Revista Arte

El patio de los arrayanes: La Alhambra

Por Baluarte

La Alhambra de Granada constituye el máximo exponente tanto del arte nazarí como de la tradición musulmana y su tendencia a la exuberancia decorativa. Con aquel broche de oro, lleno de barroquismo, se fusionan las formas almohades, con las derivaciones del arte almorávide y taifa, así como se reconoce la influencia cristiana.

El conjunto de la Alhambra se organiza en tres unidades: la Alcazaba o zona fortificada, la Casa Real y la ciudad, muy deficientemente conservada, y donde residían los artesanos que hacían posible la vida en el conjunto. Sin duda, es el segundo el de mayor interés artístico, y responde a muchas de las características del arte islámico. Se organiza en torno a dos núcleos principales, el primero es precisamente el Patio de los Arrayanes, que comunica con el Salón de Embajadores; el segundo no es menos famoso que el primero, el Patio de los Leones, al que se abren cuatro salas.
Todo el conjunto está hecho con materiales pobres pero, como escribe Gómez Moreno, "convertidos en materia de arte": argamasa, ladrillo, yeso, cerámica, madera, etc. Sin embargo, pobre no quiere decir frágil. Luego, la decoración todo lo remedia, con lo que paredes, suelos y techos quedan totalmente revestidos de ornamentación, bajo la que no hay la menor verdad arquitectónica.

En la Alhambra, el arco más frecuente es el que vemos en el Patio de los Arrayanes, el de medio punto peraltado, cairelado con finísimos lóbulos. Es en otras dependencias del recinto, donde podemos apreciar los espectaculares arcos de mocárabes.

Una de las singularidades de la Alhambra es el tipo de columna, formada por un fuste muy delgado, que apoya en basa ática y se cubre con un capitel precedido de varios collarinos. El capitel se compone de un cuerpo cilíndrico decorado con cinta continua y ondulada y de otro cúbico superpuesto, decorado unas veces con mocárabes y otras con hojas estilizadas.

En cuanto a la decoración, como hemos dicho, juega un papel esencial en el arte nazarí, ya que lo invade todo. Los principios compositivos que rigen el sistema ornamental islámico pueden reducirse, básicamente, al ritmo repetitivo y a la estilización; y los elementos empleados son la caligrafía, la decoración vegetal estilizada y la decoración geométrica. Estos tres elementos se hayan perfectamente integrados en el arte nazarí, formando una decoración profusa y menuda cuyo efecto general ha sido denominado arabesco.

A todo este conjunto de formas hay que añadir en la Alhambra uno más: el agua, que se integra estéticamente en la composición arquitectónica, tanto en reposo en estanques y acequias, que actúan como espejos donde se refleja la arquitectura, como en este patio; como en movimiento, en surtidores y fuentes, en otros muchos rincones, creando formas y produciendo rumorosos sonidos.


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