“Esto es El proceso de (Franz) Kafka y Dilma (Rousseff) es Josef K” protestó el senador Lindbergh Farias en una de las sesiones de la comisión del Senado de Brasil que llevó adelante el juicio político contra la entonces Primera Mandataria de ese país. La referencia literaria parece haber inspirado el título del imperdible documental que desembarcará mañana en tres salas porteñas, y que muestra detalles de la farsa legislativa que entre diciembre de 2015 y agosto de 2016 consumó la destitución presidencial. A años luz del estadounidense Orson Welles y del inglés David Jones, la brasileña Maria Augusta Ramos le rinde un atípico tributo cinematográfico a la novela póstuma del escritor checo.
O processo constituye un homenaje sui generis porque, a contramano de las películas de 1962 y de 1993, se limita a retomar aquella mención del título traducido y del protagonista de Der Prozess. Por lo demás, el mayor desafío que enfrentaron Ramos y su equipo consiste en denunciar con contundencia kafkiana la naturaleza arbitraria, absurda, perversa del impeachment que habilitó la asunción presidencial de Michel Temer.
En las antípodas de Welles y Jones que adaptaron Der Prozess en tanto ficción, la realizadora brasileña documentó el aquí-y-ahora de un momento histórico crucial. Lo hizo a partir de más de 450 horas de material filmado por sus cámaras, por aquéllas que integran el circuito cerrado del Congreso Nacional de Brasil, por medios de comunicación locales y extranjeros.
La capacidad para captar momentos únicos y para luego articularlos con imágenes de terceros es uno de los principales aciertos del trabajo de Ramos. En este punto corresponde aclarar que la también autora de Futuro Junho, Seca, Morro dos prazeres no entrevista ni monta escenas: sólo registra (intercambios de palabras, silencios, miradas y otros gestos en distintas salas del edificio parlamentario y manifestaciones populares en los alrededores).
La atención acordada a las intervenciones ciudadanas le impone un límite a la comparación con la novela de Kafka. A diferencia de Josef, Dilma es un personaje público y como tal abre una grieta en la arena estrictamente política y en la calle. Con tino, Ramos elige retratar a admiradores y detractores de la Jefa de Estado suspendida en uno y otro espacio.
A contramano de los reparos que las películas largas provocan en algunos espectadores, las dos horas y veinte minutos que dura O processo distan de resultar excesivas. En todo caso, la extensión ilustra la dimensión de la puesta en escena donde descolla la denunciante Janaina Paschoal, que en julio pasado declaró su apoyo a la candidatura presidencial del fascista Jair Bolsonaro, y la agonía que la democracia brasileña sufre desde la reelección de Dilma, cuando los poderes fácticos instalaron la sospecha de fraude.