Revista Arte

El personaje: la herramienta de estudio de la naturaleza humana

Por Lasnuevemusas @semanario9musas
Desde que un hombre de las cavernas imitó a un animal antes de cazar como parte de un ritual, el personaje ha sido nuestra principal herramienta para retratar nuestros vicios, virtudes y deseos.

Hemos aprendido de ellos y hemos soñado con ellos, pero sobre todo nos hemos estudiado, a nosotros mismos, con ellos.

Un personaje es un punto de vista del mundo. Algunos pueden ser una simbolización de un conjunto de iguales o de ideas, conceptos e ideales; otros son únicos representantes de una manera de entender la vida y muchos más la representación del comportamiento de hombres y mujeres, pero en realidad todos están para demostrarnos el abanico de posibilidades de la existencia humana.

La ópera, como toda arte escénica está plagada de personajes que nos ha acompañado desde los inicios de la camerata florentina hasta nuestros días. Héroes, dioses y hombres comunes que cantan al amor, a la venganza y a la muerte, desde ángulos definidos por su contexto social e histórico y nos regalan, con ello, caracteres para analizar, disfrutar y emocionarnos. Muchos de los personajes de la ópera provienen del teatro de texto, algunos en versiones muy fidedignas y algunos otros mermados por el tamiz de los libretistas.

Comienza por el mundo mítico, plagado de dioses, héroes o seres mitológicos de las primeras representaciones líricas hasta bien entrado el siglo XVIII. En ellas el mundo no parece tan complicado, todo el mundo sabe qué está bien y que no, sabe lo que debe hacer aunque resulte difícil o contra sus principios. Se es víctima o victimario, héroe o heroína sin muchas contradicciones y si éstas existen son resueltas sin problemas. La ópera en sus inicios es para enseña r, se ridiculizan los vicios, se castiga la maldad y se consigue una justicia que en la realidad no existe o al menos, no está al alcance de la mayoría, ni entonces ni ahora.

Esta época pre y plenamente barroca va a ser el antecedente a uno de los momentos cumbres de la creación lírica con la aparición de los personajes que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y Lorenzo da Ponte (1749-1838) crearon a fines del siglo XVIII. Ellos nos regalaron el desencanto amoroso de ​Cosi Fan tutte ​(1790),​ ​el retrato de la justicia social y la complejidad de las relaciones humanas de ​Le nozze di Figaro ​(1786), además del extraordinario estudio de la naturaleza humana que es el ​Don Giovanni ​(1787). Es muy difícil pensar en seres de ficción más cercanos a los caracteres humanos y trayectorias vitales más cercanas a nuestra realidad, trescientos años después de haber sido escritos.

Luego, con los inicios del siglo XIX, viene la época de los personajes llenos de emociones, que aman desde el primer segundo, que son arrastrados por sus propias pasiones, por la injusticia, el dolor , la locura y todo lo que la sociedad consideró entone la nueva manera de expresarse.

Entramos en la época de los amores escondidos, de los héroes libertarios, del antihéroe, del honor que se defiende como una necesidad vital y de los principios que llevan al desastre. Las doncellas enloquecidas, sutiles, débiles cuya razón y vida entera dependen del amor de su hombre elegido y de si ese amor puede consumarse. El mundo es de los hombres valientes que desafían a la sociedad por el amor, por la libertad o por la patria. Entonces la ópera hablaba de las emociones humanas, las hacía explotar y no reflexionaba sobre ellas, creando el mito de que todas las óperas son melodramas.

No pasa mucho tiempo, incluso sin cambiar de siglo, cuando aparecen otros papeles con una psicología sorprendente. Los compositores comienzan a retratar al hombre común, al delincuente, al asesino, a la mujer malvada, a la histérica, es decir a todos los que existimos en la vida real y no en un mundo idealizado. El mundo romántico y de la sinrazón se acaba para dar pie a otro lleno de las pasiones más bajas, de los instintos primarios del hombre, de la locura sin idealizaciones y del cuestionamiento de la razón humana.

Cada personaje de ópera, desde entonces, va a ser único e irrepetible, tal y como Mozart y da Ponte habían logrado. Mientras en el barroco y el romanticismo podemos encontrar versiones del mismo mito, o enormes parecidos en los caracteres y reacciones de héroes y heroínas, a partir del verismo cada personaje será una estructura dramática tan diferente una de otra como los propios seres humanos en la realidad.

Por su parte, el siglo XXI romperá con todo lo establecido y hablará de la humanidad desde su simbolización, su sátira, su ironía o su idea más abstracta y esencial. Los personajes se volverán símbolos fársicos de una sociedad que ha decepcionado a muchos de sus integrantes, retomará leyendas antiguas para establecer vínculos con el origen de culturas y lenguas antiguas y explorará casi todos los ámbitos del conocimiento humano.

Así pues, los personajes operísticos nos ha retratado de todas las formas posibles que el talento humano ha permitido. Siguen siendo una de las mejores herramientas para entender quiénes, qué y cómo somos. Siguen siendo una de las manifestaciones más importantes de la civilización y la inteligencia.


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