Revista Coaching
Hace unos días, justo antes de Navidad, tuvieron lugar las II Jornadas de Innovación ÓPTIMA LAB. Esta ha sido la segunda vez que los nodos que componen dicha red se reúnen presencialmente en sesiones de trabajo –la primera vez fue a principios de septiembre–, con el objetivo principal de generar ideas innovadoras en el ámbito de la consultoría artesana y la enseñanza de la productividad.
Así dicho, puede no parecer gran cosa. Incluso alguno debe imaginarse que estas reuniones no son mas que un grupo de frikis, apasionados de la productividad personal, que se juntan para hablar de lo que más les gusta. Pero es mucho más que eso, y su impacto esta empezando a ser profundo, tanto para mí personalmente –como enseguida voy a desvelar–, como estoy seguro muy pronto para toda la comunidad, cada vez más grande, de gente interesada en la mejora de la eficiencia de las organizaciones por medio de las personas.
Para comprender lo que digo, tenemos que echar mano de las palabras de Hiroshi Tasaka, cuando habla de la sociedad del conocimiento. Tasaka sugiere que actualmente se está dando una curiosa paradoja: en la sociedad del conocimiento, la que nos está tocando vivir hoy en día, el conocimiento en realidad no tiene valor. Es decir, hay que olvidarse de una vez por todas de ese viejo adagio que reza “la información es poder”. En un mundo hiperconectado, donde cualquier dato está al alcance de un clic, el conocimiento ya hace tiempo que ha dejado de ser moneda de cambio.
Este hecho contrasta con la actitud de muchos consultores “tradicionales”, organizaciones y grandes sectores de la sociedad, que no habiéndose dado cuenta –o no queriendo darse cuenta– de ello, se siguen comportando como si el conocimiento aún fuera algo valioso. La consecuencia es, y que me perdone el señor Festinger, una especie de disonancia cognitiva organizacional. Es decir, que aún siendo conscientes de la necesidad de aumentar el valor que generan para poder ser más competitivos, su comportamiento va justo en la dirección contraria, anclados en viejos paradigmas que ya no funcionan.
Todo esto viene a cuento porque ÓPTIMA LAB es pionera, al menos en el mundo de la productividad personal, en aplicar el antídoto que el propio Tasaka propone para esta paradoja, y que no es otro que la generación de valor mediante la innovación. Innovación fruto, no de las genialidades de uno o varios individuos especialmente dotados, como solía suceder en el pasado –algo extremadamente difícil de conseguir hoy en día, salvo que tengas los recursos para buscarlos y contratarlos–, sino del aumento de la sabiduría colectiva.
Dice Tasaka que gracias al mundo 2.0, ahora resulta muy fácil poner a trabajar juntos a cualquier grupo de expertos en una materia dada, aunque se encuentren repartidos por todo el mundo. Y la magia sucede cuando pones a ese grupo de expertos a trabajar en un problema: casi siempre, la solución que sale del grupo es superior a cualquiera de las soluciones individuales que puedan ofrecer cada uno de los expertos por separado. O lo que es lo mismo, el todo siempre resulta mayor que la simple suma de sus partes. De esta forma se puede innovar de manera mucho más rápida y eficiente.
Ese es el mérito que tiene ÓPTIMA LAB como CoP –comunidad de practica–, y grupo de expertos trabajando en red. Gracias a estas II Jornadas, las que están por venir –las próximas serán en junio de 2015 en Elche, España–, y a los hangouts de trabajo que mantenemos todos los nodos semanalmente, ya se están empezando a ver los primeros frutos. Tenemos muy avanzada la definición de un proceso para la toma eficiente de decisiones en red, que denominamos toma de decisiones por consentimiento integrativo –espero poder escribir pronto sobre ello–, y actualmente estamos trabajando en el desarrollo de dinámicas y técnicas específicas para la enseñanza de la productividad personal, por no hablar de un par de metodologías avanzadas de productividad, una enfocada en las personas y otra en las organizaciones, que muy pronto darán mucho de qué hablar.
A esto me refiero cuando hablo de generar valor, para las organizaciones y para la sociedad en general. No a atesorar información para venderla al mejor postor –algo que de todos modos es cada vez más difícil en la era de internet–, sino a innovar, arriesgarse y compartir el resultado de nuestro trabajo.
Por eso, este año he tomado una decisión importante, que estoy seguro va a marcar un hito en mi carrera como consultor artesano: después de casi 10 años viviendo en México regreso a España para encontrar nuevas y mejores formas de ayudar a los demás a ser más productivos. No quiero romper mis lazos con México, ni con mis colegas mexicanos, a los que debo tanto. Simplemente siento que es el paso que debo dar en estos momentos, en mi compromiso con el propósito y los valores que representan ÓPTIMA LAB y todos sus nodos.
Regresar a España es mi forma personal de innovar. Y es que, como dice mi buen amigo y colega artesano Antonio José Masiá, “aún está todo por hacer”.
Relacionado