Para saber cómo realizó el Málaga su examen ante el Hércules habría que preguntarle a los 10.000 asistentes al Rico Pérez de Alicante. Unos espectadores de lujo, ya que los intereses mercantilistas de las televisiones nos han dejado en fuera de juego al no retransmitir el partido.
Como me explica un gran maestro, para enfrentarme a esta crónica hay que poner “un poco de aquí, un poco de allá, una mijita de arte y mucha dignidad, con dosis de malaguismo”. No hay mal que por bien no venga.
Las emisoras de radio y los diarios locales nos hablan de un partido anodino, sin grandes jugadas, que hace honor al resultado obtenido. Ferreira nos sacó de dudas y, finalmente, ofreció un once con bastantes rotaciones. Arnau logró dejar la meta a cero, hecho que no ocurría desde la cuarta jornada ante el Getafe, en el debut de Rubén.
Portillo -el del Hércules- lanzó un penalti al larguero. Fue la ocasión más clara del partido, junto a otro zapatazo de Cristian, que también se encontró con el travesaño. Más rácano aún fue el ataque malaguista, que solo encontró un peligro tímido en algunas faltas y un par de cabezazos de Fernando.
Lo más destacable del equipo fueron los estrenos de Malagueño y Manolo Gaspar. Jesús Gámez salió en la segunda mitad para actuar de interior diestro. Sorprendente, pero alabable gesto de Jesualdo Ferreira, que parece buscar alternativas al mermado centro del campo del que dispone actualmente. No habría que descartar esta fórmula para futuros partidos. Y de paso, el fuengiroleño puede reinventarse para recuperar el nivel que todos esperan.
La eliminatoria está en el aire. Se decidirá en La Rosaleda, donde el Málaga debe dar un golpe de autoridad y demostrar que está dispuesto a dar el 100% para ser un equipo competitivo en la competición del KO.
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