Platón describió en su alegoría de la caverna un espacio cavernoso, en el cual se encuentran un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento por cadenas que les sujetan el cuello y las piernas de forma que únicamente pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza. Justo detrás de ellos, se encuentra un muro con un pasillo y, seguidamente y por orden de cercanía respecto de los hombres, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres portando todo tipo de objetos cuyas sombras, gracias a la iluminación de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver.
Estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras de los objetos. Debido a las circunstancias de su prisión se hallan condenados a tomar únicamente por ciertas todas y cada una de las sombras proyectadas ya que no pueden conocer nada de lo que acontece a sus espaldas.
Continúa la narración contando lo que ocurriría si uno de estos hombres fuese liberado y obligado a volverse hacia la luz de la hoguera, contemplando, de este modo, una nueva realidad. Una realidad más profunda y completa ya que ésta es causa y fundamento de la primera que está compuesta sólo de apariencias sensibles. Una vez que ha asumido el hombre esta nueva situación, es obligado nuevamente a encaminarse hacia afuera de la caverna a través de una áspera y escarpada subida, apreciando una nueva realidad exterior (hombres, árboles, lagos, astros, etc. identificados con el mundo inteligible) fundamento de las anteriores realidades, para que a continuación vuelva a ser obligado a ver directamente "el Sol y lo que le es propio", metáfora que encarna la idea de Bien.
La alegoría acaba al hacer entrar, de nuevo, al prisionero al interior de la caverna para "liberar" a sus antiguos compañeros de cadenas, lo que haría que éstos se rieran de él. El motivo de la burla sería afirmar que sus ojos se han estropeado al verse ahora cegados por el paso de la claridad del Sol a la oscuridad de la cueva. Cuando este prisionero intenta desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz, Platón nos dice que éstos son capaces de matarlo y que efectivamente lo harán cuando tengan la oportunidad, con lo que se entrevé una alusión al esfuerzo de Sócrates por ayudar a los hombres a llegar a la verdad y a su fracaso al ser condenado a muerte.
Hace dos mil quinientos años hablaba así Platón, pero ¿acaso no sigue prisionera la humanidad de su propia ignorancia como en aquel entonces?
A la pregunta: ¿Es el mundo tal cual lo vemos? ¿Te atreverías a responder que si? o ¿puedes reconocer que lo que nos muestran dista mucho de la realidad?
Creo que nadie pone en duda la validez de este relato. Somos prisioneros, estamos ahora mismo dentro de la cueva, no necesariamente atados en un cuarto oscuro, somos esclavos de la cultura, de la religión, de la civilización, ellos nos dan las respuestas a las incógnitas fundamentales; en la sociedad pragmática en que vivimos nos enseñan a conformarnos con el mundo que nos ha tocado, que hemos heredado. Platón en su libro: La República, lo que pretendía era sacar a la gente de la cueva, para que no vieran las sombras sino la realidad existente bajo el sol.Fracasó Platón y fracasó Aristóteles, fracasó la República porque las monarquías mantienen a los pueblos entretenidos con las sombras, ajenos a la realidad, sin llegar al conociminento, sin llegar a entender de verdad lo que es este mundo y lo que se debe hacer para mejorarlo.