero. A mis amigos taurinos, a cuantos estos días se baten dialécticamente contra quienes pretenden arrumbar su fiesta, les recomiendo la lectura. Se reafirmarán, sin duda, en sus profundas convicciones al desgranar las páginas de la historia de quien, como dice Felipe Benitez Reyes en el prólogo de la edición que poseo, y en referencia al dramático final del eterno rival de Joselito, “… quién sabe lo que pasa por dentro de nadie cuando decide ser nadie”.

 


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