Revista Cultura y Ocio

El oficio de editor

Por Eltiramilla

A los tres o cuatro años, como todos los niños, mis hijos empezaron a preguntar por el trabajo de sus padres: 'Mamá, tú, ¿qué eres?'. 'Hago libros, soy editora', les decía yo. De momento, aquello sirvió: a los niños les gustan los libros, y que tu madre los haga tiene el glamour suficiente para competir con los policías, médicos y profesores de otros niños.

Pero, inevitablemente, llegaron las preguntas embarazosas:

─ Mamá, pero tú, ¿escribes los libros?

─ No, los libros los escriben los escritores.

─ ¡Ah! Claro…

─ Entonces, tú, ¿haces los dibujos?

─ No, los dibujos los hacen los ilustradores…

─ Entonces, tú, ¿fabricas los libros? ¿Los vendes?

─ No, no, los libros los fabrican en la imprenta y los venden los libreros…

─ Mamá, pero entonces tú, ¿qué haces?

Ese día me di cuenta de lo difícil que es explicar este oficio, en el que no escribes, pero tienes que saber escribir. En el que no dibujas, pero tienes que saber de ilustración. En el que no diseñas, pero tienes que gustar de tipografía, de composición, de diseño… En el que no fabricas, pero tienes que saber de tipos de papel, de formas de impresión, de formatos, de colores… En el que no vendes directamente, pero sí tienes que conocer los gustos del lector, de los libreros, del profesor, de los padres…

Vale, sí, pero…

─ Mamá, tú, ¿qué haces?

Esa es la cuestión: ¿qué hace un editor de LIJ?

Pero tú, ¿qué haces?

Leer mucho: Pero mucho, mucho, mucho. Cosas buenas y cosas malas. Por cada libro que se publica, puede llegar a leer diez o doce que no se publican. Lee los libros que publican otras editoriales, los que tienen éxito y algunos que no, para conocer, para aprender. Y lee una y otra vez el libro que está editando. Primero, en busca de incoherencias, de estructuras narrativas mejorables, de contradicciones en los personajes o en la trama. Luego, en busca de la errata, del error tipográfico, del doble espacio que se cuela siempre.

Mirar mucho: Sobre todo, libros; en las librerías, en las bibliotecas, para ver formatos, impresiones, ilustradores… Pero también lo que lee la gente en el metro, lo que comentan en los foros y los blogs de Internet de este libro o de aquel…

Y hablar mucho: Pero también mucho mucho. Primero, con los autores, sobre el proyecto editorial y sobre cómo el manuscrito encaja en él. Luego, sobre el propio manuscrito, el argumento, la trama, los personajes y sus motivaciones. Sobre lo mejorable y lo discutible, sobre el estilo y casi sobre cada palabra. Entremedias, siempre se cuela una conversación personal, amistosa, una confidencia, unas risas… Después, con el ilustrador, con el diseñador, con el responsable de fabricación, con los vendedores, con los libreros, con los lectores…

Así que, simplificando un poco, un editor de LIJ básicamente lee, mira y habla. Pues no está mal, ¿no?


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