El señor gavión Larus marinus acaba de llegar al bando de gaviotas que llevo controlando desde hace una media hora en la orilla (o rexa, como decimos los nativos) de la playa de Bañugues. Tranquilamente y a paso lento se separa del grupo a sus quehaceres.
Lo primero que hace el señor gavión es echar un trago de agua de mar. Las gaviotas al igual que otras aves marinas han descubierto el secreto por el que llevan aspirando los seres humanos desde hace tiempo.
Las gaviotas, cuando tienen sed, beben agua de mar. Lo pueden hacer gracias a una estructura anatómica peculiar, la glándula de sal. Esta glándula es par y se sitúa generalmente en la parte superior de cada ojo. Cuando la gaviota bebe, las glándulas empiezan a funcionar y el ave empieza a excretar lagrimas lechosas que se escurren por el pico. De esta forma, llorando, el señor gavión soluciona el problema del exceso de sal.
Tras satisfacer su sed, el señor gavión se echa un buen baño cerca de la orilla. Mantener su plumaje es fundamental para el vuelo.
Y así, pasados unos 10 minutos entre el trago y el baño, el señor gavión retoma el camino para integrarse de nuevo dentro del grupo.
El señor gavión se siente tranquilo, a su lado el resto de gaviotas parecen pequeños liliputienses. Durante estos días último del otoño el litoral asturiano va siendo ocupado por estos señores gaviones, grandes machos llegados del norte de su área de cría. Grandes, negros, potentes, son los láridos de mayor tamaño, y su hallazgo es siempre motivo de asombro y regocijo.