A menudo nos fijamos en la grasa de los alimentos para determinar si es bueno o malo- afirmación que ya les expliqué que es incorrecta- Desechamos los que tienen más grasa porque engorda más o porque es malo para el corazón pero...¿y si les dijera que el azúcar tiene tanta relevancia como las grasas saturadas a la hora de prevenir una enfermedad cardiovascular?
Cuando consumimos azúcares simples- edulcorantes, azúcar, refrescos azucarados...- la glucosa que los compone llega rápidamente a la sangre, el páncreas segrega insulina en grandes cantidades para poder hacer llegar esa glucosa a las células y que obtengan de ella la energía que necesitan. Sin embargo, las células no pueden quemar adecuadamente toda la glucosa, así que el exceso de ésta se transforma en grasa que se almacena en nuestro organismo. Evidentemente, si hacemos ejercicio regularmente ese exceso sería utilizado por nuestros músculos y no subiríamos de peso pero...¿Cuánta gente sedentaria hay en nuestro país? Podríamos decir que se cuentan por millones, ¿verdad? Pues ahí tenemos nuestras altas tasas de obesidad...
Además, cuando toda esa insulina que hemos generado consigue estabilizar la glucosa de la sangre, dos o tres horas después, el azúcar en sangre cae y pasamos a tener un hambre de lobo. El cuerpo nos pide glucosa, así que ahí vamos, a darle lo que necesita, subiendo de nuevo la glucosa y segregando otra vez insulina. Entramos en un círculo vicioso que bien podría llamarse mono de azúcar en toda regla: estamos irritables, de mal humor y no dejamos de pensar en el donut que el otro día me comí y estaba tan bueno. Por ello el azúcar es tan adictivo y tan difícil de abandonar y eliminar de nuestra dieta, que no imposible.
Entonces el objetivo es que nuestra glucosa en sangre se mantenga lo más estable posible- gráfica amarilla- y que no haga picos como ocurre con la roja. Esto no sólo ayudará a los que padecen diabetes sino también a aquellos que quieren perder peso y los que quieren tener un estilo de vida saludable y prevenir enfermedades.
Para cumplir nuestro objetivo, consumiremos más alimentos de índice glucémico bajo y menos de alto índice glucémico. ¿Perdón? ¡¡Ahí me perdí!! ¿Qué es eso del índice glucémico? Es aquel que nos permite comparar la velocidad con la que se absorbe la glucosa pura con la velocidad con que se absorben los hidratos de otro alimento en el organismo.
Cuando el alimento tiene un alto índice glucémico significa que la glucosa que contiene pasa rápidamente a la sangre y genera ese pico tan indeseable que hay que evitar. Si el índice es bajo, se digiere más lentamente, la glucosa que contiene va pasando lentamente a la sangre y, por ende, la glucosa en sangre se mantiene estable.
Para determinar qué índice glucémico tenía cada alimento se realizó el siguiente procedimiento en el laboratorio bajo unas condiciones controladas: se tomaba cada poco tiempo muestras de sangre a una persona a la que se le hizo consumir soluciones de glucosa pura unas veces y el alimento a analizar después. Gracias a este proceso, se estipuló que un alimento tenía un bajo índice glucémico si la glucosa subía de 0 a 55, de índice moderado si se quedaba entre 56 y 74 y de alto índice glucémico si pasaba de 75.
En ésta imagen se pueden ver ejemplos de alimentos con alto, moderado y bajo índice glucémico:
Si tuviese que resumir este post en una frase sería ésta: aumenten el consumo de productos integrales en su dieta, su salud lo agradecerá.