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REBECCA BLACKWELL/AP www.timesonline.co.uk
Es triste ver cómo el radicalismo, la barbarie y la muerte vuelven a cruzarse en el camino de unos inocentes. Es triste ver a una selección de fútbol que no se reúne para disputar un partido, sino para enterrar a dos amigos. Qué triste resulta ver cómo los supervivientes no pueden defender los colores de su país en un campeonato, como muestra de luto, de respeto, y por temor a un nuevo ataque. Pero más triste es comprobar cómo por aquí sólo se dedica más tiempo a la Copa de África de Naciones si la noticia no es el fútbol.
el autobús que transportaba
a la selección nacional de Togo
fue ametrallado
Pese a ser el tercero más grande del mundo, y celebrarse desde 1957 con toda la historia que eso conlleva, lo cierto es que en Occidente nunca ha importado el campeonato. Para qué nos vamos a engañar, ¿o no? Tanto tú como yo estamos acostumbrados a ver, oír o leer sobre ello cuando los africanos de los clubes más poderosos del Viejo Continente parten hacia el sur, para conocer el nombre del vencedor de turno, y cuando los jugadores regresan. En ese orden, poco o nada más. Y cuando no es así, debe de haber detrás algo extraordinario. El 8 de enero, el autobús que transportaba a la selección nacional de Togo fue ametrallado en Cavinda, un enclave de Angola en el Congo. El ataque del grupo separatista Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC) se saldó con tres muertos —Abalo Amelete, entrenador asistente, Stan Ocloo, jefe de prensa, y el conductor angoleño del vehículo— y ocho heridos de consideración.
En un primer momento los togoleses, con el delantero Emmanuel Adebayor a la cabeza, quisieron homenajear a los asesinados participando en el torneo, pero ni su Gobierno les permitió hacerlo, ni la organización del evento estuvo dispuesta a dejarles comenzar más tarde para asistir a los funerales. De manera que la competición arrancó en Angola sumida en el luto, con los jugadores guardando emotivos minutos de silencio —como los de Mali en la fotografía—, con el combinado de Togo de vuelta a sus hogares y los separatistas amenazando con segar más vidas.
Mientras tanto, aquí, pasada la conmmoción del ataque terrorista, nos hemos vuelto a olvidar del fútbol y de ellos. En esta ocasión importará menos que nunca el nombre del ganador, el terrorismo y la sangre ya han vencido ese partido.